VENEZUELA ES CHAVISTA
Por Alexander Gamero Garrido
Mientras se alejaba entre sus escoltas de militares condecorados y amigos de la primera hora, me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. (Refiriéndose a Hugo Chávez, recién electo Presidente de Venezuela en 1998) Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más.
El enigma de los dos Chávez. Gabriel García Márquez. [1]
Los ojos del mundo están sobre Chávez. Y sobre los chavistas: largas horas de cola para visitar su féretro, dignatarios de todos los rincones del mundo rinden honores, transmisiones continuas de más de medio día abarrotan medios locales y extranjeros. La marea chavista arropa a propios y extraños, en un frenesí en el que resulta imposible distinguir algo que no sea rojo, algo que no sea duelo, algo que no sea chavista.
A simple vista, toda Venezuela es chavista. No hay ningún rincón del país dónde no se sienta el duelo, sin una bandera a media asta, sin un lamento trágico o una oda popular al Gran Redentor de los Pueblos Latinoamericanos y Caribeños. Un pronunciamiento del ex candidato presidencial opositor Henrique Capriles, que denunciaba una sentencia del máximo tribunal como “fraude” inconstitucional, pasó casi desapercibido [2]. Encubiertos estamos, en los ecos de cualquier reportero, en una gran masa fúnebre pero eufórica, triste pero esperanzada sobre el legado chavista y su porvenir.
Marco Vinicio Méndez [3], un amigo costarricense, nos comenta:
Para mí Chávez marcó la historia reciente de América Latina y del mundo, fue un líder político con una visión clara y que trató de dignificar la América Latina, después de 520 años de frecuente humillación y sometimiento desde la conquista. A veces me parece increíble que no se reconozca su aporte humano en la construcción de los ideales políticos latinoamericanos que existen desde nuestras independencias (…)
Esa faceta de Chávez es la única visible en este momento. Pero no es la única.
El otro Chávez
El anuncio de su muerte fue sucedido de una breve pero muy intensa conmoción en las calles de Caracas. Peatones, motorizados, taxistas, autobuseros y otros conductores y transeúntes compartían un objetivo común: llegar a sus casas lo más pronto posible. Existía la sensación colectiva de que algo podría pasar, de que el fallecimiento del Presidente – que dominó toda escena pública y privada por 14 años – traería consigo algún tipo de violencia. La incertidumbre se apoderó, una vez más, de Venezuela.
Apenas unos minutos después del comunicado de Nicolás Maduro, contemplábamos perplejos el incendio de las posesiones de estudiantes que llevaban días acampados pidiendo, precisamente, ese anuncio. Este articulista se encontraba en la zona, y al acercarse, oyó un grito desgarrador de una mujer en sollozos que viajaba de parrillera en una moto:
¡Malditos! Deben estar felices ahora, ¡Malditos escuálidos!
La señora se dirigía a unos chamos que forman parte de la otra (casi) mitad de Venezuela que este luto esconde. Parte de esos millones de venezolanos que se opusieron y se oponen al gobierno del chavismo.
Episodios como ese no son aislados. La crispación social está presente y es visible tanto a propios como a extraños. Es notable la perpetua incertidumbre, la sensación de que el momento es histórico y urgente, la necesidad de combatir a quienes pretenden arrebatar lo que tanto ha costado construir. O destruir, dependiendo de si el emisor es favorable o contrario a Hugo Chávez y su legado.
Marlene Salazar, una amiga mexicana [3], nos dice:
En México, han sido distintas las posturas con respecto a las políticas impulsadas por Hugo Chávez y especialmente en lo que respecta a su prematuro fallecimiento. La mayoría de estas posturas tienen un origen ideológico y de tintes políticos. (…) Me atrevería a pensar, que en Venezuela también existen posturas, sentimientos e intereses encontrados. Algunos que volverían a votar por el mismo régimen de Gobierno en las próximas elecciones, otros que cambiarían viendo al líder caído, y otros muchos seguramente, intentarán cambiar el rumbo que el país ha tomado en los últimos trece años.
