La clase media navega hoy por los mares innominados de la miseria
Nos creemos de preferencias equilibradas, por lo menos, entre la montaña y el mar, o las extensas llanuras y selvas. Inadvertidamente, en las últimas semanas, nos ha llamado la atención la conformación actual de los barcos diseñados para el turismo de puertos al tropezar casualmente con la notabilísima promoción en la prensa extranjera, privilegiado el Mediterráneo por el más seguro.
Adecuada la estación para tales incursiones, nos impresionan las embarcaciones que soportan altísimos centro comerciales que en nada abonan a la conocidísima filmografía, añadidos viejos seriales televisivos. Trátese del Titanic y otros vehículos en desgracia, o los de un anecdotario de feliz conclusión, quedan muy atrás las unidades de una o más chimeneas que tienen por único deleite disfrutar del mar con una orquesta y un barman de fondo.
Las naves de ahora impresionan por la mole de un complejo de servicios e de una incansable recreación antes impensable, camarotes tan confortables como las habitaciones de la mejor hotelería de tierra firme, piscinas singulares, espectáculos de los más variados y otras distracciones, por supuesto, añadido el juego de envite y azar, que reducen a una mera curiosidad la visita a a proa para apreciar cercanamente el golpe de oleaje. Posiblemente no se requieran al cumplir con un itinerario de garantizado recorrido, pero habrá dispositivos ingeniosos y ocultos para afrontar un eventual ataque de piratas que los ingenieros más que los arquitectos navales radicalmente sinceran para los tanqueros y otros navío de transportación de mercancías.
El venezolano tuvo por afición navegar el Caribe en los tiempos del esplendor petrolero del siglo anterior, largamente más democrático el reparto de compararlo con el presente, siendo propicia cualquier celebración. Empero, más allá del cumpleaños, el fin de curso o el disfrute nupcial, lo más importante estuvo en superar el tedio vacacional y aprovechar las ofertas tramitadas por una aventajada caja de ahorros, o dejarse tentar por un específico crédito bancario.
Promediada, ahora, la clase media venezolana tiene por prioridad sobrevivir en el curso del socialismo que implícitamente condena los viajes de placer, u otros legítimos placeres, aunque sus corruptos han ido mucho más lejos en cuanto a despilfarros, lujos y ostentaciones. Para alguien que sólo ha navegado en peñeros, como el que nos llevó por el río Cuyuni justo diez años atrás, no imagina cuan complicado será la construcción de un crucero, apto para una densa población flotante, y la existencia misma y producción de los astilleros tan especializados como aquellos que se dedican a fabricar sendas máquinas para la guerra.
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