Crónica del subdesarrollo

CRONICA-SUBDESARROLLO

8.00am – 12.00pm Es 23 de diciembre y nos levantamos con el objetivo de salir a realizar unas compras breves con motivo de las fiestas decembrinas. A pesar de la situación, es preciso conservar cierta alegría para no perecer. Después de un desayuno breve, sacamos el carro para meterlo en un estacionamiento cercano y continuar el recorrido hacia el centro de la ciudad a pie. – Vamos al estacionamiento de La Previsora– pensé, ya que es el que más cercano se encuentra de la estación del metro.

Al desembocar en la cota mil, el tráfico era insoportable. Parecía extraño, puesto que a esa hora no hay casi carros. ¿La razón? Unos camiones militares ocupaban todo un canal, simplemente estacionados. Después de media hora de lento avance, logramos continuar hacia nuestro destino. Llegamos al estacionamiento y nos entregaron el consabido papel. “Abierto hasta las 9.00pm” dice el gran cartel de la entrada.

Al tomar el metro, mi madre se adelanta, ya que pasa gratis por la tercera edad. Sin embargo, por un malentendido, nos separamos y terminé llegando yo al centro primero que ella. Quitaron la señal de los celulares Movistar, así que tuvimos que hacer grandes esfuerzos para llamarnos y volvernos a encontrar. Pero finalmente, hemos llegado.  

El gentío desenfrenado, la suciedad, el mal olor y el mal gusto son las principales características de esta área de la ciudad. Era imposible entrar a las tiendas sin dar codazos, a pesar de los precios exorbitantes: – ¿Cuánto la muñequita?- 100mil bolívares, -¿Cuánto este sartencito?- 118mil bolívares, – ¿Y una humilde pantaleta?- 7mil… ¡je, je! Cabe destacar que después de muchos esfuerzos, fue inútil conseguir en toda el área un solo paraguas.

12.00pm -13.00 pm En una de las tiendas sucede lo típico en Venezuela; en medio de la cola tres personas adelantan con total frialdad por encima de todos para pagar. Sin poder contenerme les digo “Se están coleando descaradamente” y se voltean con hostilidad y me responden retadoras: “¿Qué?”-a lo cual repito la sentencia esperando con los puños apretados. Sin embargo la respuesta fue más descarada aún: – “no, venimos de la otra tienda de allá, somos vendedoras”. No entendí nada.

13-00- 15.00pm Al caminar por las calles me doy cuenta que el mal de este país no consiste meramente en su gobierno. Personas que tiran vasos de café en la mitad de la acera, olor a pipí en todas partes, muros grafiteados y deterioro por doquier saltan a la vista  y SON CULPA DIRECTA DE SUS CIUDADANOS. Sin embargo, y en medio de todo este desorden, conseguimos un sitio especial en medio de la plaza; “Artesanos”. Allí en un sitio de estilo europeo, sirven distintos tipos de café con ingredientes especiales como azúcar de naranja y brandy, sándwiches, vinos y ponquecitos.  

Nos sentamos y olvidamos por un rato de la realidad fuera del local. Sin embargo,  al querer ir al baño recordamos rápidamente en dónde estábamos; no hay agua y está cerrado. Al salir de allí y mientras conteníamos nuestra vejiga, planificamos las diligencias que faltaban por hacer y estuvimos el resto de la tarde terminándolas.

18.30 – 22.30 pm Al llegar a buscar mi carro, cuál es mi sorpresa ver que el estacionamiento está completamente cerrado. ¿Por qué cerraron? Pregunté, y me dicen “siempre cerramos a las 6pm”a lo cual respondo: –“pero el cartel afuera dice que es hasta las 9.00pm, y además el ticket también”- respondí. Los vigilantes, prácticamente, se burlaron de mí y no respondieron nada coherente. Después de una gran sensación de ira que me consumía hasta la médula, pateé varias veces la reja, dije algunos improperios y agarré el metro. Ahora el carro se quedará encerrado hasta el lunes, sin remedio y gracias a la ineptitud general de los servicios públicos, como siempre.

Dentro del metro cada estación tiene un mendigo diferente y la suciedad del piso es abrumadora. En las sillas, siempre hay una persona que resalta en alta voz lo bien que la estamos pasando. Siento que voy a morir de tanta ira acumulada. Pongo la música, para no escuchar más. Ya en La California nos reencontramos y decidimos tomar unas cervezas. Al llegar las 10.00pm mi mamá se empieza a estresar porque no podremos subir y le digo relajada:- “¿Por qué, si los carros trabajan hasta las 11.30pm?”.

22.30pm- 23.00pm Reza el dicho popular que “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Tenía razón la vieja: al llegar a la cola de los carros el fiscal nos recibe con esta grata sentencia “no me hago responsable si no bajan más carros, están bajo su propio riesgo aquí parados”. Son las 22.30 de la noche, TODAVIA FALTA UNA HORA COMPLETA  para que se acabe el servicio de carros.

Para nuestra suerte el carro bajó  y el chofer habla con el fiscal brevemente: “llama a zutano (otro chofer), para que baje, que aún quedan pasajeros”“No puedo, no tengo celular, me lo robaron”. Durante el viaje, las tres personas de atrás comenzaron despotricar del país, si se van, si se quedan, el gobierno, la oposición… estoy harta.

Y estoy harta porque me doy cuenta que el subdesarrollo en donde está inmerso el venezolano no va a solucionarse, así nos baje a gobernar Jesucristo. Son todos los culpables directos de este desastre al estar en permanente búsqueda de la evasión de reglas, de que el otro esté fregado mientras ellos salen a flote, y el gobierno actual es simplemente un bello reflejo de esta  idiosincrasia. No querer cumplir horarios, no tener reglas de ningún tipo y jamás pensar como un colectivo nos llevará a continuar en años y años de miseria. Mientras sigamos pensando como víctimas y no como transformadores de realidades, estamos destinados a la perdición como país.

Paola Sandoval
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