Aquí la clave es me atrevería a pensar, que describe con agudeza que quienes se oponían al presidente prácticamente no son visibles hoy. No existen. Es esa, quizás, la muestra más descarnada del otro Chávez: el ilusionista, un hombre capaz de enmascarar con su amplio apoyo popular a sus opositores, hasta el extremo de casi desaparecerlos por completo.
Venezuela es chavista
La incertidumbre que generó el anuncio es más que un reflejo pavloviano condicionado por el caracazo del ’89 y los golpes del ’92 y 2002. Es una respuesta al vacío que genera la ausencia (física, como la llaman sus partidarios) de un hombre que fue, tal vez, la única constante en la montaña rusa sociopolítica y económica que ha vivido el país desde 1999 – cuando llegó al poder.
Quienes pretenden – y por lo visto, logran – sucederlo, no encuentran aún cómo ocupar el gran espacio que dejó el soldado caído. La presencia de Chávez era tan inmensa, tan total, tan perpetua, que es difícil hablarle a una Venezuela sin él. Nicolás Maduro – también Diosdado Cabello y otros – copia su discurso, su modelo y hasta su estilo. Ataca primero, niega la existencia del adversario, los llama enemigos y traidores a la patria, usa conspiraciones imperialistas – y magnicidas – para tratar de unificar a sus seguidores.
Pero no le resulta cómodo. No le resulta natural ser Chávez. Tautológicamente, Maduro no es Chávez.
Al día de hoy no le queda a casi nadie (que no sea opositor venezolano) la menor duda de que Venezuela es chavista, hay otras preguntas que no son tan fáciles de responder ¿Venezuela es madurista? ¿Venezuela es socialista? ¿Venezuela es antiimperialista? (…) ¿Qué será de Venezuela de ahora en adelante?
Adversarios, no enemigos
Uno de los más grandes clásicos de la literatura militar reza:
Conoce al enemigo y conócete a ti mismo, y en cien batallas no correrás peligro.
El Arte de la Guerra. Sun Tzu.
Copiamos la cita textualmente, pero preferimos usar el término adversario. A diferencia de Sun Tzu, nos referimos a quienes ven distinto al país, no a un enemigo bélico. Les hablamos a nuestros conciudadanos, no a un grupo de bárbaros que creemos ocupan ilegítimamente nuestro territorio.
Partiendo de esa premisa, el martes pasado (5 de marzo, día del fallecimiento de Hugo Chávez) recomendábamos respetar a los dolientes del Presidente, quien antes de político era padre, hermano e hijo. Una sorpresiva respuesta – entre muchas que compartían el llamado a dar nuestras condolencias – nos calificó de “estúpidamente tolerantes” y nos recomendó “dejar la hipocresía” ante “la muerte de un asesino”.
Vemos entonces que la negación del otro, si bien ahora mismo son los opositores quienes son ignorados por los medios, no es exclusiva del chavismo. Chávez, aún con su estilo agresivo, era el Presidente de Venezuela, no del chavismo. Este desconocimiento del adversario podría estar enmascarando una negación de una identidad compartida.
Si en apariencia Venezuela es chavista, quienes no son chavistas parecen no sentirse muy venezolanos. Paradójicamente, la creación de una identidad tan abrumadora como lo es el la del chavismo, ha mermado – o incluso, destruido – nuestra identidad nacional.
Chavista o no chavista es secundario: somos venezolanos
La fortaleza de una nación radica en su identidad.
Simón Bolívar
Esa frase del Libertador, que organismos públicos usan en torno a la cedulación, migración y extranjería, probablemente se refería a que la construcción de un futuro compartido lleva una condición fundamental: que los albañiles de esa construcción se identifiquen con el proyecto. Sin metáforas, decimos que es necesario que los venezolanos nos sintamos venezolanos.
Ahora bien, debajo de la fachada unitaria chavista, en este país hay un sinnúmero de contradicciones y conflictos por resolver.
