LA POLÍTICA COMO ESPECTÁCULO
Por Javier Ignacio Alarcón
A bad trip? This whole country,
this whole world is on a bad trip, friend.
Charles Bukowski
A bad trip
Ha sido una carrera corta, rápida y desesperada. Hemos tenido la oportunidad de ver lo mejor y lo peor de Venezuela. Enumerar cada una de las peculiaridades de la campaña mostraría cómo nuestra vida política sigue siendo, sobre todas las cosas, un chiste (y no lo digo en un mal sentido, no exclusivamente). Desde el famoso pájaro de Maduro hasta el evento de artistas que apoyan a Capriles, pasando por la playa Los Juanes, la abuela del candidato opositor, las marchas, los insultos, las discriminaciones y las agresiones (de ambos bandos), las acusaciones y, claro está, el segundo pájaro, menos famoso pero igualmente simpático, que apareció durante el discurso opositor del domingo. Y me limito señalar lo más evidente, lo que es ineludible, porque revisar cada uno de los pormenores de la campaña nos tomaría demasiado tiempo.
Esta campaña nos ha sobresaturado, ha sido un resumen, un comprimido. Como un video musical que en dos minutos y medio de canción busca mostrar todo lo necesario o, por lo menos, todo lo que puede. Como un video de Britney Spears, por ejemplo, que necesita narrar una breve historia y, en el proceso, también debe mostrarte a la cantante bailando con tres vestidos diferentes y, si es posible, semidesnuda. Es mucho lo que se debe mostrar en tan poco tiempo, nada se puede desperdiciar.
Es algo propio de nuestro tiempo: la brevedad, la inmediatez y la abundancia de información. Esta campaña ha sido un tweet dentro de la historia política de Venezuela. Esta es, definitivamente, la política como espectáculo. Una canción pop en la cual, en el primer minuto, debe estar contenido un intro, un primer verso y un estribillo. Una batalla épica, librada en noventa minutos de película.
No resulta extraño que tantos analistas hayan visto con recelo los acontecimientos de la campaña y que otros no hayan sabido cómo interpretarlos o que simplemente hayan optado por rechazarlos. Así mismo, se hace interesante que personas confiesan nunca haberse emocionado en una campaña política hasta ahora. Porque lo que se perfila por detrás de toda esta carrera es un aparente sin sentido, algo que encontramos absurdo y que, sin embargo, nos atrapa y nos deja sin palabras.
Dentro de este contexto, no parece extraño que los “artistas” de la farándula hayan sido protagonistas. Todo lo que han hecho entra dentro de este esquema: que se hayan acusado de vendidos quienes tenían tiempo vendidos, que se hayan vuelto pedagogos los comediantes, que una actriz haya llorado en medio de su discurso (¿estaba actuando? Es difícil saberlo, pero en el fondo no importa). La política deviene espectáculo, se hace kitsch, y hasta los candidatos parecen vivir de la simulación. En consecuencia, el entretenimiento desborda la propaganda política y todos jugamos a ser actores dentro de esta comedia.
La carrera culminará y tendremos que mirar hacia el pasado para entender qué pasó. Intentaremos entonces asimilar una campaña política que, si la tragáramos de un solo golpe, nos produciría indigestión. Nuestros parámetros políticos, morales y racionales, caducos hace tiempo, nunca se habían mostrado tan inútiles a la hora de entender lo que ocurre en nuestro país.
Es difícil saber si la sociedad venezolana se aproxima realmente a un cambio. Porque, aunque vivir es inevitablemente cambiar, es mucho lo que se pierde en la inmediatez. Por lo tanto, sólo podemos preguntarnos si este es el punto final de un ciclo político o si es la renovación de una ideología que nos persigue desde la independencia.
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