Normas de etiqueta para usar audífonos inalámbricos

¡Ya basta! Es necesario crear un código de conducta para estos dispositivos conocidos como audífonos, auriculares, cascos, yelmos o “esas cosas que olvido que tengo en las orejas desde hace tres días”. Porque ya comienzo a ver que la gente los usa incluso más que injerto de cabello de sugar daddy. De hecho, su uso es tan excesivo, que me preocupa encontrarme a personas que a sus 25 años ya les digas “necesito una luz cenital” y terminen escuchando “necesito una luz genital”. Por eso, presento esta primera edición de mis “Normas de etiqueta sobre el buen uso de los audífonos inalámbricos”:

  1. Los audífonos se usan con las baterías cargadas: ¿saben esas personas que fingen riqueza usando un reloj de pulsera gigante sin pila que parece “Gucci”, pero que en verdad es “Fucci”? Así mismo hay gente que también usa sus audífonos sin batería por pura moda. Por eso, si quieres dejarlos en evidencia, grita de repente: “¡Mira, ahí viene un vendedor de resorts vacacionales!”. Si la persona voltea y huye, es que esos audífonos estaban más descargados que papá de gemelos un domingo en la noche.
  • No los uses cuando vayas a la playa o a la piscina: no es porque no me guste que escuches música mientras tomas sol. El problema vendrá cuando ya te encuentres sumergido en el agua, sin haberte quitado los audífonos, y la canción que escuchabas se comience a oír como cantos de ballenas borrachas reunidas en un karaoke.
  • No los uses si tienes las orejas grandes: hará que tus orejas parezcan un bol con un marshmallow.
  • Tenlos listos en tu bolsillo para las siguientes ocasiones: si vas a una entrevista de trabajo y terminas dándote cuenta de que es un reclutamiento para un negocio piramidal, póntelos. Si te aborda un vendedor de revistas religiosas, póntelos. Si te sentaron a ver una película en familia que no te está gustando, póntelos. Si vas a misa y no te sabes ninguna de las oraciones o las canciones, póntelos. Si eres ministro o congresista y te toca escuchar al presidente por tres horas, póntelos. Si estás visitando a ese sobrino de siete años al que le regalaron una batería, póntelos. Si llega un vendedor de resorts vacacionales, póntelos (eso sí, con las pilas recargadas).
  • No los uses en la cama: a menos de que te cueste levantarte sólo con la alarma. En ese caso, usa tus audífonos como estímulo adicional para buscar el que se te salió de la oreja en medio de la noche y terminó debajo de la cama.
  • No los uses en un concierto: es para que a tus audífonos no les pase lo que les pasó a mis lentes en un concierto de ska al que fui una vez; en donde me metí en la olla, salté, me empujaron, mis lentes salieron volando, los pisotearon y los cristales terminaron como vidrio de autobús en medio de protesta estudiantil.
  • No los uses en el gimnasio: porque mientras a ti te ayudan a estar concentrado haciendo más repeticiones de tu ejercicio, a nosotros ayudan a estar concentrados pensando en si los lavas al terminar el entrenamiento o si más bien los dejas así y te los llevas puestos por el resto del día. Te aseguro que hacemos apuestas a tus espaldas.

A este punto te felicito si pudiste leer las presentes normas sin audífonos puestos. Muy educado de tu parte.  Ahora, si lo leíste con audífonos, espero que hayan estado descargados y que también tengas un reloj “Fucci” sin pila. Eso sí: recuerda que todo lo expresado en este escrito no pretende ser un mandamiento cerrado. Solo son consejos que buscan darte una luz para la vida (aunque espero no sea una luz genital).

Reuben Morales
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