EL BRUJO

Por Marie Lépinoux

 

brujoAlguna vez existió un hombre con una profunda sensibilidad espiritual. Sentía que la vida era más que aquello que podemos percibir por medio de la materia. Siempre sentía presencias que la gente común considera extrañas. Él era capaz de ver cosas que los demás no veían. En repetidas ocasiones se hizo revisar por psiquiatras, todos coincidían en que no padecía de ningún trastorno psicológico que le hiciera tener estas “alucinaciones”. Hacía mucho tiempo que había desistido de convencer a las personas que lo que él veía y percibía era cierto. Esto le causaba gran ansiedad porque no sabía como comunicarlo a los demás, él quería iniciar a sus allegados en ese maravilloso mundo.

 

Llegó un momento en su vida que se dijo a sí mismo que no perdería más su tiempo en tratar de convencer a los necios de su real poder. Así que decidió potenciar sus habilidades y educarlas. Se consiguió a un guía espiritual que le comunicó todo lo que un buen brujo debería saber. Ahora se sentía omnipotente, a pesar que sus enseñanzas le mostraron que él solamente era el vehículo para comunicar el mensaje de una entidad mucho más poderosa que aquello que siquiera podemos imaginar. Era muy poderoso, era uno de los elegidos para comunicar el mensaje de Dios a la humanidad. Lamentablemente, se convirtió en un brujo arrogante y orgulloso. Creía que podía hablar el lenguaje de la muerte sin afectar la suya. Anhelaba con conocer el momento preciso de su muerte.

 

magoCuando su educación terminó, su maestro le digo lo siguiente: “Ahora eres un brujo muy poderoso y eres bueno, pero te obnubila el orgullo. Quieres saber cuándo morirás, pero esa información no está destinada a que la conozcas cuando tú quieras. Debes develarla por medio de la peregrinación. Debes caminar y visitar todos los pueblos del país, hasta que consigas un charco de agua. Ese charco te hará saber que es el indicado. Cuando lo encuentres, debes asomarte, pues el agua te revelará todo lo que deseas conocer”.

 

Después que su guía espiritual se despidió, tomó lo poco que poseía y emprendió su viaje. Al principio estaba seguro que el próximo pueblo sería el del charco. No era así. Su desesperación lo arrebataba lejos de las enseñanzas de su maestro.

 

Pasaron los años y él se hacía cada vez más viejo. Mientras viajaba, decidió impartir las enseñanzas que tanto le habían servido. Durante el camino, se topó con muchos hombres y mujeres como él, con poderes y deseosos por aprender. Así que se convirtió en un maestro itinerante. Por momentos, olvidaba las palabras de su maestro. Hasta que un día llegó a un pueblo donde había un charco de agua hecho por las lluvias torrenciales de la noche anterior. Ese charco le habló. Inmediatamente supo que se trataba del que le había hablado su maestro. Ansioso se acercó a él y se asomó. Al principio el agua no revelaba nada más que su reflejo, pero seguía observándolo deseoso por descubrir lo que el agua tenía que decirle. Pasaron varias horas y él seguía contemplando el charco fijamente. Hasta que comenzó a ver en el agua que tenía detrás de sí a un hombre. Al principio no entendió lo que el hombre tenía en sus manos, hasta que al fin logró ver que el hombre empuñaba un arma y que le apuntaba directamente en la cabeza. El brujo no logró ver más nada en el charco, porque su sangre enturbió el agua. El hombre del arma terminó por alejarse del brujo con sus pertenencias, mientras veía cómo su cuerpo sin vida caía sobre el charco de agua.

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