EDGARD GUTIÉRREZ: “EL ESCENARIO QUE VISLUMBRO ES UN FINAL CERRADO”. POR GABRIELA AMORÍN
Por Gabriela Amorín
Edgard Gutiérrez es Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas, Especialista en Sistemas y Procesos Electorales, también es Especialista en Opinión Pública y Comunicación Política. Autor del Libro “Fijando las Reglas del Juego: Elecciones, Partidos y Leyes Electorales en Venezuela 1958-2000”.
Durante varios años se dedicó a trabajar en el sector público, específicamente a nivel local en el área de Análisis y Monitoreo del Entorno Sociopolítico, modelación de Escenarios y formulación de Estrategias Políticas.
Ha servido como Director de Comunicaciones en campañas presidenciales y como Consultor en Estrategia y Comunicaciones en diversas campañas electorales a nivel nacional, regional y local.
Actualmente se desempeña como consultor en asuntos públicos para corporaciones, gobiernos y es asesor en campañas electorales. Es Director de la firma POLITY, Consultores en Asuntos Públicos.
Guayoyo en Letras: ¿Cómo se han venido desarrollando, según usted, las campañas de los candidatos? ¿Cuál ha sido la estrategia en cada caso?
Edgard Gutiérrez: Por parte del oficialismo, la estrategia ha sido inundar el mercado comunicacional con dos mensajes: 1) Chávez es invencible, pues así lo demuestran –afirman ellos– la mayoría de las encuestadoras desde hace meses y por eso no vale la pena votar y 2) Usar el miedo como herramienta, con afirmaciones del candidato a la reelección tales como “Después de mí, el diluvio”, “Si me voy acá habrá un caos” o bien “Si gana la oposición se eliminarán las misiones”. Ambos mensajes apelan fundamentalmente a la desmovilización. Pretenden lograr que los electores de oposición o los indecisos, se queden en su casa. Por otra parte, esta estrategia por razones de fuerza mayor se desarrolla básicamente en dos vías: 1) por televisión, usando de manera abusiva la Ley Resorte para gozar de 10 minutos diarios (la mayoría de ellos en prime time) para convencernos de las bondades del actual gobierno con un sesgo profundamente electoralista y 2) Con apariciones esporádicas de Hugo Chávez quien tiene una movilidad muy limitada producto de su enfermedad.
Por su parte, la campaña de Henrique Capriles, a sabiendas de las profundas asimetrías y ventajismo existentes en el acceso a medios de comunicación y recursos económicos, ha desarrollado una estrategia de “tierra”. Esto es, un despliegue territorial para personalmente visitar muchas comunidades y localidades (la mayor parte de ellas recónditas y abandonadas) para hacer crecer su opción precisamente en los lugares donde es necesario incrementar la votación opositora. Es notorio como la inmensa mayoría del tiempo del candidato –el recurso más escaso y preciado en una campaña– se dedicó a esta tarea. La estrategia es complementada por un discurso de alto contraste entre las propuestas etéreas del oficialismo y la oferta electoral en temas concretos (seguridad, empleo, infraestructura, por ejemplo) y la crítica a la falta de resultados de un gobernante que ha estado por más de 14 años en el poder.
Vale decir que si la clave de la campaña oficialista es el miedo, en el caso opositor es la esperanza.
G.L.: ¿Hemos visto acciones improvisadas por parte del Comando Carabobo y el candidato oficialista o todo ha sido parte de una misma estrategia?
E.G.: Hemos visto una campaña atípica en el oficialismo. Usualmente, la disciplina en el manejo de los temas es muy alta y la ejecución de la agenda electoral es muy precisa. Este no ha sido el caso en 2012. El chavismo sufre un problema importante de agotamiento de su discurso para persuadir y por ello, se ha refugiado últimamente en la campaña negativa: es necesario bajar al adversario amplificando sus defectos. Más que improvisación, yo diría que el Comando Carabobo, empezando desde su candidato hasta sus voceros, más bien han sido reactivos a la comunicación de Capriles y se han colocado buena parte del tiempo a la defensiva. Hecho éste que es inédito en la historia electoral venezolana reciente.
G.L.: ¿Cómo analizaría usted los efectos que ha tenido la enfermedad del candidato oficialista en los diferentes períodos de la campaña?
E.G.: Al principio, logró mitigar los efectos de la convocatoria opositora a las primarias. Chávez dominó el debate y lejos de ser una narrativa de Chávez vs. Capriles, por algún tiempo fue Chávez vs. El Cáncer. Sin embargo, a sabiendas que esa es una debilidad estructural (pues poca gente votaría por alguien enfermo), el propio aspirante a la reelección se encargó personalmente de sacar este tema de la agenda.
Lo que sí es claro es que aún el tema sigue estando ahí aunque sea de bajo perfil, pues el mínimo despliegue de Chávez como candidato es signo inequívoco que sus condiciones no son buenas. Basta con hacer una simple comparación entre su desempeño candidatural de 2006 y el actual.
