SEGURAMENTE ESTO FUE UN SUEÑO

Por Gabriela Amorín

 

A continuación no pretendo realizar una compleja disertación súper racional y argumentada, se trata más bien de una especie de crónica reflexiva, casi a modo de catarsis, como joven venezolana, sobre lo ocurrido el día 7 de octubre de 2012.

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El domingo, un común sentimiento a las casi 3 de la madrugada me abrió los ojos y no me dejó cerrarlos. Acostada en la cama esperaba la nefasta diana para, a modo de despertador, comenzar el largo y angustioso día, cual soldados. A pesar de la molestia que me produce este simbólico artilugio oficialista, me desperté algo animada. No tardó en aumentar mi ánimo cuando a lo lejos oí un camión que ponía “está aclarando la mañana en Venezuela…”.

 

Como todos, desperté, desayuné, café para aguantar la jornada y salí. Luego de varias vueltas por la ciudad, en las cuales aproveché para comprar el periódico del día, porque algo me decía que esa publicación iba a quedar para la historia y debía conservarla, me encaminé a mi centro de votación. Cuando llegué, alrededor de las 7 de la mañana, comencé a pensar que realmente mi emoción tenía sentido. Nunca antes vi tanta gente a esa hora, en ese centro electoral, fue lo que pensé. Mientras caminaba desde el inicio de la fila, hasta el último lugar, no pude evitar que mi piel se viera afectada por éste entusiasmo; absolutamente conmovida y erizada llegué a mi lugar. Las opiniones a mi alrededor no eran muy diferentes, uno más o menos veía en las caras que había una exaltación general.

 

Después de larga espera, durante la cual me entretuve leyendo un libro y con mi periódico del día orgullosamente bajo el brazo, VOTÉ. Sencillo, rápido y nada doloroso. Obsesivamente revisé mi opción, presioné, introduje la papeleta en la caja, firmé y mojé mi meñique de morado, símbolo nacional de la “democracia”.

 

Para este momento sólo comenzaba el día. Todo lo que quedaba era hundirse el resto de las horas en la televisión y las redes sociales, las cuales, por cierto, fueron protagonistas. Envueltos en la incertidumbre, víctimas de rumores, manipulación mediática y lucha entre esperanza y calma, así fueron pasando las largas horas.

 

La excesiva confianza que teníamos algunos, generada por encuestadoras, discursiva política barata, triunfalismos desproporcionados nos dejó llevar demasiado.

 

En la noche comenzaron los rumore de que ¡hemos ganado!, al mismo tiempo las miles de irregularidades en todo el país en cuanto a funcionamiento de las máquinas, lentitud de los procesos, violaciones (obvias) a las normas electorales, amedrentamiento… Pasamos la noche esperando que alguien, quien fuera, saliera en pantallas y dijera cualquier cosa, sólo para verle la cara, para ver si lográbamos ver algo en cada parpadeo, en cada palabra, en cada sonrisa.

 

De un minuto a otro, todo cambió. Comenzaron a rodar los rumores que desmentían los anteriores, ¡hemos perdido!, desesperación, calma, desesperación… así íbamos. Haciéndonos una auto-terapia de optimismo a ver si con eso podíamos lograr cambiar algo de lo que se venía, buscando con quien hablar, el amigo de un amigo que conoce a alguien que “es un chivo” y sabe lo que dice. Más de lo mismo.

 

8062631328 b01855d1cb z-600x400Fuegos artificiales cada vez más frecuentes se oían en las zonas tradicionalmente “rojitas”; los típicos motorizados y delincuentes disfrazados de un partido, los movimientos en el CNE, una rueda de prensa funesta, intimidante y desconcertante. Desaparecen los líderes de oposición. En Facebook, Twitter y teléfonos inteligentes son difundidas absolutamente todas las hipótesis posibles, que lo único que consiguen es aumentar los niveles de ansiedad.

