SERÁ

Por Javier Ignacio Alarcón

 

 

 

De la fiesta a la desolación

 

 

 

La vida boheme siempre ha sido una propuesta completa, que se define en su totalidad: música, líricas e imagen se deben recibir como un conjunto. Quizá por esto la imagen de su nueva producción discográfica, Será (2013), anuncio de su contenido (si es que la imagen no es ya, por sí misma, contenido), genera un impacto tan fuerte. Esto, particularmente, para quienes ya conocían a la banda.

           

Nuestra (2010) fue una propuesta colorida, sórdida, abrumadora, pero siempre invitando a la celebración. La banda se convirtió en la bandera de una clase media/alta venezolana contaminada por las aspiraciones pseudo-artísticas propias de la generación hipster. Así, las manchas de pintura, con todas sus connotaciones agresivas y, por qué no, sexuales, firma de la banda y de sus seguidores, fue también la marca de una generación narcisa y frívola, obsesionada con la imagen y la fiesta.

           

Frente a este contenido explosivo y celebratorio, nos encontramos en Será con fotografías en las cuales predomina el blanco y negro. Lo sórdido sigue presente, aunque ha pasado por un filtro de “reflexión”. Lo abrumador se transformó en melancolía y la celebración pasó a ser, aunque esto lo sabremos solo cuando escuchemos las canciones, conciencia y crítica social (aunque no se puede negar que esto ya lo encontrábamos en algunos temas de Nuestra).

           

La música continúa manteniendo un mismo estilo, creando los cambios necesarios para conservar la coherencia con el nuevo rostro de la banda. Predomina el matiz nostálgico que ya habíamos escuchado en el tema “Flamingo”, por ejemplo, de su producción anterior, en mi opinión la mejor canción de Nuestra. Así mismo, repiten algunos de los defectos que ya habían presentado previamente: el estilo se hace monótono, en ocasiones agotador, pues emplean ciertos motivos melódicos, armónicos y rítmicos que se repiten en casi todos los temas hasta el cansancio.

           

Sin embargo, este es el ámbito, el musical, en el que más ha crecido la banda. El nuevo disco no solo muestra una producción mucho más consciente y ambiciosa, sino que el sonido está muy bien logrado: La vida boheme, en este aspecto, se alza a las expectativas y las supera (en mi opinión). Además, logran separarse de su producción anterior sin perder su identidad. Esto, que no sería una preocupación para una banda de jazz, por ejemplo, parece ser un requisito indispensable en el mundo del rock, por razones tanto comerciales como artísticas.

           

Podemos citar, como prueba de este crecimiento musical, la canción “Angelitos negros”. El tema combina los sonidos rock con un compás de seis octavos, propio de la música venezolana. El resultado es una mezcla interesante entre el rock y la música tradicional del país, heredera de una amplia tradición de fusión venezolana, dentro de la cual podemos incluir, a manera de ejemplo, la onda nueva de Aldemaro Romero.

           

Resulta un problema complejo definir el nuevo matiz de esta banda que abandona su colorida explosión celebratoria para sumergirse en una melancolía incolora. Si tuviera que hablar desde una experiencia personal, el sonido de Será me generó una sensación de desolación. Esto coincide indiscutiblemente con la imagen que proyecta. Si su intención es, como discutiremos más adelante, destruir el mito del progreso, no deja de hacerse palpable en la música y la propuesta visual que La vida boheme, simultáneamente, construye otro mito, sustentado, en el desencanto.

 

Crítica social en una Venezuela post-Chávez

 

Es probable que sea un hecho accidental que este álbum haya sido lanzado después de la muerte del expresidente Chávez. Esto no cambia, sin embargo, que la percepción de Será, en tanto que producto cultural, se vea afectada por un acontecimiento tan significativo. Especialmente, si consideramos que el disco es una reflexión sobre Venezuela.

           

En la primera parte de esta reseña, señalé que el tema del álbum es el futuro, entendido como una promesa no cumplida. La deconstrucción, si se quiere, del mito del progreso. Ya este punto se vuelve problemático después de catorce años de un gobierno autodenominado progresista. Sin embargo, la crítica no se enfoca en la revolución, sino que abarca también los cuarenta años previos de “democracia” y el siglo veinte venezolano, en general.

           

Será señala la violencia, el abandono, el no-reconocimiento del otro, la inseguridad, la pobreza, etc. Tomando esto en cuenta, podemos decir que, si bien su crítica no se centra en los años del chavismo, parece recoger los tópicos propios del discurso de la oposición al gobierno autodenominado revolucionario. No quiero decir que La vida boheme sea la portavoz de este grupo político, afirmar esto implicaría reducir el disco a pura propaganda. Pero tampoco se puede negar que la coincidencia entre ambos discursos es evidente.

           

Revisemos algunos ejemplos. En el tema “Angelitos negros” se nos habla de la marginalización de las clases bajas venezolanas, para hacerlo la voz poética se pregunta qué derecho tiene de pintar los angelitos negros que, en el pasado, se ha negado a reconocer. En esta canción se puede apreciar perfectamente la doble cara del discurso. Señala la negación que se ha realizado del “otro” y, en consecuencia, busca o parece buscar reconocerlo. Pero, al mismo tiempo, se distancia de él, acentuando la diferenciación.

           

En “La piel del mal”, se le da una voz al excluído que está obligado a escarbar la piel del mal para sobrevivir al mundo de violencia que lo ahoga. En un tono similar, “Hornos de cal” retrata la vida de los habitantes del sector mentado en el título de la canción. Resumiendo, todos los temas que buscan plasmar la vida de las clases bajas venezolanas describen un ambiente violento, sucio y abrumador, sobre el cual la voz poética, de manera directa e indirecta, ejerce un juicio negativo: aquí encontramos el distanciamiento.

           

La vida boheme presenta, en Será, una voz crítica, pero su actitud frente a la sociedad Venezolana no deja de poseer una postura paternalista: se distancia de la realidad para señalar sus defectos desde una posición de aparente superioridad. El retrato que se hace de Caracas y de Venezuela es completamente negativo. En este sentido, la banda se convierte en la heredera de un discurso intelectualista que se ha vuelto la voz crítica de la oposición al gobierno. ¿El resultado? A pesar de los esfuerzos por reconocer al otro, se termina acentuando la división y la distancia entre el crítico y lo criticado.

             

¿No existe en Venezuela, incluso en los barrios y especialmente en las clases bajas, un mundo más allá de esta caricatura grotesca que nos muestra exclusivamente su aspecto negativo? Esta banda venezolana renueva un discurso que parece incapaz de reconocer al “otro” más allá de su carácter de oprimido y que lo señala como lo “malo” de la sociedad, como un error que debe ser corregido o un incapaz al que hay que rescatar. Al igual que Nuestra, Será vuelve a ser la bandera de una clase media/alta venezolana que, presionada por el cambio social, se ve obligada a observar a quienes habían sido invisibles. Pero, en el fondo, hay pura crítica y ningún reconocimiento real.

 

Los discursos del expresidente Chávez, a pesar de su tono violento y más allá de su contenido ideológico, daban, o parecían dar, una voz a los marginados. Para empezar, porque se nutrían de la cultura de las clases bajas: no señalaban a los excluíos, sino que los recogían en una voz con la que estos se identificaban. En contraste, las líricas paternalistas que encontramos en Será, y su expresa intención de reconocer al “otro”, se muestran, en mi opinión, insuficientes. Quizá de manera inconsciente, La vida boheme silencia las voces que quiere hacer escuchar, al cubrirlas con el retrato deformado de un mundo que parecieran no terminar de entender.

 

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