La consecuencia más duradera y positiva del mandato de Chávez es que hizo añicos la pacífica coexistencia de Venezuela con la pobreza, las desigualdades y la exclusión social. [4]
Además de los conflictos inherentes a la desigualdad en la distribución del ingreso (que no estamos ni cerca de resolver), nos encontramos en la cúspide del mundo en índice de homicidios [5], entre los países más corruptos [6], y entre los menos competitivos [7]. En todo caso, otros países de la región (ver gráfico) han logrado disminuir la pobreza también, y sus gobiernos han sido menos hostiles hacia la oposición; no es necesaria una cacería de brujas política para disminuir la desigualdad. [9]
Más aún, desde nuestro punto de vista lo más preocupante es el desconocimiento entre adversarios políticos. Somos, casi, ciudadanos de dos naciones diferentes; naciones que aunque comparten territorio, gobierno, idioma, historia y costumbres, no se sienten parte del mismo país.
El presidente Chávez deja una sociedad ferozmente polarizada. Aunque siempre existieron divisiones sociales, el estilo político de Chávez hacía demasiado hincapié en alimentar los resentimientos, la rabia y la venganza, hasta niveles antes desconocidos. Tendrá que pasar mucho tiempo y habrá que hacer muchos esfuerzos para sanar las heridas causadas por las inmensas dosis de conflicto social que el presidente promovió y de las que se aprovechó. [4]
El panorama es desolador. Si no recordamos aunque sea un instante que antes de chavistas, opositores y ninis somos todos venezolanos, si no tratamos de plantear nuestras diferencias con respeto y sin insultos (que van desde “mafiosos” hasta “Dragones de Komodo” [8]), si no construimos una identidad nacional que sea prioritaria a nuestra identidad política, nuestro futuro no pinta nada bien.
Las sociedades que han logrado resolver – o al menos mitigar – muchos de estos problemas tienen una identidad nacional sólida. Un ejemplo clásico es Suecia, donde sus ciudadanos pagan hasta 55% de impuesto sobre sus ingresos. No decimos aquí que el modelo sueco sea el indicado para Venezuela, pero es de suponer que ciudadanos que comprometen un porción tan alta de sus ingresos – y de su tiempo en voluntariado –, en pro de contribuir con su país, son probablemente suecos que se sienten suecos.
Para avanzar hacia una Venezuela más incluyente, más libre, más segura y menos conflictiva, primero tenemos que sentirnos venezolanos. Es muy difícil trabajar por un país del cual no nos sentimos parte.
Twitter @AlexGameroG
Referencias, aclaratorias y agradecimientos
[1] El Enigma de los Dos Chávez. Tomado de http://nalgasylibros.com/index.php/2013-02-05-01-11-17/269-el-enigma-de-los-dos-chavez-texto-de-gabriel-garcia-marquez-sobre-el-mandatario-venezolano el 9 de marzo de 2013.
[2] Nota de Globovisión, el único canal de señal abierta en el área metropolitana de Caracas que cubrió las declaraciones de Henrique Capriles en vivo http://globovision.com/articulo/capriles-radonski-hoy-me-siento-obligado-a-hablarle-al-pais
[3] Marco Vinicio y Marlene fueron mis compañeros delegados en el X Programa de Jóvenes Líderes Iberoamericanos. A ellos y a Santiago García Couto (Uruguay), Denisse Santos (Rep. Dominicana), Christian Sierra (Colombia), Carolina Mascareño (Chile), Alejandro Balcázar y Dennys Herbozo (Bolivia), y Cristieni Castilhos (Brasil) mi agradecimiento por enviarme sus opiniones, fundamentales en la concepción de este artículo.
[4] “Lo bueno, lo malo y lo feo”. Moisés Naím. El País (España). Tomado de http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/06/actualidad/1362583776_097287.html visitado el 7 de marzo de 2013
[5] “Venezuela es el cuarto país del mundo en homicidios”. Entrevista al Prof. Luis Bravo Dávila. El Universal (Venezuela). Tomado de http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/120910/venezuela-es-el-cuarto-pais-del-mundo-en-homicidios visitado el 9 de marzo de 2013
[6] Según el Índice de Percepción de Corrupción que publica Transparencia Internacional
[7] Según el Índice de Competitividad Global que publica el Foro Económico Mundial
[8] Sólo dos de los insultos que han intercambiado los candidatos presidenciales del chavismo (Hugo Chávez y más recientemente Nicolás Maduro) y de la oposición (Henrique Capriles)
[9] Gráfico de The Economist
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