Editorial #190: «¿Diálogo?»

 

Esta época es siempre un buen momento para la reflexión. Son días en los que todos exploramos nuevas y mejores maneras de encontrar paz y armonía con lo que nos rodea, algo que anhela la mayoría de los venezolanos a quienes les ha tocado vivir tiempos convulsionados.

 

Despedimos un año que ha sido muy difícil y recibimos otro entre la incertidumbre y el temor, no solamente por motivos cotidianos como los altos índices de violencia –que empeoran sostenidamente año a año- y las preocupantes variables económicas que ya se sienten en los bolsillos y las mesas de cada ciudadano, sino también porque cada vez más existe la sensación de que el 2014 puede ser un año tan complicado como definitorio para el futuro del país.

 

Venezuela se ha vuelto absolutamente incomprensible: es un país petrolero que importa gasolina a precios internacionales; que tiene los índices de inflación y escasez más altos de la región y al mismo tiempo indicadores de consumo que no dejan de incrementarse; que ha tenido 19 elecciones en los últimos 14 años, en las que se votó mucho pero se eligió poco; donde un sector opositor no reconoce la victoria de Nicolás Maduro pero tampoco desaprovecha oportunidad para legitimarlo.

 

A ese laberinto de contradicciones se suma el último espectáculo que pudimos observar el miércoles pasado, cuando los alcaldes de oposición recién electos acudieron a la reunión convocada por Maduro para “entablar un diálogo”. El argumento es siempre poderoso y muy difícil de rebatir, especialmente en un país donde 8 de cada 10 personas ven positivamente que se establezca uno entre los diversos actores políticos. El Gobierno lo sabe, y es justamente por eso que lo usa a su favor. Sin embargo, es responsabilidad de quienes creemos que el diálogo no es un fin en sí mismo, sino un medio para el respeto a la Constitución y el rescate de la democracia, preguntarnos: ¿Es éste verdadero o una farsa?

 

No pasarán años, ni siquiera muchos meses, antes de que nos demos cuenta de la verdadera intención de esta convocatoria. Seguramente será a principios del próximo año, cuando se hayan acabado las palabras y empecemos a ver los hechos, que nos daremos cuenta de si ésta fue o no una más de las tantas artimañas del Gobierno en las que la ingenua oposición cayó.

 

Si se diera este escenario, sería una prueba más de que la MUD necesita aplicar de manera urgente una fórmula de tres pasos: preservar la Unidad, renovar su dirigencia y cambiar la estrategia. Es primordial que se haga el diagnóstico correcto de lo que enfrentamos y se elija un liderazgo que esté a la altura de las circunstancias, dispuesto a arriesgar y arriesgarse. Se acabó el tiempo de las decisiones con base en las encuestas; con el 2014 llega la hora del verdadero liderazgo político y de enfrentar la realidad con valentía.

 

 

 

Miguel Velarde

Editor en Jefe

@MiguelVelarde

mvelarde@guayoyoenletras.com

 

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