Toca, pues

Por Laurin Bello

 

 

 

Siete reinas universales de belleza no son de gratis, sí, las venezolanas somos universalmente bellas. Pero, ¿qué pasa cuando ser conocidos como el “país de las misses” se torna más bien una pesadilla y no un encantador sueño?

 

En Venezuela hay más peluquerías que librerías, leí alguna vez, terrible. En Venezuela las niñitas aprendemos antes de hablar, a andar “arregladitas”, y con esta premisa comienza la pesadilla de muchas, que hoy se convierte en el karma de ser conocidas como una de las mujeres en el mundo que más hacen uso de la cirugía plástica. Y digo karma, porque me ha tocado dejar que extraños me jurunguen el pecho para que vean que mis senos no son operados, y otras cosas así de extrañas cuando me preguntan -con profunda convicción- cuántas cirugías pláticas tengo, y no consigo otro modo de probarlo que con un “toca, pues”.

 

Un reciente docu-reportaje del New York Times, llamado: “Mannequins Give Shape to a Venezuelan Fantasy” nos dejó a más de uno con la boca abierta. Como venezolana es una realidad que ya conocía, pero nunca supe la profundidad de la herida hasta que lo vi desde la perspectiva de los otros (un buen ejercicio de autocrítica, por cierto). El documental explica cómo en Venezuela se han tenido incluso que modificar los maniquíes, porque la venezolana con su empeño de ser “reina de belleza” ha transformado la tradicional silueta de nuestras mujeres.

 

También realizan una entrevista al señor Osmel Sousa, que más allá de mostrar su sonrisa malévola, pone en palabras lo que hay detrás del sueño de las mises: nada. “la belleza interior no existe, eso es un tema que se inventaron las no bonitas para justificarse…” dice con amplia sonrisa, que las múltiples cirugías le han dibujado permanentemente. Defiende las cirugías explicando la escasez de busto en la venezolana, y además explica que las cirugías no están vetadas en ningún concurso de belleza, y esto me recuerda a lo de andar “arregladitas” de niñitas.

 

A los 15 años las niñas piden “las tetas” de regalo de quinceañeras, y esto no es culpa de Osmel Sousa, esto es culpa de una sociedad que se comió el cuento de que ser bellas es imitarle la cara y la figura a la miss, y por ende competirle con las horas en el quirófano. Si no nos enseñaron nunca que “la belleza está en la cabeza”, entonces no es descabellado decir que pensamos que está en la circunferencia que dibujan las tetas.

 

Somos el país de las misses, no porque Sousa las mete 40 horas en el quirófano y las hace comer atún por meses, somos el país de las mises porque la mezcla que se dio hace muchísimos años entre indios, negros y españoles nos hizo así. Somos bellas porque nacimos con ritmo en las enormes caderas, porque tenemos visión de futuro en los inmensos ojos oscuros, porque tenemos corazones que laten duro, y porque debajo de las pieles canelas hay pasión. Somos bellas por naturaleza, somos bellas de nacimiento, así que déjese de cuentos, deje de empeñar su alma y arriesgar su vida por unos 400cc que además le quedan horribles, y póngase bonita vistiendo esa sonrisa que le queda hermosa.

 

Y recuerde que lo que vende, y lo que le compran, es lo que al final sale de su boca, que viene directo de la cabeza, que es el resultado de lo que se ha leído, lo que ha visto, oído y comido; las tetas no hablan, la cintura tampoco, y la nariz mucho menos. Los hombres no quieren salir con muñecas de plástico, quieren mujeres que sepan amar y verbalizar ese amor, y esto es por si lo hace pensando en el príncipe, pero seamos honestas, la mayoría toma largas vacaciones en la sala de un quirófano para competir con la de al lado, para taparle la gran boca al enano ego que vive dentro de usted. Quiérase y ya, quiérase usted, que como usted misma, nadie más la va a querer.

 

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