SER SOCIEDAD

Por Ricardo Del Bufalo

 

“Y me dio tres vueltas aquí arriba: chucuchucuchú, chucuchucuchú, chucuchucuchú.

Y yo sentí el espíritu de él”

 

El apóstol encargado

 

 

Todos sabemos lo peligroso que es un apóstol. Frente a él, un fanático toma tetero. Actuar en nombre del semidiós supremo ya es una acción inconsciente y diaria; negar al verdadero padre y autodenominarse su hijo es tan solo el comienzo.

 

 

Más de 2.000 años tiene una institución política cuyo primer presidente fue un apóstol designado. A cambio de vida eterna, te exigenfe incondicional en Dios, quien vino al mundo personalmente, incorporado en un hombre, para morir por tu vida. Nuestro líder supremo también vivió y murió por sus fieles, y resucitó entre ellos. De hombre pasó a ser el redentor de los pobres, el Libertador del siglo XXI, el comandante eterno, y más recientemente, el pajarito. Pero no nos distraigamos en eso. Lo importante es que el semidiós dejó designado a quien va a seguir manteniendo el apostolado fetichista.

 

Este hombre quiere seguir gobernándonos. Algunos dirigentes opositores lo han criticado con fuerza, pero al mismo tiempo se han encargado de dejar bien parado al monarca fallecido, lo cual es fatal. Que haya que convencer al otro diciéndole que éstos sí son malos y aquél no lo era tanto, es proteger y distorsionarla memoria del mayor abusador de las instituciones y libertades democráticas en 60 años. El semidiós es intocable, está bien, sus fieles están sensibles. Pero el apostolado corrupto también estaba legitimado por el semidiós, y su fallecimiento no lo exime de culpa.

 

No queremos una nación frenética, con su propio semidiós militar. No hacen falta más libertadores que reducen las libertades. No necesitamos un redentor de los pobres, sino oportunidades de trabajo para ellos. Queremos una sociedad civil con más poder y un poder más civilista. Esto está en juego (una vez más) el 14 de abril. Gane quien gane, ser sociedad es el reto. Aunque con las llaves de Miraflores en manos del apóstol San Nicolás,  no seremos ciudadanos, sino fieles e infieles.