La última barricada
“A votar, vamos todos a votar.” Esa es la consigna que repiten con obsesiva intensidad los voceros de los partidos de la MUD que han inscrito candidatos para las elecciones regionales de octubre. Consigna por supuesto que se corresponde a lo que reiteran a diario todos los voceros de la MUD. Luis Florido, por ejemplo, precandidato a la gobernación de Lara, sostenía hace pocos días que tras “la resistencia de calle”, en la que él no participó, ahora le llegaba su turno a “la resistencia de los votos.” Miguel Pizarro, que sí tomó parte muy activa en los cuatro meses de manifestaciones populares en reclamo de un cambio político profundo, fue mucho más categórico al advertir que “la MUD no es un ejército de liberación sino una legión de electores.”
A esta suerte de contraseña para iniciados que implica un brusco triple salto mortal hacia atrás, se suma el despliegue de una abrumadora campaña de propaganda en las redes sociales para desacreditar, incluso acusándolos de ser agentes del G2 cubano, a quienes no comulguen con esas ruedas de molino del electoralismo más contumaz e inútil. Una campaña de falsos argumentos que también resuenan sin descanso en medios de comunicación no chavistas o neutrales en despliegue al que una voz tan ecuánime como la de Ramón Piñango se sintió el sábado obligada a refutar con un tuit implacable e irrefutable: “¡Qué abundancia de racionalizaciones para justificar lo injustificable! Impresionante.”
No se trata, como en tantas otras ocasiones desde que se produjo la abstención opositora en las elecciones parlamentarias del año 2005, rotundo éxito político por cierto aunque sin duda no del interés particular de los partidos y dirigentes que se habían visto obligados a retirar sus candidaturas de esos comicios por exigencia masiva de los ciudadanos, de votar o no votar. Basta recordar los turbulentos sucesos políticos de estos últimos meses, desde la primera convocatoria de la oposición a la rebelión popular contra el régimen tras la anulación ilegal del referéndum revocatorio del mandato presidencial de Nicolás Maduro, la burla de la Mesa de Diálogo en octubre del año pasado para frenar el impulso arrollador de cambio que comenzaba a recorrer las calles de Venezuela, la carta que en nombre del papa Francisco le escribió el cardenal Piero Parolín a Maduro el primero de diciembre en la que señalaba las cuatro exigencias no negociables del Vaticano para reiniciar las negociaciones con el gobierno, la ruptura del orden constitucional por el TSJ con sus sentencias 155 y 156 del 28 de marzo, la inmediata invocación de los artículos 330 y 350 de la Constitución por parte de la MUD en pleno como respuesta legítima a lo que constituía un indiscutible golpe de Estado, los cuatro meses de masivas protestas en las calles reclamando la restitución del estado de Derecho, la inadmisible acción de las fuerzas represivas del régimen con el muy doloroso saldo de más de 120 ciudadanos asesinados a mansalva, el mandato popular de la consulta popular del 16 de julio y finalmente el megafraude del 30 de julio, para entender, más allá de cualquier duda, que el dilema que debemos resolver los venezolanos no es electoral sino otro muy distinto: “o hay democracia o hay dictadura”, como hace muy pocos días nos preguntaba amargamente un consternado Andrés Pastrana.
Lo que en realidad nos plantea el asombro del ex presidente colombiano es la urgencia de indagar la oculta razón de la incoherencia de una dirigencia que abandonó las barricadas a las que convocó al pueblo desde el 2 de abril y que bajo ningún concepto, además de desmantelarlas sin explicación alguna, pasa por alto el hecho de haber conducido a la oposición, desde hace 19 años y fracaso tras fracaso, hasta esta encrucijada crucial, y encima, ufana y satisfecha, se resiste a renunciar a la conducción política de la oposición. Una vez más sin tener en cuenta que el acto de votar sólo tiene sentido si sirve para elegir, ni recordar aquella observación que le hizo Fidel Castro a Hugo Chávez en La Habana el 29 de abril de 2005 con motivo de acordar, en compañía de Shafick Handal y Evo Morales, la alianza estratégica de lo que pronto sería la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA): “como tú y yo sabemos, las elecciones son un engaño.”
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