Conmigo
Último sábado de Enero y comienzan a asomarse unos rayos de sol. La luz sale y se vuelve a esconder por la indecisión de un día nublado, blanco y fresco que a media mañana tiene cara de estar amaneciendo. Los perros duermen, el vecino abre su bodega tarde, el patio se ensucia y de lejos se oye gritar al vende castañas. Yo intento desayunar en paz pero los zancudos no me dejan, me pican me zumban en los oídos se me paran en las piernas y la espalda vuelan por encima de mi cabeza y me ponen de mal humor. No termina de llover pero sopla una brisa fuerte que sigue llenando el patio de hojas.
Me gusta el viento, me gusta el polvo regándose por toda la casa, las nubes, las ramas de los árboles batiéndose, me gusta cómo el día intenta aclarar. Pienso en la ciudad; en sus calles sucias y sus remolinos de polvo y bolsas de chucherías, en los semáforos. Pienso en el centro y su alboroto de Ministerios y bancos, en el Bulevar, en el Este y sus calles medio limpias, en los cines, también pienso en la montaña. Pienso en los amigos y las obligaciones, en el trabajo y en ti.
Sigo pensando en la ciudad cuando hay sol y el cielo está azul y limpio, en los zamuros y su vuelo que es para mí el más interesante de todos, en las librerías y sus eventos de lugar recién inaugurado. Pienso en esa ciudad cuando se encharca, en su cielo a veces gris y pesado, en los motorizados con bolsas en los pies, en el tráfico y el olor a remojado del transporte público. Me veo entre el gentío con mi bolso lleno de cosas y de nuevo pienso en ti que caminas por la calle bajo el ojo de delincuentes y santos.
La mañana se pone extraña; entre opaca y brillante y comienzo a sentirme triste. Llueve un poco y los perros se acurrucan en su almohada, mi madre se queja de dolores y mi abuela cocina en este sábado largo y decrépito que se ha hecho viejo a lo largo del día.
Me asomo por la ventana y veo una bandera que es de mentira, calles de mentira por donde circulan carros también de mentira, calzadas por donde caminan personas de mentira con vidas de mentira, hombres con lentes de imitación, mujeres con bolsos de semicuero, niños con teléfonos de mentira. Sigo contigo en la cabeza entre pensamientos llorones haciéndole funerales y novenarios a lo poco que queda de ti que te fuiste como lo hiciste desde un principio y como lo harás siempre por los siglos de los siglos sin reparar en mi angustia ante cada partida sin obra ni gracia ni del espíritu santo amén…
A media tarde va saliendo el sol, los pájaros se oyen alborotados, los perros se estiran pero yo siento todavía algo húmedo: el peso constante de tu ausencia goteando dentro de mí desde la boca al estómago. Ahora ell día me parece feo, ya no me gustan las hojas ni la brisa y tampoco me gusta la lluvia porque me hace pensar en ti y es como si todo se pusiera a llorar conmigo.
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