G.L.: ¿Cuáles considera los escenarios más probables el 7 de octubre?
E.G.: Eso depende de la encuestadora que usemos como guía, pero en mi criterio, creo que nos podemos estar acercando hacia un final cerrado, muy ajustado en el que la victoria podría ser objeto de muy pocos puntos. La clave –como he afirmado públicamente en otros espacios– será entonces la capacidad que tengan los factores políticos para movilizar a sus votantes.
Aunque parezca obvio decirlo, las elecciones se ganan o se pierden el día de la elección y aún más en una elección que bien podría ser la más reñida que haya visto nuestro país en mucho tiempo. Vale repetir esta frase hasta el cansancio: una cosa son las que dicen las encuestas, otra distinta podría ser el desarrollo del día de la elección.
Resumiendo: el escenario que vislumbro es un final cerrado y en éste, puede haber oportunidades para ambos aspirantes. Hay que destacar que Chávez ha ganado elecciones presidenciales por ventajas cercanas o superiores a 20 puntos. Que hoy la elección esté cerrada nos habla de las grandes oportunidades que tiene la oposición de materializar un cambio político.
G.L.: ¿Sucesos como el caso Aponte Aponte, Caso Caldera, Amuay, inundaciones, etc., han afectado las tendencias electorales significativamente?
E.G.: La alta polarización no permite que estos hechos alteren las tendencias. Los tracking polls que conozco indican que lejos de haber inflexiones motivadas por estos hechos, los números mantienen su mismo ritmo y curso.
G.L.: ¿Guerra sucia o se vale todo en la política?
E.G.: Además que es éticamente condenable, cuando se apela al expediente de la propaganda negra es porque algo en tu campaña no está funcionando bien. Si hubiese una brecha importante a tu favor, la mejor manera de ensancharla es incrementando tus positivos, nunca tratando de aumentar los negativos de tu adversario.
G.L.: ¿A quién están favoreciendo los indecisos?
E.G.: Varias encuestas demuestran que, cuando se escrutan en profundidad los indecisos o aquellos que no están respondiendo, la mayoría de ellos se decanta por apoyar la opción de Henrique Capriles
G.L.: ¿Cómo pronostica que será el comportamiento de la abstención en esta contienda? ¿Sigue habiendo desconfianza en el secreto del voto?
E.G.: Esa es una de las pocas cosas en las que coinciden la mayoría de las encuestas: la participación será bastante alta. Es usual que así sea porque las elecciones presidenciales son las que generan mayor interés y concurrencia a las urnas. En ese sentido, creo que es razonable esperar una abstención que esté entre el 20 y el 25%.
G.L.: ¿Por qué una guerra de encuestas? ¿Por qué han sido tan difíciles para las encuestadoras estos comicios?
E.G.: Porque hay muchos intereses en juego. La guerra de encuestas viene siendo promovida por el gobierno desde el propio mes de febrero con la promoción de encuestas que en mi criterio o no tienen trayectoria, o carecen de prestigio o que además tiene un margen de aciertos muy bajo.
Pero más allá de una guerra de encuestas, si consideramos sólo a las más reconocidas, podríamos hablar más bien de un “desorden de encuestas”. Las encuestadoras discrepan sobre todo, por sus estimaciones en torno a los indecisos. En algunos sondeos el porcentaje es inusualmente alto y no explican de manera muy clara cómo se comportarían; empezando por el mismo hecho de cuántos de ellos estiman que concurrirían a las urnas. Sin duda, existe una atmósfera de aprehensión, en la que responder puede implicar costos para el entrevistado. Algunos lo llaman miedo, yo prefiero llamarle cautela.
La mayor evidencia de esto que digo se ve reflejado nítidamente en el último sondeo de la firma Consultores 21 del 18 de septiembre: cuando se le pregunta de manera abierta a las entrevistados como votan, Capriles obtiene el 46,5% y Chávez el 45,7% (apenas 0,8% los separa); pero cuando se hace el “ejercicio de voto simulado en urna” Chávez obtiene exactamente lo mismo y es Capriles el que gana todo el voto adicional que proviene de los No Sabe No Contesta. Mayor evidencia de eso, imposible. Sólo he visto algo similar en una encuesta de cierre del IVAD a una semana de celebrarse el referendo por la Reforma Constitucional de 2007.
G.L.: ¿Ve usted a Hugo Chávez poniéndole la banda presidencial a Henrique Capriles?
E.G.: Buena pregunta, pero acá entramos en el campo de las meras especulaciones. Si me atreviera a pisar ese terreno, diría que quizás veamos una escena similar a la febrero de 1999: un presidente que se negó ponerle la banda al otro y debió ser alguien del parlamento quien debió acometer esa tarea.
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