Tiempo Perdido
En 1905, durante los años de la dictadura de Cipriano Castro en Venezuela, el escritor José María Rojas Espaillat, también conocido como el “Marqués de Rojas”, quien vivía en París desde 1873, publicó un libro titulado “Tiempo Perdido”.
Después de publicar trabajos como “Bosquejo Histórico de Venezuela”, de la “Biblioteca de Escritores Venezolanos Contemporáneos”; un estudio biográfico del Libertador Simón Bolívar; y otro sobre las andanzas del “Americano más Universal” titulado “El General Miranda”; “Tiempo Perdido” sería el último fruto de su brillante pluma, la flor para coronar su labor como prosista.
En este libro el “Marqués de Rojas” recoge interesantes relatos sobre circunstancias y personajes que transitaban a través del acontecer capitalino a mediados del Siglo XIX, prestando especial atención al lujo del detalle. En uno de los episodios narra eventos acontecidos tras la caída del régimen nepotista de los hermanos Monagas en 1858.
-La revolución acaudillada por el general Julián Castro, triunfó el 15 de Marzo de 1858, y el señor Manuel Felipe de Tovar fue nombrado Ministro de Estado en el departamento del Interior. El nuevo Gobierno convocó una Convención Nacional para el 5 de Julio, y esta asamblea nombró a Castro Presidente interino de la República, vicepresidente a Manuel Felipe de Tovar y Designado o Suplente a Pedro Gual.-
Esta alianza de 1858 duró poco tiempo. En menos de un año el caos se apoderó del territorio con el brote de huestes armadas y estalló la guerra más sangrienta que hasta ahora registran los anales de Venezuela. Durante un lustro de lucha se apilaron en las orillas de caminos y ríos unos cincuenta mil cadáveres entre las bajas de ambos bandos, conservadores y liberales.
Todo comenzó cuando los liberales, entorpeciendo la situación del Presidente Interino, que ya en Junio de 1859 manifestaba a sus intimidades el deseo de saltar la talanquera y pasarse al bando de los godos, pues eran un tanto más serios, perdió el centro de gravedad. Se le ocurrió una maniobra teatral para determinar cuál sería el efecto de un cambio brusco en su política, entonces fingió haber contraído una extraña enfermedad y le ofreció el poder al Vicepresidente, tan solo para observar que hacía.
Manuel Felipe de Tovar, sintiéndose víctima de una celada, intentó persuadir a Castro que su padecimiento no parecía tan grave y podía permanecer en la Presidencia, pero fue obligado a hacerse cargo del Gobierno.
A los dos días el encargado ya se había comunicado con destacadas figuras de la política nacional, logrando su colaboración para su nuevo Gabinete, pero en la misma noche de su instalación, mientras Tovar y sus ministros discutían medidas de orden público, se presentó el enfermo milagrosamente curado en la reunión para informarle a Tovar que retomaría el cargo.
-Vengo a reencargarme del poder, ya estoy bueno.-
Al Vicepresidente no le quedó otra respuesta que: -Me alegro mucho, pues me releva de una gran responsabilidad en momentos tan tristes.-
A finales de Julio, ante confusiones y amenazas, Tovar decidió abandonar Caracas para esconderse en un galpón propiedad de “Boulton Sons y Compañía”, donde permaneció un par de semanas, hasta la fecha que pudo embarcar vestido de marinero como tripulación del “White Wing”, una goleta norteamericana que partiría hasta Puerto Cabello con un cargamento de unos sacos de carbón.
Según cuenta el “Marqués de Rojas” en sus crónicas, al ser informado Tovar que tenía que disfrazarse de marinero norteamericano no tuvo inconveniente alguno, aunque mostró miedo al enterarse que debía pasar por Aduanas en horas del mediodía. Temeroso que la luz del sol delatara su identidad ante las autoridades del puerto, propuso la idea de ejecutar el plan a una hora distinta, buscando esconder la identidad de su rostro entre las sombras, quizás en un despacho nocturno.
Entonces Míster John Boulton le dijo con ruda franqueza: -Si señor Tovar, al mediodía, esas cosas son más difíciles de noche.-
Al día siguiente, a plena luz del día y bajo las narices de los funcionarios de Aduana, el Vicepresidente disfrazado de marinero norteamericano pasó como Pedro por su casa. Detrás de ellos iban Boulton y el Capitán de la goleta regañándolos en inglés, lanzando pistas entre las frases al Vicepresidente.
Las calles y el muelle del puerto estaban desiertos a esa hora, imposible suponer que entre aquellos marineros iba Don Martín Felipe de Tovar, quien zarpó a las ocho de la noche a bordo del “White Wing” hasta Puerto Cabello, donde desembarcó para dirigirse hasta Valencia, pero cuando llegó al sitio se enteró que el Designado Pedro Manuel Gual lo convocaba otra vez a encargarse del Poder Ejecutivo.
Martín Felipe de Tovar se encargaría de la Presidencia de La República, hasta el estallido de la Guerra Federal y el comienzo de la dictadura del General José Antonio Páez. Así empezaba el “Tiempo Perdido.”
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