El secreto está a salvo contigo
Querido examor:
Hoy te escribo por demasiadas razones, algunas que quizá no te haya dicho antes o que me tardé en digerir.
Ya no somos nada. Tus manos no volvieron a acariciar mi piel con ese mismo amor que muchas tardes lo hicieron. Perdí infinitas noches de mi existencia preguntándome por qué ya no estabas y si alguna vez volverías. No volviste. O peor aún, regresaste de una manera diferente a la que me había acostumbrado. De una manera ambigua, extraña, pero grandiosa.
Te quiero. Te quiero mucho más que antes. Pero esta vez el amor ya no agota, ni aprisiona, ya no sentencia. Esta vez el amor enseña e invita a ser mejor. Esta vez el amor rehabilita y refresca. Se convirtió en una especie de agua bendita.
Muchos días me repetí hasta el cansancio que no podía ser tu amiga, porque no me imaginaba besando en la mejilla a quien me había explorado por completo. Siempre fuiste tan valiente. Te atreviste a asumir todos los retos que descubrirme traería; nunca te importó que en el proceso pudieses sufrir algunos daños. La verdad, a mí tampoco me importó.
Eras un navegante incansable y un tripulante paciente, muy paciente. Pero todo recorrido tiene su destino y el nuestro terminó antes de lo que me hubiese imaginado. Antes de lo que hubiese querido.
Pero, lo agradezco. A pesar de que mi corazón no supo leer entre líneas lo que mi cerebro entendió: Yo necesitaba encontrarme, y tú merecías conocer otro amor. Aprecio que en la despedida me hayas enseñado tanto. Que me obligases a salir de mi zona de comodidad, y me colocaras frente a mis miedos. Que me hicieras ver de qué estoy hecha.
Ya han pasado varios años desde la última vez que te besé, para ser precisa, casi tres. Ese es el tiempo que he estado conquistando batallas, conociendo mi centro y descubriendo mi alma. Durante ese periodo he sumado horas de conocimiento a mi vida. Un conocimiento al que no creí tener acceso, y resultó convirtiéndose en todo lo que necesitaba para recuperarme de diversas caídas.
Gracias, porque después de todo, también eres el mejor examor. Me enseñaste a amarte, a amar, a amarme. Me dejaste mucho mejor de cómo me encontraste, y aunque cuando te marchaste no lo entendí, eras tú quien se iba a encargar de hacerme la mujer valiente que hoy soy.
Te quiere, tu examor. Y tu nueva amiga.
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