¿Cuánto tardan dos señoras en despedirse?
De todas las definiciones existentes de la palabra “infinito”, la más exacta es la de dos señoras despidiéndose. Con solo escuchar la frase “Bueno, nos vamos”, una señora inmediatamente activa la carpeta de “asuntos realmente importantes” en su cerebro. Acto seguido busca a su amiga de la reunión, le brillan los ojos de alegría y comienza a hablar de los mejores temas jamás tocados durante las tres horas que llevaba visitando. Es algo como…
- Bueno, amiga, nos vamos.
- ¡Qué bueno que vinieron!
- No, vale. Al contrario. Tú sabes que nos encanta venir. Ricardito siempre nos dice lo mucho que le gusta venir.
- Ay, Ricardito puede venir las veces que quiera. A mí me encanta verlo comer duraznos. ¡Se los come con un gusto!
- Igual es en la casa. El otro día compré un kilo y se lo comió de una sentada.
- Así era Bernardo. Bernardo no podía ver un kilo de duraznos porque se los devoraba.
- Sí… bueno, entonces quedamos en que te llamo mañana. Me saludas a Carmen.
- Sí, pero llámame porque la señora está esperando que le mandemos los ingredientes de la torta. Que hasta que no se los mandemos, no la hace.
- ¡Claro! ¡Yo haría lo mismo! ¿Tú has visto a cómo está el kilo de harina?
- ¿Y el cartón de huevos? Ése sube todos los días.
- Bueno, pero no hablemos de eso porque ya te vas y no quiero que te vayas con mal sabor de boca. Dale que se va a hacer tarde.
- ¡Ay, verdad! Las despedidas no pueden ser tristes. Suficiente ya tengo con las despedidas de la familia, que está regada por todo el mundo.
- Ni me lo digas a mí, que mi sobrina se fue el martes a vivir a Guyana Francesa.
- ¡¿A Guyana?! Yo pensé que ese país ni existía.
- No, si te cuento…
Y así hasta el infinito y más allá. Y no les pregunte desde cuándo no se hablan, pues le dirán: “Desde ayer”.
Una señora realmente termina de irse de un sitio es cuando se da alguna de las siguientes situaciones: su niño se da un golpe y comienza a llorar, el marido le pone una bolsa en la cabeza, la amarra y la secuestra o comienza un terremoto. De resto no crea en ningún “chao” emitido por una señora. Esos “chao” llegan a devaluarse tanto, que terminan valiendo menos de un dólar Zimbabuense.
Las señoras lectoras dirán: “Bueno, pero infinito también es el tiempo que transcurre cuando un señor dice ‘me tomo este trago y nos vamos’”. Es cierto. Lo acepto. Pero al menos uno sabe que al terminarse el trago, uno se va. Con ustedes no. Y la despedida se alarga más, cuanta más edad ostentan las señoras.
En mi caso personal, ya he ido planeando una estrategia para evitarme esta situación. En la próxima visita que atienda con mi esposa, entraré a casa de los anfitriones y, apenas nos sentemos, diré: “Amor, nos vamos”. Así hablará de todos los asuntos realmente importantes desde el principio y al irnos, ya tendrá el tanque de temas vacío (si es que eso existe).
Si algún aporte ha de dejar este artículo, es el de alertar a la ciencia sobre el buen uso que podrían dársele a dos señoras despidiéndose. Obsérvese que dos señoras despidiéndose de un carro a otro, son suficientes para trancar dos canales de la autopista en plena hora pico. Dos señoras despidiéndose en la puerta de un ascensor, son suficientes para que los vecinos lo den por dañado. En tal sentido, una escudería de Fórmula 1 podría arruinarle la carrera a su competidor más cercano colocando dos señoras despidiéndose en el pit. Estados Unidos podría retrasar el lanzamiento de un misil de Corea del Norte colocando a dos señoras despidiéndose en Pyongyang. Así mismo, usted tendría el tiempo suficiente para leer este artículo si tuviese al lado a dos señoras despidiéndose.
Bueno, ahora sí… me voy. Nos vemos en 15 días (qué cortas las despedidas de hombre, ¿no?).
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