EL BANDWAGON EFFECT Y LA POSIBLE DERROTA DE CAPRILES.
Por Andrés Volpe
Freedom granted only when
it is know beforehand that
its effects will be beneficial
is not freedom.
Friedrich A. von Hayek.
“Móntate en el autobús del progreso”, es quizás una de las frases que más han resaltado en la campaña electoral. No obstante, su éxito no se debe a que es una novedad, por el contrario, es una técnica política muy vieja. Tuvo su origen en la campaña política de un payaso llamado Dan Rice que en 1868 intentó ser Presidente de los Estados Unidos. Su campaña fue exitosa y muchos políticos norteamericanos se montaron en su bandwagon o como diríamos en la actualidad venezolana, en el autobús.
Ahora bien, la idea del bandwagon ha tomado otra connotación. En comunicación política y psicología de grupos se entiende como el efecto que ocurre cuando una creencia u opinión aumenta su probabilidad de ser adoptada proporcionalmente a la cantidad de gente que ya la adoptó, aunque su fundamento sea ilógico e irracional. Esto obedece también al pensamiento filosófico en el cual la realidad es lo que uno quiere que sea, es decir, todo es subjetivo y sujeto a una percepción, si se quiere, autoritaria en cuanto no contempla la posibilidad de desmentirse.
¿Qué significa esto para el 7-O?
Considerando que el apoyo electoral de los dos candidatos es prácticamente el mismo y solo hay una diferencia ambivalente, se puede decir que es posible que cualquiera de los dos candidatos gane. Por lo que si seguimos el principio planteado anteriormente, podemos afirmar que ganará el candidato que pueda demostrar con más contundencia su “asegurada” victoria. En pocas palabras, si Chávez demuestra que puede superar su cáncer y al mismo tiempo demuestra que sigue siendo el mismo líder mesiánico, más gente votará por él.
El riesgo del bandwagon effect es crítico cuando hacemos un ejercicio de memoria y recordamos que el mayor empleador del país es el Estado. Ahí es cuando el voto en Venezuela se volverá un instinto de conservación. Los empleados públicos solo votarán en contra de su empleador si saben que la victoria de Capriles está asegurada. Por el otro lado, si Capriles demuestra que tiene con qué ganar, mayor será el número de votos que tendrá del sector público.
Esto es muy sencillo, pero los obstáculos a la racionalidad del voto no son desconocidos, más aun cuando se tiene en Venezuela una crisis de información en la cual la información que necesitan los electores para hacer un voto racional está monopolizada por el Estado. Por ello, el elector común que está desinformado será más susceptible de adoptar una posición solo por el hecho de que se le es presentada como la pretendida opinión mayoritaria. Puede ser por miedo a disentir del núcleo social, por conformismo o por no querer correr el riesgo de perder las misiones, pero el hecho es que en América Latina el populismo ha sido la desgracia de los intentos de las democracias liberales. Adicionalmente, también es un hecho recurrente la mentalidad cortoplacista del venezolano cuando escoge a sus representantes.
Por otro lado, debe advertirse que el Estado venezolano es el dueño de múltiples medios de comunicación por los que puede difundir su mensaje partidista tanto al nivel capitalino, como al interior del país. Esto no debería ocurrir en un democracia liberal, ya que se presume que los medios del Estado no serán utilizados en campañas del gobierno de turno, pero desgraciadamente incluso aquí hasta se obliga, por medio de ley, a los canales privados a transmitir un mensaje de forma gratuita donde se compara al Presidente con Bolívar y seguidamente por debajo de Dios.
Así mismo, los efectos del bandwagon effect afectan el voto de los indecisos y a los mercantilistas contratados por el gobierno, ya que por un miedo irracional, o por otras razones menos nobles, votarán solo por el ganador con una probabilidad innegable o no votarán del todo.
En conclusión, el mensaje de Capriles debe ser contundente y triunfal como lo ha venido haciendo. El mejor comienzo que pudo tener fue frente al CNE cuando incluso dejó en ridículo a la concentración roja al día después. Ha desmentido las encuestas turbias y lo sigue haciendo bajo una excelente gerencia de campaña. No obstante, dormirse en los laureles puede ser fatal frente a un experto del discurso como es el Presidente. Montándonos en el bandwagon del progreso nos puede llevar incluso al éxito de convencer al que hoy irracionalmente es rojo.
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