Venezolanos en el mundo

Por Laurin Isabel Bello Gutiérrez

@LaurinIsabel

 

 

 

En los últimos 10 años el fenómeno de la emigración del venezolano a distintas partes del mundo –lejos de las fronteras venezolanas- ha aumentado significativamente, tanto que solo en el estado de Texas (segundo con más venezolanos en los Estados Unidos) la cifra fue de 6.000 a 20.000 entre 2000 y 2010, según un reciente reporte del diario El Nacional.

 

Las cifras no sólo destacan que el éxodo venezolano es cada vez mayor, sino que además es casi exclusivo de la población joven venezolana perteneciente a la clase media-alta, distintos títulos universitarios con sellos venezolanos se dispersan por el mundo con la ardua tarea de: comenzar de nuevo. Cosechando un éxito inigualable entre las poblaciones de inmigrantes del mundo, por supuesto, gracias a una preparación que muchos no tienen, yo diría también que por un tema de idiosincrasia: el venezolano está hecho para echarle pichón a las cosas.

 

En el mundo a lo largo de la historia, la inmigración ocurre en poblaciones de bajos recursos en busca de mejoras a nivel monetario básicamente, y también en asuntos relacionados con mejoras a nivel urbano, pero el caso venezolano viene a llenarse de particularidad cuando millones de profesionales jóvenes llenan las filas del aeropuerto de Maiquetía con distintos destinos, uno más lejano que el otro. Están huyendo de la inseguridad, de la disminución de las oportunidades laborales, de la escasez, disminución en la calidad de vida, y de la política gubernamental adjetivada como “el socialismo del siglo XXI”.

 

Recientemente fue lanzado al mundo un documental que dejó a más de uno con un nudo en la garganta: Desde Afuera. Un documental que narra la historia de más de seis venezolanos intentándolo fuera de las fronteras del país de las mises. Japón, Croacia, España, Australia, Inglaterra y Estados Unidos son los escenarios de estos jóvenes que por distintas razones, pero al final resumidas todas en una: un país en crisis; abandonan las tierras ricas en petróleo por inviernos aterradores, soledad -y sobre todo- incertidumbre. Cada uno cuenta las particularidades de su trayecto para abandonar Venezuela: Cadivi, visas, trabajos, familias, etcétera. Así como la singularidad de sus nuevas vidas: nuevos idiomas, costumbres, husos horarios, clima, incluso muchos ejerciendo profesiones distintas a las que portan, y desempleo también.

 

El documental de más de una hora, narra a través de la historia de sus personajes (reales todos) el caso de millones de venezolanos en el mundo. Al punto que considero que dentro de nada veremos en las televisoras: “Venezolanos en el mundo”, tal como “Españoles en el mundo”. Definitivamente existe un fenómeno mundial de éxodo, que ya no es rural, está en la clase media-alta, y están cambiando los patrones en las capitales de cada país. Pero el caso venezolano parece estar liderando estás estadísticas también.

 

En fin, es necesario también acotar que por más preparados que salgan de Maiquetía, millones de estos venezolanos en el mundo están en las cocinas de algún restaurante de comida rápida, de obreros, de niñeras, señoras de servicios, guías turísticos, animadores, instructores de español, etcétera. No porque no lo podamos hacer en Venezuela, sino porque hacerlo en Venezuela significa que el sueldo no nos alcance para alquiler, comida y transporte (lo básico); significa que la inseguridad nos límite a trabajar solo de día, a no poder entonces también estudiar de noche, y así consecutivamente: vivir limitados en general.

 

Entonces, llamarnos: apátridas, hijos del Imperio, traidores o como mejor le parezca, no es solo una muestra de una profunda ignorancia, sino también de un profundo resentimiento y de una no aceptación del error propio, el cual es cada vez más evidente: Venezuela se volvió inhabitable, o la volvimos inhabitable.

 

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