El momento “Amor, tómame una foto”

No es solo a mí. Le he preguntado a varios maridos y todos padecemos lo mismo: a nuestras esposas no les gustan las fotos que les tomamos. Pudieran ser tomadas con un “iPhone 23” y, sin embargo, no llenarían sus estándares de calidad. Es una rara condición que compartimos todos los esposos del mundo. Es como si al momento de contraer matrimonio y decir “acepto”, se nos atrofiase la zona del cerebro apta para tomar fotos.

Esto siempre sucede de la misma manera. Uno, esposo, puede estar en la situación más relajada de la vida. Digamos que en un monasterio del Tíbet, repitiendo mantras para alcanzar la paz interior absoluta (o acostado en la playa con un trago en la mano), cuando de repente llega a nuestros oídos la siguiente frase: “Amor, tómame una foto”. De inmediato se nos tensa el cuerpo, nos invade el pavor, nos recorre un escalofrío, comenzamos a sudar frío y en nuestra mente solo aparece una frase: “La voy a cagar”. A pesar de eso, uno afronta el chaparrón con dignidad.

Entonces ella empieza: “Mira, yo me voy a poner aquí y tú me tomas varias fotos, rapidito”. ¡Concha de mango! ¡Cuantos más diminutivos use ella al final de la frase, más meticulosas deben ser las fotos! Si no, podría haber divorcio. Sin embargo uno toma el celular, va y se para frente a ella, esperando verla sonreír, pero de repente escucha:

  • ¿Las tomaste?
  • No, amor, estaba esperando que sonrieras.
  • ¡Pero dale!… Empieza a tomarlas, que estoy posando.

En ese momento sale a relucir lo que significa la palabra “foto” para un hombre y para una mujer. Para un hombre, una foto es “un recuerdo capturado por el lente del celular para ser llevado por siempre”. Para una mujer, en cambio, la palabra “foto” se define así: “Soy una modelo de Victoria’s Secret con miles de seguidores en las redes y en este momento estoy en una sesión de fotos para la edición de trajes de baño de la revista “Sports Illustrated” (la cual me está pagando un millón de dólares). Mi misión es arruinarle la autoestima a todos mis seguidores, mostrándoles la buena vida que me doy”.

Termina uno de tomar las fotos y ella dice “Para ver”. En ese momento uno entrega el celular temblando (como si le fuera a dar un pedazo de carne a un tigre hambriento). Ella lo agarra, ansiosa, ve y de inmediato suelta: “¡Amoooor, me cortaste la punta de la uña del dedo anular del pie derecho! ¡Y mira el aire que dejaste arriba!… ¡NO!… ¡Y en ésta salió mi perfil malo!… ¡Cónchale!… ¿Qué te cuesta? ¡Usa el sentido común!”. Claro, solo que el sentido común femenino llevamos siglos investigándolo y al respecto solo hemos llegado a un común sentido de la ignorancia.

Tenga paciencia. Éste episodio se repetirá varias veces hasta que ella, cansada, nos sacuda de allí y escoja la foto “menos fea” que le tomamos. Lo que comenzó como una minisesión para exponer sus bellezas, termina convirtiéndola en un ogro mata fotógrafos.

Amigo soltero, esto será así cuando se case. No puede hacer nada al respecto. En mi caso particular, llevo como 4 años de relación y en todo este tiempo mi esposa solo me ha felicitado una vez por una foto que le tomé (y creo que me estaba trabajando psicológicamente para comprarle un vestido). Definitivamente una buena foto es como el orgasmo femenino: solo pocos lo han presenciado.

Por eso, amigo, cuando usted conozca a esa mujer especial (ésa que le inspira a formar una familia por el resto de la vida), pídale el celular prestado, tómele una foto y de inmediato le regresa el celular. Si al ver la imagen ella dice “¡Ay no, salí fea!”. Cásese, amigo. ¡Usted ha encontrado la suya!

Reuben Morales
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