En busca de un cuerpo

El cuerpo es el recipiente de nuestra identidad, se transforma continuamente a lo largo de nuestra  vida y desempeña un papel fundamental en la imagen que tenemos de nosotros mismos y en la que ofrecemos a los demás.  La imagen corporal no sólo está integrada por nuestra anatomía sino que también incluye experiencias emocionales y relacionales, quedando influida también, por el mundo que nos rodea.

Por su parte, la belleza ha sido considerada como un valor desde el inicio de la civilización, tal vez por el placer que causa y por lo que puede movilizar, como las emociones y los sentimientos, resumidos en la experiencia estética.

En un intento de entender y manejar la belleza, se le ha llegado a atribuir un valor numérico: phi (1,618), número áureo o de la divina proporción, aplicándose a la naturaleza, al arte,  a las construcciones e incluso al cuerpo humano. Los cánones de la belleza, han variado a través de las diferentes épocas y culturas, por lo que obviamente no es universal ni escapa de la influencia social.

Algunos autores, con una visión sociológica señalan que en la actualidad, el cuerpo se ha transformado en un bien de uso y consumo, que se trata como un objeto al que se le exige perfección basada en ficciones, distorsionando la experiencia que la propia persona tiene de su corporeidad, fomentando la insatisfacción y la angustia al no encajar en un patrón establecido y alterando las bases de la identidad personal. En relación con este punto, tal vez sea al contrario, pues es una identidad alterada la que puede conducir a un tratamiento cosificado del cuerpo.

Aunque no todos son vulnerables en ese sentido, se observa un número  creciente de personas que procuran ajustarse forzosamente a un pretendido ideal de perfección física.  Tres décadas atrás, las quinceañeras en general, hacían su “debut en sociedad” con una fiesta o un viaje a otros continentes, según su nivel socioeconómico. Hoy la mayoría, independientemente de su estrato social y género, anhelan  implantes y demás modificaciones corporales, deseo que comparten personas de mayores edades. ¿Cuál es la diferencia entre quienes tienen estas necesidades estéticas y quienes no?

Muchos opinan que en estos casos hay una falla de autoestima y que por la incapacidad de amarse y valorarse a sí mismos, buscan en los otros la ansiada admiración, mediante el cumplimiento de esos requisitos estéticos. Este fenómeno parece intensificarse durante períodos existenciales críticos, como la adolescencia o el inicio de la tercera edad. Los adolescentes quieren ingresar en el grupo de las curvilíneas y los apolíneos a toda costa, las personas de la tercera edad, en el club de los jóvenes eternos; no es importante ser, sino parecer a costa de lo que sea, lo cual es característica de nuestro tiempo, pues como es bien sabido, estamos en la era de la imagen y en la que además, la individualidad tiende a borrarse. Probablemente por eso, se ha dicho que la cirugía estética es el burka occidental.

No importan las  molestias, sufrimientos e incluso los riesgos para la salud y la vida, que  pueden acarrear el porte de prótesis en el cuerpo, un adelgazamiento quirúrgico o un “refrescamiento”, el imperativo es “lucirlos”.

Según algunos testimonios, cuando de prótesis se trata, los cirujanos plásticos intentan limitar su tamaño, para conservar las proporciones corporales, pero en muchos casos no lo consiguen, pues las pacientes exigen un tamaño inversamente proporcional a su autovaloración, que termina siendo excesivo.

Algunas pacientes reportan una sensación de ajenidad,  al tocarse las prótesis ya insertas, conscientes de que no forman verdaderamente parte de sus cuerpos, lo cual puede resultar paradójico pues más allá de la urgencia de aprobación que las lleva a operarse, pareciera estar presente la necesidad de completar una identidad no lograda, para llegar a “ser “ con sólo parecer.

Algunos hombres, parejas de esas mujeres “de nueva y uniformada imagen” manifiestan acostumbrarse al cambio y a las limitaciones que se imponen y que dependen de la zona corporal donde las prótesis se hayan implantado.

Cabe preguntarse si después de todo el esfuerzo físico, psíquico y económico que implica la realización de una cirugía estética, puede ser en verdad gratificante o nutritiva la admiración del  otro si no se cuenta con la propia estimación y más aún si se puede llegar a ser quien auténticamente se es, con solo parecer.

Mariela Ferraro
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