Una Venezuela bonita
El pasado domingo, sin lugar a dudas, se hizo historia. La consulta popular realizada en Venezuela generó un revuelo sin precedentes. Entre análisis estadísticos, cálculos matemáticos, los participantes con calculadora en mano reniegan la asistencia a la cita electoral.
Un número bajo, dicen algunos, una medición inútil, dicen otros. La cúpula roja reinventa sus inventos mediáticos y baja los números de proceso que no debe ser nombrado (el plebiscito). “Consiguieron apenas dos millones, perdieron cinco millones de electores”, dice Jorge Rodríguez escondido en su escaparate, jurando que una tierra de maravillas se encuentra entre sus costosas prendas de vestir. Doctor Rodríguez, muy a mi pesar, le informo que usted no está en Narnia.
La consulta, efectiva o no, fue un éxito. Y no lo digo pensando en que Maduro se irá, o en que durante “Hora Cero” aparecerá Óscar Rodríguez con una flota de aviones y bombardee todas las entidades públicas con Luisa Ortega a la cabeza, disparando ametralladoras con una cinta en la cabeza cual Rambo y un grito de guerra que, como cosa rara, la dejará sin aliento. No sé qué sucederá mañana, todo dependerá de las acciones que se tomen y de la voluntad del venezolano. Más allá de un resultado político, el plebiscito nos devolvió algo que habíamos olvidado: la alegría.
Semanas, meses, quizás años tenía sin ver el brillo en los ojos de las personas que recorrían las calles. Sonrisas en cada esquina, cánticos de celebración, de esperanza. Una Venezuela amable, cordial, humilde, sin malos tratos ni apuros, sin caras largas ni ceños fruncidos, sin gritos frustrados ni alaridos malhumorados… vi una Venezuela bonita.
El domingo retomamos el país que tanto anhelábamos. Ese que, a pesar de los problemas, sabía mostrarle una sonrisa a la vida. Venezuela estuvo de fiesta el domingo, un carnaval a nivel nacional. Lamentablemente la euforia se vio interrumpida por colectivos amedrentando a la colectividad y otras ironías tristes que no vale la pena rememorar.
A todos los que estén leyendo esto, les pido que no se desanimen por los 7 millones. Es un gran número, considerando las condiciones en las que se efectuó este proceso. Los antagonistas no quieren siquiera mencionar sus cifras, el simulacro de la Asamblea Nacional Constituyente no cumplió con sus expectativas, ni siquiera ante amenazas y manipulación, sus “multitudes” manifestaron su voluntad mediante el simulacro.
Venezuela le demostró a la comunidad internacional, y mejor aún, a sí misma, que hay un pueblo bravo dispuesto a salir del profundo hoyo en el que se encuentra. Las esperanzas se recargaron. Aún tenemos país. La Venezuela grande, la Venezuela bonita, está a la vuelta de la esquina. Solo hace falta buscarla y no dejarla ir, y eso es trabajo de todos nosotros.
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