Lo que ganas juzgando a los demás

Todos tenemos nuestros buenos y malos momentos, nuestra luz y nuestra oscuridad, ¿quiénes somos para juzgar?; por otra parte es conveniente que te preguntes, ¿Qué buscas al juzgar? ¿Hacer daño? o ¿quieres apoyar a esa persona en su crecimiento? Si es lo segundo pues el juicio no es el camino correcto porque crea en el otro un mecanismo de defensa al sentirse atacado.

Esa tendencia que tenemos de ir por la vida juzgando a los demás, como si fuéramos dueños de la verdad, suele ser muy nociva para estrechar lazos con otros seres humanos; todos hemos sido juzgados e incluso más de lo que quisiéramos y sabemos lo que se siente.

¿Quién juzga? Juzga tu ego alimentado por la necesidad de sentirse superior que los demás. 

En casos más extremos, ponemos etiquetas a la gente y lo peor, de allí en adelante se las dejamos de modo que creamos paradigmas sobre esas personas sin que haya escape para ellas.

Cómo salir de la trampa de los juicios

  1. Acepta que cada quien es diferente, ni mejor ni peor, solo diferente.
  2. Transfórmate en un observador de lo que haces; los juicios han formado parte de nuestra vida desde muy temprana edad, nos juzgaban, juzgábamos, de modo que se establecieron como un hábito en nuestra conducta y, hábito al fin no es sencillo erradicar; si estamos desde el rol de observador podrás observar cuando caes en el juicio y podrás cambiar en ese mismo instante dejándolo ir de tu mente para ver más allá, y de esta manera verás cómo poco a poco lograrás hacerlo en forma distinta.
  3. Indaga antes de suponer, las preguntas te permiten validar si lo que percibes del otro es correcto, las suposiciones pueden llegar a ofender al otro en la medida en que no se correspondan con su sentir. No somos adivinos.
  4. Cada persona actúa en formas variadas debido a muchos factores, su estado de ánimo, las vivencias que ha tenido en ese día, se compasivo al igual que te gustaría que lo fueran contigo.
  5. Cuando quieras dar un consejo comienza diciendo lo positivo que hay en la persona y/o la situación, esto deja el terreno fértil para que sea aceptada tu recomendación. Por ejemplo, no es lo mismo decir: -¡enfócate! , ¡estás disperso(a)! que decir: -observo que estás trabajando duro en todos los aspectos y eso es maravilloso, considero además que si le prestas más atención a X cosa podrás ver resultados más rápidos.
  6. Es importante utilizar un tono suave y estimulante ante lo que se dice, hablar en forma seca, fría, distante o agresiva creará malestar en quien recibe el mensaje.
  7. Intenta antes de decir algo desagradable, respirar unos segundos y di algo agradable, te sentirás mejor, te lo aseguro.

Y todo lo mencionado va contigo mismo, no seas duro en juzgarte, compréndete, ámate, aprende de los tropiezos y enfócate en tus talentos y virtudes porque en lo que uno se enfoca se expande.

No podemos dejar de lado para finalizar que es prácticamente imposible llevarse bien con todos, hay personas que no encajan con nosotros y eso es normal, respetando esas diferencias tenemos que entender que juzgarlos no ayuda y que lo más sabio es dejarlos ser y dejarlos ir; si esto no fuera posible porque alguna circunstancia de trabajo, académica, etc. nos “obliga” a interactuar con este tipo de personas pues no queda de otra que trabajar desde los puntos que nos unen, los objetivos comunes evitando interacciones personales que pudieran generar roce.

Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti.

Liliana Castiglione
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