Atraco con cara de tatuaje
Por Aranesvid López
@araismos
Mi historia a simple vista podrá verse superficial, más aún cuando tomamos en cuenta la situación país que estamos atravesando, pero la considero un reflejo de lo que estamos viviendo, es una situación que puede extrapolarse.
Soy una mujer a la que le gustan los tatuajes, hace más de una década comencé a llevarlos en mi piel, pero desde alrededor de unos 6 años no he podido realizarme ninguno. Las razones van desde un problema de salud que se me presentó hasta el dinero, cada día estaban más costosos, pero hace unos meses decidí que era el momento y comencé a buscar con quién hacérmelo.
En Venezuela contamos hoy día con excelentes tatuadores, cada día son más las muestras de trabajos que son sencillamente piezas de arte llevadas en la piel; entre esos hay uno que desde hace un tiempo sigo por la conocida red social de Instagram y fue la primera opción para preguntar por el costo de la sesión.
Para los que desconocen los procesos para realizarse un tatuaje, les explico brevemente: una vez que sabes qué deseas hacerte y lo muestras al tatuador, él te indica en cuantas sesiones puede hacerse el tatuaje y el valor de dicha sesión. El tiempo entre una y otra depende de muchas cosas, como por ejemplo: el tiempo en que sane totalmente el trabajo que llevas realizado y la disponibilidad de citas para concretar el próximo encuentro.
Logré ponerme en contacto, a través del correo electrónico de la tienda donde trabaja, con el tatuador con el que deseaba hacerme mi nueva pieza (el nombre del personaje y nombre de la tienda que me reservo porque la idea no es hacerle mala publicad a nadie). Le comenté qué deseaba hacerme, el tamaño, la zona del cuerpo donde iría y los demás detalles que solicitan y en un par de días recibí mi respuesta.
En efecto, tenía disponibilidad para hacérmelo, lo cual fue ya motivo de emoción para mí, ya que al ser un tatuador de los mejores siempre está súper ocupado y las citas no son fáciles de conseguir, pero la felicidad me duró un pestañeo al continuar leyendo y dar con el costo de la sesión. Me explican que el valor de la sesión es, nada más y nada menos, de 150 DOLARES y calculados al cambio del dólar innombrable, por lo cual debo chequear antes de asistir a mi cita en cuánto se encuentra el cambio de ese día y ese será el costo de esa sesión, también se me aclara que puedo pagar en cualquiera de las dos monedas (bolívares o dólares). Sencillamente no podía creer lo que estaba leyendo.
¿Por dónde comenzar a describir todo lo que se me cruzó por la mente?
Me sentí absolutamente burlada, no daba crédito a leer que me estaban cobrando; antes que nada, en dólares en Venezuela ¡En dólares!, y no dejaba de pensar en que era un venezolano, que vive, conoce, padece, la situación que estamos atravesando y se da a la tarea de aprovecharse descaradamente de ello. Además, su trabajo, por muy excelente que sea -eso no lo pongo en tela de juicio- se revaloriza cada minuto ¿por qué? ¿Por qué el costo de su trabajo sube y sube y sube cada día? Se sabe que los materiales que usan en su mayoría, si no todos, son importados, pero ¿acaso compra materiales todos los días? Haciendo un cálculo del cambio del dólar innombrable actual y los posibles aumentos que sufra en los siguientes meses, el costo de mi tatuaje ronda los 500 mil bolívares, si recordamos agregarle los tres ceros que fueron cómodamente removidos, estamos hablando de 500 millones de bolívares.
Me dirigí a él directamente por mensaje privado por Instagram, donde le comenté que me parecía una inconsciencia que estuviese cobrando de esa manera, sobre todo con lo que estamos viviendo; en fin, le dije mucho de lo que he comentado anteriormente, y le agradecí de igual manera por tomarse el tiempo para responder por mi solicitud. ¿Cuál fue su respuesta? “De nada, siempre a la orden”. No le interesa, así de simple, no le duele, no le remuerde la consciencia saber que se está lucrando es suficiente.
El asunto aquí no es el tatuaje, no es no poder hacerme la pieza con esa persona en específico, va un poco más allá de eso. No planteo que las personas, indistintamente de aquello en lo que se desempeñen, regalen su trabajo, cada cosa tiene su dificultad, su preparación, su valor, pero esto ya es demasiado. Es un robo que cambia un arma de fuego por una máquina para tatuar.
¿En qué momento nos convertimos en esto? ¿Cuándo, como venezolanos, pasamos de comprender lo que estamos viviendo a sacarle provecho de todas las maneras posibles?
Así como me ocurrió esto a mí con un tatuaje, le debe haber ocurrido, estar ocurriendo o estar en vías a ocurrirle, a más de una persona con la compra de un apartamento, de un vehículo, de unos zapatos, de un celular, de un paquete de arroz…
Lo único que creo puedo pedir es que no nos convirtamos en cómplices de la viveza, de la especulación, de sacarle provecho a todo como unas sanguijuelas; somos mucho más que eso o por lo menos yo deseo con todas mis fuerzas creer que todavía somos más que eso.
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