EL REGRESO DE LOS MORTALES

Por Andrés F. Guevara B.

 

“El solitario divierte la mirada por el cielo en una tregua de su desesperanza. Agradece los efluvios de un planeta inspirándose en unas líneas de la Divina Comedia. Reconoce, desde la azotea, los presagios de una mañana lánguida”.

José Antonio Ramos Sucre – Azucena[1]

 

regreso de los mortalesCuando se analicen las décadas que entrecruzan los siglos XX y XXI en Venezuela, el nombre de Hugo Rafael Chávez Frías aparecerá como protagonista. Un aspecto que debe verse con perspicacia, puesto que no es una idea sino un hombre el que acaparará los titulares de la historia política.

 

Definir a Chávez como personaje, político y ser humano es una tarea compleja que difícilmente pueda llevarse a cabo en el presente. Por su muerte reciente, por los matices del personaje, por las expresiones variopintas que lo convierten al mismo tiempo en el Pater que llenó la orfandad de unos y en el Mefistófeles que conculcó la libertad de otros.

 

Más allá de la dialéctica sobre su vida y obra, Chávez murió. Y con él, un gobierno de catorce años cuya órbita transcurre desde 1999 hasta 2013. Durante este tiempo, valga recordarlo, la política en Venezuela giró única y exclusivamente alrededor de Hugo Chávez. El comandante era una suerte de sol, y todos los demás sus satélites y estrellas.

 

Este sol logró convertirse en el sinónimo exclusivo de la política. Pero también de otras esferas de la vida privada de los ciudadanos. De esta forma, cada vez que se atacaba un manejo equívoco de las artes del poder por parte de Chávez, sus seguidores se sentían directamente aludidos por la crítica. Algunos en la oposición, por su parte, se dedicaban a atacar al hombre pero no a sus premisas.

 

Mucho se ha escrito sobre la conexión mágico religiosa de Chávez con sus seguidores, y no es descabellado pensar que en los años venideros se le llegue a rendir culto en una especie de fe política. Lo que queremos recalcar, sin embargo, es que mientras Chávez estuviese vivo y detentara la Presidencia de la República, difícilmente sus decisiones serían cuestionadas por sus seguidores. Recordemos una de las premisas básicas de la mitología: los dioses nunca se equivocan, son infalibles.

 

La muerte de Chávez quita al dios de la política, lo despoja de su titularidad. Desde el 5 de marzo de 2013 la política en Venezuela vuelve a ser un oficio ejercido por mortales, por seres falibles, que no se equiparan a la presunta épica del sol de Sabaneta.

 

Indudablemente, los herederos del comandante harán todo lo posible por mantener la acción política en torno al chavezcentrismo. Pero en un país lleno de héroes (basta ver el listado de personajes cuyos restos reposan en el Panteón Nacional) y de una cuestionable memoria histórica basada en la inmediatez, el culto de Chávez a largo plazo en la imaginería popular tampoco luce como una tarea sencilla y garantizada.

 

regreso de los mortales 1Abandonar el chavezcentrismo de la política debe constituir la labor fundamental de la oposición. Se hace imperativo llevar un mensaje a la población centrado en la solución de sus problemas más apremiantes. Es necesario transmitir que por muy profundo y doloroso que pueda llegar a ser la pérdida de un personaje como Chávez, las lágrimas en algún momento deben secarse y la vida continuar su recorrido. 

        

En estas circunstancias creemos que la oposición debe fijar sus metas políticas en distintos escenarios.  Se trata de construir una verdadera alternativa no ya a Chávez sino al socialismo, como un sistema político y económico que simplemente no es viable para la consecución de las metas y aspiraciones de gran parte de los venezolanos.

 

Chávez con su carisma y talento político fungió como una coraza protectora que impidió a muchos observar los efectos nocivos de las políticas socialistas para el país. Ahora quienes toman el timón el barco son los segundos oficiales en el navío de la Revolución Bolivariana, los mismos a los cuales gran parte de la población achacaba las ineficiencias del gobierno del comandante.

 

Como opuesto al socialismo, existe una cultura política basada en el Estado de Derecho, el respeto a la vida, la propiedad y las libertades ciudadanas. Una propuesta que le permite a cada venezolano alcanzar la felicidad con base en sus propios valores. La difusión de estos principios debe darse no solo en meras coyunturas electorales –vitales para la vida de todo político– sino también en el día a día con el objetivo de construir un futuro distinto y esperanzador. Así nacen los estadistas.

 



[1] José Antonio Ramos Sucre, Antología Poética, Monte Ávila Editores, 4° Edición, 1998, p.206

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