DIGNO FUNCIONARIO PÚBLICO
Por Juana Arelis Garrido
Según la definición de Wikipedia: “El empleado público, para el Derecho administrativo, es aquel trabajador por cuenta ajena cuyo empleador es el Estado, incluyendo la Administración Pública y los entes regulados por Derecho público.
Para adquirir la condición de empleado público, excepto en el caso especial del personal eventual, generalmente se debe superar un proceso selectivo en que han de tenerse en cuenta los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad.”
Como se desprende de esta definición, el empleado público se debe a su empleador que no es otro que el Estado Venezolano, por lo tanto, tiene que cumplir a cabalidad con sus funciones de atender los requerimientos que le hace la sociedad en las diferentes Instituciones creadas por este Estado. Además debe cumplir con un principio constitucional como es el “mérito”. Sin embargo, la actuación de los empleados adscritos a la Administración Pública Nacional, ha venido en decadencia en nuestra República Bolivariana de Venezuela. En la Década de los 70 y 80, era un privilegio optar por un cargo público, especialmente por la llamada meritocracia que existía en casi todos los organismos del Estado. La empresa por excelencia era Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), y su prestigio era tal que la mayoría de los profesionales universitarios, y aquellos que habían culminado estudios en el exterior, acudían a solicitar empleo a dicha empresa y era dificilísimo entrar a la compañía, dada la competencia existente entre estos profesionales. Al transcurrir de los años, toda esta excelencia se ha venido a pique, especialmente en la última década, ya que la meritocracia casi que desapareció, o por lo menos, es mucho menor y lo que impera mayormente es la camaradería política.
Especialmente en los llamados cargos de libre nombramiento y remoción o de “confianza”, la situación se ha deteriorado al máximo. Este tipo de empleado o funcionario público se ha caracterizado por entrar en una institución pública bajo el compadrazgo o amiguismo con los funcionarios que ostentan los cargos de Presidentes o miembros de la Junta Directiva de las Instituciones o que forman parte de las diferentes Direcciones de los Ministerios, o Entidades del Poder Central.
Aquellos funcionarios que han hecho carrera en la Dependencias Públicas y llegan a desempeñar un cargo de “confianza”, por su trayectoria y excelente experiencia en los cargos desempeñados a lo largo de su carrera profesional, son removidos por otros empleados que en su gran mayoría vienen sin experiencia en el área, pero ingresan al Organismo con el aval del Directivo de turno. Esta rotación de un empleado eficiente por otro que llega “Protegido”, ha conllevado a que las Dependencias de la Administración Pública Nacional, en muchos casos, vayan rumbo a la mediocridad, ya que se ha perdido la meritocracia y abunda el personal con poca, o ninguna experiencia profesional.
En la última década ha sido catastrófico transitar por algunos de los Organismos Públicos ya que se han convertido en apéndices de un partido político y sus funcionarios no solo son obligados a vestir del color del partido de gobierno sino que también son obligados a acudir a todos los eventos que se realicen en favor del candidato oficialista.
Debemos orar mucho y hasta recurrir a nuestros valores religiosos, para ver si logramos que se rescateel excelente funcionamiento en nuestras Instituciones Públicas. Que los empleados traten bien a la persona que acude a solicitar algún servicio que prestan estos Entes. Que la población se llene de calma, se relaje y que continúe adelante con sus trámites, a pesar del trato despótico de algunos empleados públicos. Que se rescaten los valores como el respeto y la solidaridad para con nuestros semejantes que acuden a dichas instituciones.
Ojalá que volvamos a gozar de funcionarios públicos de calidad, sin ningún distingo partidista, para contar con Instituciones Públicas dotadas de recursos humanos profesionales y eficientes, capaces de darle un rumbo hacia la excelencia.
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