BLANC

Por Pía Brevet

 

 

 

La hoja donde escribes ha comenzado a quedarse en blanco.

El editor a quien le llevas tu trabajo no da señales de vida. Esperas un poco más, un tiempo prudencial… y le llamas cada tanto, cada que te come la ansiedad.

Tomas el teléfono y marcas abruptamente, decidido, valiente… tal vez porque te acabas de tomar un café o porque te sientes grande… lo dejas sonar las veces que tu educación te lo permite… Y cuelgas.

Y no es que te importe tanto como para llegar a morirte, porque ya estás bien sabido de lo imposible que es apostar tu supervivencia a la inspiración.

 

Siempre vas por ahí, ganándote la vida de cualquier modo.

 

Es la incertidumbre que te provoca la imposibilidad de saber si vas por el camino correcto en eso que haces y disfrutas más en tu vida, o si te van a devolver un legajo de pensamientos que vas a tener que arrojar a la basura.

Aún así, se te antoja más, otro personaje, otro rumbo… Pero no sabes cómo le va al que te gustó tanto y está acumulado en una pila de intentos.

 

Vas y vienes… Te paseas impaciente y cada vez te cuesta más llegar al buzón de tu correo… Incluso tomas otras rutas, lo ignoras y hasta lo culpas.

 

Y mientras tanto, te vas quedando seco.

 

La inspiración se ha aburrido de esperarte y no logras encontrarla donde antes abundaba.

 

Lees las copias que dejaste para ti, y cada vez te parecen más insulsas. Ya ni siquiera logras identificarte con el personaje al que le diste vida, le pusiste facciones inventadas y hasta el cuerpo de tu preferencia.

 

Te fumas un cigarrillo, de esos que no te satisfacen, abres la puerta de la nevera y comes cualquier cosa, vas y vienes de nuevo, y te haces amigo del cansancio, terminas de hacer lo inevitable y te aflojas un poco para irte a la cama, a pensar.

 

Te asaltan las ideas y les pides que regresen mañana, las habías invitado para más temprano, ahora no, ahora estás a oscuras y el silencio de la calle te advierte que no lo desperdicies, pronto serán las cinco… y sea que hayas recordado activar la alarma o no, vas a despertarte como siempre. Cansado, aletargado… Si no tuvieras que vaciar tu vejiga, podrías quedarte un poco más, pero cada minuto que le robas al inicio del día, tendrás que pagárselo antes de que se ponga el sol.

 

Y así, te resignas a dejar de esperar la señal que te dice que sigas adelante, o que te detengas y esperes un poco, o que vuelvas sobre tus pasos y te busques otro oficio.

 

Ahora, hasta has dejado de soñar despierto. Agitas la cabeza con un movimiento brusco y te sacudes los recuerdos y las ganas.

 

Ahora te vas a la calle, buscas ruido, compañía y un par de cervezas de tanto en tanto.

 

Ahora ya no esperas… y casi ya ni sientes las ganas que tenías de quedarte.

 

Te avergüenzas más bien de tu insistencia y quisieras haberte permitido ser más importante, porque sabes que lo eres, te llenas de orgullo, respiras profundamente, ordenas tus ideas lógicas y mandas todo a la mierda… aunque sea para siempre.

 

(Visited 50 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras