Etiquetas

El ser humano se enfrenta todos los días a una realidad muy compleja; para simplificarla y poderla manejar, él dispone de una serie procesos mentales, así como de diversas herramientas externas; una de estas es la etiqueta, entendida como una palabra que se usa para identificar y suministrar información sobre todo lo que le rodea y que sirve de base para construir un orden.

Según diversos estudios realizados en el área de la psicología evolutiva, el niño nace preparado para agrupar a la gente en categorías, antes de recibir cualquier tipo de adiestramiento; de manera que a los dos años de edad, puede distinguir entre la persona del sexo masculino y femenino, diferenciando también el comportamiento que puede esperar de cada una. De este modo, ya ha asignado sus primeras etiquetas. 

En todas las áreas del conocimiento las etiquetas están presentes, así como en el ámbito social y en el cultural; toda información disponible se organiza en categorías con su correspondiente etiquetado, a fin de facilitar su comprensión, asimilación y manejo, lo que deja en evidencia no sólo su utilidad, sino también su necesidad. 

Hombre, mujer, joven, viejo, enfermo, sano, bonito, feo, bueno, malo, alto, bajo, negro, blanco, honesto, tramposo, inteligente, bruto, educado, ignorante, gentil, grosero, torpe, hábil, son unos pocos ejemplos de las innumerables etiquetas usadas para identificar a las personas, que no solo contienen una descripción parcial de  ellas, sino que producen unos efectos.

El filósofo ghanés Anthony Appiah señala que las etiquetas proporcionan un sentido de pertenencia en el mundo social, construyen la identidad, influyen sobre la forma en que las personas tratan a los otros y son tratadas, sirven de base para establecer jerarquías y estructuras de poder, edificando un orden.

Pero no todo es beneficio cuando de poner nombres se trata, pues las etiquetas pueden acarrear consecuencias negativas que resulta necesario conocer. El nombrado filósofo indica que las etiquetas pueden dar origen al estereotipo.

Podríamos entender el estereotipo como la persona a la que se le adjudican etiquetas a la ligera, con base en características superficiales, fundadas en la falta de conocimiento y en prejuicios; los  resultados pueden ser devastadores. 

Uno de ellos es la estigmatización, que se muestra de formas muy variadas; un buen ejemplo es el de las enfermedades psiquiátricas, aunque obviamente no es el único y tal vez ni siquiera el peor. Al hacerse un diagnóstico, el sujeto queda marcado de modo definitivo. Muchos dirán que el diagnóstico es necesario para aplicar el tratamiento adecuado y es cierto, pero también es necesario reconocer que se ha incurrido en abuso de diagnósticos, lo que ha traído más problemas que soluciones. El sujeto  etiquetado con la opinión psiquiátrica, queda limitado en muchas áreas de su vida, cuando no rechazado, en lo social, en lo laboral e incluso, dentro de su propia familia. 

Pero hay muchos otros ámbitos en los que se usa la etiqueta, sin ese  objetivo sanador; las etiquetas pueden colocar a la persona en una situación de minusvalía sin que exista una verdadera justificación. Si bien es cierto que todo individuo tiene características positivas y negativas, destrezas y torpezas que debe conocer, resulta perjudicial que acepte cualquier calificativo que se le atribuya a la ligera. 

En ciertos casos, las personas que no tienen claridad sobre algunas o muchas de sus características individuales, buscan y aceptan cualquier etiqueta que se les pueda imponer, quedando limitadas sin una auténtica razón e impedidas de verse a sí mismas como son en realidad. 

Cuando un sujeto afirma que es torpe para determinada tarea, se corta cualquier posibilidad de tener éxito realizándola y acepta resignadamente su etiqueta, probablemente impuesta sin una causa real; así, asume una actitud miedosa e incluso cómoda, conformándose con su etiqueta limitante, sin hacer esfuerzo alguno para zafarse de ella ni superar obstáculos. 

Es importante prevenir la aparición de esta problemática incluso desde la infancia; muchas veces los propios padres etiquetan a sus hijos sin darse cuenta y con la mejor intención, exponiéndolos a quedar sometidos por futuras limitaciones o fracasos que pueden evitarse.

Mariela Ferraro
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