Dispositivo de consenso y transición
Característica universal, todo parlamento constituye una instancia de composición del proceso político. Independiente, libre y representativo, ha de expresar y articular las más variadas demandas, ideas e intereses de la ciudadanía.
En constante peligro, como ocurre en el caso venezolano, con mayor razón ha de manifestar a todas las fuerzas o corrientes que lo componen para elevar su capacidad de supervivencia. Y esta capacidad no la adquiere, sino en la medida que sea eso: parlamento.
Entendemos que las emergencias que puede atravesar y atraviesa la Asamblea Nacional, obliga a delegar en la directiva y en los voceros de las diferentes fracciones, determinadas decisiones de acuerdo a las apremiantes circunstancias que se viven. Y con mayor razón, cuando hay oportunidad para sesionar plenariamente.
Constatamos que, en uno u otro caso, en los instantes más urgidos o en los más serenos, no todas las fracciones concurren para decidir, más de las veces sorprendidas las minoritarias que naturalmente piden explicaciones. Es necesario decirlo, porque – aún sin deliberar – ya es costumbre pasar la aplanadora, el conocimiento tardío de una propuesta de acuerdo, etc.; y el caso no concierne sólo a las fracciones minoritarias, sino a las propias corrientes internas de los partidos mayoritarios.
Una amenaza tan dramática y gigantesca, como la que impone la dictadura, aconseja a la Asamblea Nacional, eje de la transición democrática esperada, a cobrar o recobrar el carácter de dispositivo para el consenso. Por enredadizos que sean los intereses políticos u otros que pudieran ser inconfesables, el parlamento debe ser eso: parlamento, pues, por sus manos no pasó la consideración y aprobación para las reuniones de Noruega que motivó el viaje del vicepresidente González. O, puede decirse, lo que se habló allá, no se habló antes acá.
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