Militares contra el progreso nacional

El arte de la política no suele compaginarse con los saberes científicos, o por lo menos así parece ser la cosa en Venezuela de militares. Tal fue el caso de uno de los más célebres próceres y fundadores de la República.

En el año 1834 las voces del Congreso Nacional postularon la candidatura de un hombre que acumuló prestigio en su vecindario, la Universidad y el Parlamento, un médico nacido en La Guaira y estudiado en Europa de nombre José María Vargas.   

Recia y violenta fue la diatriba de la prensa militarista y civil contra la candidatura presidencial de Vargas. A la cabeza del sector castrense se encontraba el periódico “El Republicano”, rotativo dirigido por Pedro Carujo, quien apoyaba la candidatura del General Santiago Mariño. Según el editor de “El Republicano”, el patriotismo del Dr. Vargas no podía inspirar la más mínima confianza pues era más extranjero que venezolano, ya que había pasado demasiado tiempo separado del suelo patrio.

Aunque manifestó Vargas de manera pública su negativa a encargarse del ejecutivo, este resultó electo por el Congreso Nacional. Se ocupó entonces el nuevo Presidente de la República de poner manos a la obra y comenzar el primer Gobierno civil en la historia republicana de Venezuela. Dedicó su tiempo a elaborar un proyecto destinado a sacar al país del atraso y superar la devastación de los años de guerra concentrándose en cuatro ámbitos: la educación, la economía, la demografía y la salud.

Para abordar el tema de la educación procedió a elaborar un Código de Instrucción Pública con el objeto de poner las escuelas primarias bajo la autoridad del Gobierno Nacional, modernizarlas, dejarlas de rentas suficientes y reformar en lo posible la enseñanza superior y científica de las Universidades y Colegios.

Esta labor fue extensa y a nivel nacional. Se llevó a cabo la reedificación del Colegio de Margarita, se instauraron las bases para reorganizar el de Barcelona, a cuyo efecto inquirió el paradero de los bienes de un extinto convento que existió en aquel lugar, así como también los otros bienes que debían constituir la renta de aquel. Se realizaron grandes trabajos con el objetivo de instalar el de la Guayana, para lo cual hizo entregar los bienes de las Misiones, y le nombró Rector y Vicerrector. Se completó la organización del de Cumaná. Se proveyó al de Carabobo de todo lo que carecía para comenzar a  sus estudios con orden y regularidad, también mejoró el que ya existía en Trujillo.

Se creó otro Colegio en Barquisimeto, para el cual se aprovechó el edificio del antiguo convento de San Francisco, cuyos bienes fueron destinados a la instrucción de aquella Provincia. También uno en el Tocuyo, con profesores de mérito y un numeroso conglomerado de estudiantes, así como otro Guanare, fundado por el Sr. Unda, más tarde Obispo de Mérida, que comenzó a marchar estupendamente y sirvió como centro de instrucción superior a gran parte del Sur Occidente del país. El trabajo resultó un tanto más fácil en el de Coro ya que funcionaba bien, contaba con un excelente cuadro de profesores y numerosos estudiantes. Lo mismo sucedió con el de Maracaibo, que era el mejor dotado en sus rentas durante aquella época.  

Con esmero continuó la iniciativa del General José Antonio Páez de la SOCIEDAD DE AMIGOS DEL PAÍS, una organización conformada por una serie de personalidades influyentes cuya moral, academia, virtudes y logros en las áreas de producción, logística, seguridad, comercialización y sanidad, integraban un conglomerado intelectual que concentraba la  capacidad y disposición necesaria para impulsar un esfuerzo orientado al diseño de un sistema económico fructífero. Esta buscaba promover el desarrollo de las fuentes de riqueza y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Vargas llevó este proyecto de la SOCIEDAD AMIGOS DEL PAÍS a las remotas poblaciones de San Fernando de Apure, Coro, Cumaná, Maracaibo, Mérida y Valencia, para que en esas localidades del territorio secundasen los estudios y labores de agricultura, comercio, artes y ciencias, fomentadas con interés desde la sede principal en Caracas.

Quizás una de las medidas administrativas más interesantes de la Presidencia del Dr. José María Vargas fue la de haber organizado el primer censo nacional, a cuyo efecto emprendió en el meritorio trabajo de solicitar al Congreso Nacional un auxilio para la inmigración, proceso que juzgaba y consideraba como imprescindible necesidad para el progreso de nuestras industrias y el comercio.

Expidió también un decreto en materia de sanidad, por el cual se comprometía el Gobierno, y cumplió su palabra, a atender con galenos y medicinas a las poblaciones azotadas por enfermedades epidémicas. Para ello ordenó la creación de comisiones para el estudio, prevención e información destinadas a comunicar a la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela sobre las epidemias en nuestro país y la aplicación terapéutica de plantas autóctonas, cuyo uso pudiese ser sancionado por la practica ilustrada.

Las anteriores son tan solo algunas de las obras de la administración del Dr. Vargas, ese que fue derrocado por la “Revolución de las Reformas”, movimiento militar comandado Santiago Mariño, José Tadeo Monagas, Diego Ibarra, José Laurencio Silva y Pedro Carujo.

Ellos son los únicos que se sienten dignos de gobernar.  

Jimeno Hernández
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