El fogonazo amarillo
Refieren todavía que la viejísima Caracas fue fría y, por ello, tachirense proveniente de una zona caliente, Juan Vicente Gómez prefirió residenciarse en la cercana Maracay. Cierto, recordamos muy fresca a buena parte de la ciudad quizá hasta principios de los ´80 del ´XX.
Más que el cambio climático que nada tiene de mito, nuestras pequeñas, medianas y grandes metrópolis, sufren los rigores del régimen socialista que se reclama vehementemente del siglo XIX.
Por negligencia o manifiesta intención, la vegetación es cada vez más escasa en urbanizaciones que fueron de una tradicional y reconocida vistosidad, como en las barriadas horizontales y verticales de orígenes prácticamente invernales: aunque deprimida la industria de la construcción, ahora, en un caso, el derribamiento de los árboles da ocasión para locales comerciales que desafían abiertamente el ordenamiento jurídico; y, en el otro, el derribamiento garantiza y cotiza muy bien los estrechos espacios para el levantamiento de otro inmueble irregular.
Desde la fundación española, ostentamos casi intacto el prodigio natural de una montaña que es simultáneamente pulmón e identidad: El Ávila.
Sin embargo, respecto al consabido portal, en una o algunas de las 367 entradas relacionadas con el término (http://todochavez.gob.ve/todochavez/#search=Avila), estará registrada la intención expresa de Hugo Chávez de urbanizar la montaña como posiblemente no se le ocurrió a Pérez Jiménez, el transformador por excelencia del medio físico.
El talado de Santiago de León, la pequeña urbe que se hizo grande hasta alcanzar otras jurisdicciones, luce evidente, y, cuando pegó intenso el reciente y raro calor decembrino, por ejemplo, todos pensamos inmediatamente en la desarboladura nada casual que hemos sufrido.
Y, lo que es peor, las nuevas generaciones poco saben del espectáculo natural, florecidos los araguaneyes en la remota infancia, tal como lo disfrutamos en las adyacencias insospechadas del Foro Libertador, cercano al Panteón Nacional, con una pieza ubicada en el área de un edificio residencial.
Aguzando la vista, puede sorprendernos un excepcional detalle de la naturaleza en lugares ahogados por el cemento.
Al salir del Foro, sede de la Biblioteca Nacional, después de varias horas ensimismados, nos sorprendió el fogonazo amarillo de un araguaney que ojalá se mantenga en pie para siempre.
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