SUEÑOS QUE NO SON SUEÑOS
Por Gabriela Gómez
Todo el mundo parece llevar una vida normal. Pasan todos los días por los mismos lugares, con rostros de indiferencia. En una rutina constante. Conocen a alguien, se enamoran, se casan y tienen hijos. Me complace decirles que hoy vengo a contarles una historia totalmente diferente, “anormal” por así llamarla.
Empezó cuando apenas era un niño, en una de esas noches en las que mi mamá no paraba de gritar, decidí ocultarme debajo de mi cama. No quería que me encontrara y desviará todos sus problemas existenciales hacia mí, como solía hacer. Me quedé profundamente dormido, junto a un montón de zapatos viejos y juguetes abandonados, polvo y el suelo frío. Prefería todo eso.
Cuando me encontraba en el quinto sueño, como suelen decir, siento que alguien está respirando muy cerca de mí. Sé que está detrás, siento mucho miedo de voltear pero luego recuerdo que hay cosas peores y decido enfrentarlo. Con tal, el hecho de la realidad siempre me atemorizó más que cualquier cuento fantástico. Ahí fue cuando la conocí, ella siempre vivió debajo de mi cama y no me había percatado, qué torpe.
Ella, no tenía rubios y ondulados cabellos, ni ojos azules como el mismísimo cielo, no podría permitirse algo común en esta anécdota, esta chica era totalmente diferente. A veces se sentía acomplejada porque no era como mis compañeras del salón, pero yo la amaba así y eso parecía tranquilizarla aunque sé que en el fondo ella siempre quiso ser como todas. Me pasaba noche tras noche debajo de mi cama, mi mamá me advertía que no iba a crecer pero con tal, no me importaba, yo quería vivir por siempre allí.
Al entrar en la madurez me percaté de que sólo yo podía verla, con esto no quiero decir que no existiera. Así que nunca le conté a nadie sobre mi novia, no entenderían. Empezamos a presentar problemas, me controlaba demasiado, era muy celosa y como no podía acompañarme a ningún lugar entonces se hacía miles de ideas extrañas. No podía salir de noche, ni quedarme en alguna esquina charlando después de clases, tenía que estar en mi cuarto, allá abajo. A pesar de todo esto, se puede decir que fue la mejor etapa de nuestra relación, nos leíamos poesía y componíamos canciones. Ella nunca me dijo de donde venía ni por qué vivía debajo de la cama, y por qué justamente la mía. Simplemente me recordaba que las cosas estaban destinadas a ser y si ella estaba en mi vida no importaba si era real, si vivía, si era humana o no.
Estuvimos planeando mi cumpleaños número 18 por bastante tiempo, teníamos ahorros para comprar una cama nueva donde estuviéramos más cómodos, quizás un poco de iluminación, entre muchas otras cosas. Llegado el momento decidí darle una sorpresa y llevarle algunos brillantes para que adornara su cuerpo, que aunque era hermoso, no se podría afirmar que fuese humano, sabía que esto la haría sentir hermosa y su felicidad era mi mayor regalo de cumpleaños. Entré con la luz apagada para que no viera lo que llevaba en las manos, me metí debajo de mi cama, por cierto, hacer esto cada vez se me hacía más difícil ya que los últimos años me había estirado consideradamente. Me preparé para recibir su efusiva felicitación pero pasó lo que me temía, ella ya no estaba.
No estaba, después de 12 años de verla todas las noches, se esfumó. Quizás ya era demasiado grande para ella. Empecé a buscar en otros lugares, debajo de otras camas, en los closets, sótanos, no estaba. Más nunca apareció, el amor de mi vida, que definitivamente no era de esta dimensión, había regresado a su lugar de origen, ese que siempre me causó tanta intriga.
Hoy en día sigo esperando a que aparezca, quizás se haya ido con mi inocencia, ahora que lo pienso, tal vez nunca pasó y simplemente es mi excusa para decir que no tuve una vida normal y corriente como la de todos los demás, para no conseguir una novia o simplemente estoy destinado a mantenerme solo en mi vida humana y conseguirme con ella en otra dimensión, en otra circunstancia, cuando ambos seamos de la misma especie.
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