Entrevista al arbolito de Navidad
Comenzando diciembre, saqué al arbolito de su caja para armarlo, pero en el proceso me dio manotazos con sus ramas, me pinchó varias veces y por estar guardado todo el año, me terminó dando una alergia, así como la de fanático del Real Madrid que ve una camisa del Barsa. Por eso, le pedí una entrevista para averiguar si lo había ofendido (y porque además es un honor contar con alguien que en estos días es más popular que el divorcio de cualquier famoso).
Reuben: Gracias por aceptar la entrevista.
Arbolito: El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
R: Claro, pero antes de comenzar, ¿cómo le llamo? ¿Arbolito, arbolita, pino, pina?
A: Arbolito está bien, aunque con esta edad algunos ya me dicen viejo verde. Porque soy verde, sí, pero no ecológico pues siendo de plástico, tengo todo el perfil para terminar en el estómago de una ballena.
R: Y aprovechando que asoma el tema de la edad, ¿le molestaría decirme cuántos años tienes?
A: Ese secreto no se lo digo a nadie, aunque sí le puedo decir que tengo suficientes años como para que ya no me dé risa el chiste ese de que tengo las bolitas de adorno.
R: Pero a ver, veámosle lo positivo: todavía mantiene el semblante y la altura, porque yo he visto otros arbolitos que son bien pequeños y flacos.
A: Es que eso es irrelevante, porque cuando se trata de nosotros los arbolitos, no importa el tamaño, sino cómo lo uses.
R: Creo que ya nos estamos yendo por las ramas.
A: Claro, es mi naturaleza.
R: Vayamos mejor al tema que me interesa. ¿Por qué ese día usted me pinchó y además me dio tanta alergia?
A: Bueno, ¿quién te manda a tenerme todo el año arrumado en un armario y metido en una caja que está más desguañingada que pantalón de rockero?
R: Ya entiendo.
A: Entonces después nos sacan, nos arman y nos dejan ahí parados… esperando… como quien espera un ascensor en un rascacielos… Hasta que finalmente resuelven ese gran misterio de la humanidad que jamás podrá resolver ninguna Inteligencia Artificial: cómo desenredar las luces.
R: Luces que después lo hacen lucir elegante a usted, por cierto.
A: Siempre y cuando no haya gatos en la casa, porque esos bichos son mi verdadero Grinch. O los perros que me usan de baño. Pero mejor evitemos ese tema, porque si uno habla mal de las mascotas hoy, los amos son capaces de meternos por pedacitos en el air fryer.
R: ¿Y acaso no hay forma de que convivan en paz mascotas y arbolitos?
A: Claro, poniéndonos las lucecitas esas que traen música, pero eso es como ser el asistente personal de un cantante famoso, que tienes que escuchar sus canciones todo el día.
R: Pero bueno, es solo una vez al año.
A: Claro, tú lo dices porque tampoco tienes que estar como dos meses con una estrella pesada en la cabeza. Ni que uno fuera vendedor de conservas de coco.
R: Como que la Navidad no es paz y amor para todo el mundo, ¿no?
A: Te juro que a veces me provocaría ser pesebre para que no me fregaran tanto.
R: ¿Se podría afirmar entonces que usted está pasando por un cuadro depresivo?
A: ¡No, vale, para nada!… Yo lo único que pido es que al menos se acuerden de nosotros los arbolitos en diciembre para que también nos den nuestro regalito de Navidad.
R: A ver… y si usted pudiera pedir un regalo, ¿qué pediría?
A: Que no hagan más leña del árbol caído y me dejen ser una planta más, como cualquier otra.
R: O sea, ¿está pidiendo que le reconozcan sus derechos?
A: Sí… y que además me acepten bajo mi condición de transarbolito.
R: ¡Ya va!… ¿Transarbolito?… ¿Cómo es eso?
A: Bueno, porque yo nací pino de plástico en China, sí, pero mi sueño anhelado es el de un día tener cocos para ser una palmera y pasar todo el año en la playa.
R: Entonces hagamos algo: ¿qué le parece si empezamos por quitarle las luces y la estrella para que esta Nochebuena se siente a cenar con nosotros?
A: ¿¿¿En serio???
R: Claro y por qué no. Se trata de que al fin tenga una feliz Navidad, ¿no?
A: ¡Uuufff!… ¡Tronco de regalo!
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