Inteligencia artificial (e inconsciente)

Naturalmente, la llamada inteligencia artificial (IA) está levantando una polémica de la que somos completamente ajenos en este lado del mundo, excepto aquellos empedernidamente animados a hacer de los inevitables deberes académicos, una experiencia del fraude y una proeza del auto-engaño.  Por lo demás, en un país como el nuestro, sojuzgados por un socialismo que se dice del presente siglo, con una señalada crisis existencial de la propia universidad, ensanchada cada vez más la brecha digital, el tema no inquieta lo suficiente.

Es en la prensa extranjera que encontramos mayores referencias y, específicamente, en la ibérica encuentra cauce un proyecto, como LEIA de la Real Academia Española a la que, por cierto, se ha incorporado Asunción Gómez Pérez como miembro correspondiente, pionera en la investigación en torno a la IA y el lenguaje. Intenso ha sido el trabajo de la corporación al velar por la calidad del idioma incluido en los teclados predictivos, por ejemplo, a la vez que el lenguaje del poder en Venezuela ya no encuentra cómo descomponerse aún más, descomponiéndonos socialmente. 

El Comité Judicial del Senado estadounidense, recientemente, sesionó sobre la materia recibiendo a Sam Altman de OpenAI (ChatGPT), Christina Montgomery (IBM) y Gary Marcus (Universidad de Nueva York), extendiéndose en un temario que puede desembocar en una decidido esfuerzo de regulación, aunque ya prosperan normas y estándares internacionales al respecto. Por estas comarcas, el régimen manufactura leyes de su completo interés y habrá alguno que querrá todo un código orgánico sobre IA, mientras el parlamento europeo promueve una regulación propulsada por Terry Breton para las fuentes y datos que alimentan los modelos generativos y contra el uso malicioso y los riesgos que comporta en el campo específico de la protección de datos y la privacidad.

José Antonio Marías ha versado sobre el inconsciente no freudeano de la IA, en un enfoque ingenioso del problema (https://apuntaje.blogspot.com/2023/05/divan-de-bytes.html), sugiriéndonos ir al inconsciente colectivo que priva por estas latitudes en torno a los recursos mismos disponibles y la extrema desigualdad para accederlos. Entre la ignorancia y el prejuicio tan favorables al régimen, juramos legitimar nuestras orfandades: ¿para qué nos pueden servir?

Nuestros miedos van más allá de entregar y arriesgar una data personal, o la de exponernos a lo hackers con los que, al fin y al cabo, todo el mundo libra un combate muchas veces desigual, pues, el contraste reside entre las sociedades libres y que día a día luchan por serlo, y las que no lo son, sojuzgadas por los conductores del Estado. Y ya se tienen noticias del empleo de la IA en la China totalitaria, signas de reflexión.

(*)           “Inteligencia artificial: Cómo cambiará el mundo (y tu vida)”. Deusto. Barcelona, 2018: 265.

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