 

La “tortilla se volteó”. Las encuestas fallaron, los líderes fallaron, los periodistas también. Todos sentimos que todo salió mal. Comenzó el declive de un ánimo que había comenzado optimista y jubiloso. Malas caras y tensión, frustración.

 

El momento esperado, el CNE anuncia los resultados y, como ya muchos sabíamos, da ganador a Hugo Chávez. No conforme con ello, el margen de diferencia de más de 1 millón de votos. Algunos lloran, otros inertes frente al televisor, todos buscando razones, preguntándose ¿qué pasó?, ¿por qué? Y en otros lugares festejaban con música, cantos y fuegos artificiales… ¡Ah! Y disparos.

 

En ese momento comencé a reflexionar a través de otros; en un estado medio pasmado comencé a leer absolutamente todo mi time line de Twitter, viendo opiniones, reacciones y comentarios generales; quizá buscando respuesta, también. Así estuve alrededor de quince minutos sin decir una palabra.

 

En primer lugar, los premios de consolación no son mi estilo, no me satisfacen; esperar 6 años más bajo las condiciones de país en que vivimos, va a significar haber tenido que sobrevivir durante toda mi juventud; desde los 11 años no he vivido nada diferente a este gobierno nefasto e ineficiente y, al parecer, no viviré nada distinto hasta mis 30… y sin muchas esperanzas; me disculpo con los más eufóricos optimistas.

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Se supone que en la juventud es cuando crecemos, disfrutamos y por lo general, tenemos pocas preocupaciones. Cada año que ha pasado, los jóvenes venezolanos hemos tenido que vivir la angustia de un pueblo fraccionado en dos bandos que se odian y se violentan de todas las formas posibles; hemos vivido más de una elección por año, por lo tanto, tenemos 14 años en campaña intensa, invasiva, agotadora y los que quedan; vivimos perennemente acosados por el hampa, la violencia y la delincuencia; el caos en todos los aspectos se apodera de las ciudades y pueblos, el desempleo y el alto costo de la vida, logra frustrar a cualquier joven que pretenda desarrollarse y crecer, sin contar con la frustración de luchar cada día de nuestras vidas por un país que amamos y queremos cambiar, pero que al parecer, mucho tardará en salir de la oscuridad. Como Sísifo, que sube la montaña, una y otra vez, con la roca a cuestas, porque cuando llega a la cima, la roca cae… debe volver a comenzar. Pero este personaje debió ser un gran testarudo.

 

Entonces, ¿Cómo quedamos los jóvenes que queremos salir adelante, que queremos progresar y que no se ve luz sino, a lo mejor (angustiante palabra), hasta que hayamos dejado toda nuestra juventud atrás? Una pregunta que quedará sin responder.

 

Por último quisiera aclarar un punto que me preocupa y creo compartir con muchos. Nunca viví la famosa 4ta República, no soy parte, ni responsable de adecos, copeyanos, cúpulas podridas, dinosaurios, pacto de Punto Fijo, Caracazo, 4 o 27 de febrero. Los jóvenes estamos pagado los errores de aquellos que no supieron hacer lo que debían, como debían, debemos construir el desastre de nuestros antecesores, tenemos que soportar los desaires que todo esto implica. Imaginen cómo podemos sentirnos hoy los jóvenes venezolanos.  Es injusto decir que merecemos esto.

 

La situación es compleja y el futuro incierto. Hoy me dejo llevar por el infortunio y hablo desde la emoción; seguramente, en unos días, continuaré en alguna lucha.

Todos estos años han sido, sin duda, de gran aprendizaje, los jóvenes venezolanos de hoy, pronto crecimos con un corazón enorme, un fervor y un amor por la patria, pocas veces visto. Nacimos y crecimos luchando por una Venezuela que nunca hemos vivido pero sabemos que queremos.

 

El día terminó. Acostada en mi cama con ojos cerrados. A lo lejos comencé a escuchar, nuevamente, la nefasta diana… por un segundo pensé que el día estaba comenzando, seguramente esto fue un sueño.

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