Azul
Nos sentamos en la orilla de la churuata con los pies colgando a un metro del agua que nos separaba por los cuatro lados de una fortaleza de árboles. Detrás de ella estaba todo lo demás: la gente, el peligro, la sequía. En el centro estaba nuestra vida; nuestros sueños, los recorridos que haríamos, las comidas que probaríamos al cruzar las fronteras, la música y nuestras manos enlazadas. Te lancé al agua y pegaste un grito pero luego chapoteabas riendo en medio de amenazas infantiles. Esa fue una mañana brillante y cálida en la que escuchamos el rumor del viento golpeando con suavidad nuestras caras.
Esta es una tarde seca sin colores ni árboles ni orillas; una muralla que no me deja ver el recorrido que haces ahora. Quisimos caminar. Quisimos ser libres y reír con ganas una sola vez en la vida sin parar hasta la vejez.
Ya no sé cuántas veces ha cambiado nuestro pueblo de alcalde pero sé que ya debes estar por llegar. Aprendí a creer siempre en ti.
Cómo es la calle en la que vives por ahora es así como todo lo que quisimos o es vacía y sin árboles y sin signos de interrogación cómo es cómo tienes el cabello es largo es corto tienes canas huele a mandarina o a comida recién hecha a qué huele tu cuello cómo miran tus ojos en las mañanas y después de una siesta miran todavía como me gusta como me gustaba como los quiero por qué ya no los veo por qué salí y al volver simplemente ya no estabas.
Mis pulmones resbalaron dentro de mí hasta mis pies pasando entre músculos y órganos y cada vez que camino siento algo asfixiante…
Leo siempre la nota que hiciste en mi último cumpleaños a tu lado y cuando lo hago tu caligrafía se convierte en un latido que me habla con tu aliento de bosque. La habías atado con una cinta delgada de tu color favorito que decías era puro como el cielo. Me pregunto si todavía lo será. ¿Lo recuerdas? Era azul.
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