El Holocausto judío: un problema antropológico

Por Jesús Armando López

@JArmandoLopez

 

 

 

El pasado 30 de enero se cumplieron 80 años del arribo al poder, gracias al apoyo del Partido Nacionalista Alemán de Trabajadores, de Adolfo Hitler. Asunción que se produjo de un modo totalmente legal y democrático, aunque no sin emplear ciertos vericuetos políticos en la negociación con los partidos de la derecha.

 

El Holocausto, o la Shoá como le llaman los judíos, es la muestra clara del mito de la superioridad por parte de la raza aria, lo cual enervó y puso un talante demoniológico al pueblo judío, activó la brutalidad y la violencia hacia este pueblo. La confiscación de sus bienes, la prohibición del ejercicio de sus funciones, la confinación en guetos, el envío a los campos de concentración en donde fueron sometidos a miles de vejámenes; son algunos de los actos por los que tuvo que pasar el pueblo regido por la Torah y el Talmud. Sin duda alguna, la Shoá es uno de los peores atentados en contra, no solo del pueblo judío, sino también en contra de la humanidad, del ser humano.

 

Así pues, resulta adecuado preguntarnos cuál era la razón antropológica que tuvo Hitler para actuar de una forma tan sádica en contra de ese pueblo. Entender los presupuestos que se encuentran de fondo en una forma de ser tan particular, puede ayudarnos a clarificar las razones por las cuales un delito de esta magnitud debe ser siempre reflexionado, a fin de no permitir que un crimen sin parangón en la historia de la humanidad, vuelva a ocurrir.

 

En tal sentido, el holocausto judío no inicia cuando Adolfo Hitler asume la cancillería alemana, sino que sus ideas antropológicas se han venido fraguando con el pasar de los años. Su asunción al poder es consecuencia de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, sumado a las condiciones económicas, políticas y sociales que exigían un líder que pudiese poner orden al caos existente y condujese al pueblo a un futuro de paz y seguridad. Otra razón podría ser la concepción de un mesías político ante el peligro bolchevique, al miedo de que el comunismo ruso pudiese extenderse a Alemania y Occidente mientras las condiciones fueran inestables. La absorción del poder era lo que primaba en su pedagogía política.

 

Ahora bien, el discurso del nazismo en contra de los judíos surge de una visión heterogénea de ciertas posturas. Desde las teorías raciales de Gobineau hasta el antisemitismo moderno de Houston Stewart Chamberlain, pasando por el darwinismo social, e incluso el socialismo científico. Hitler elabora una división de la humanidad en razas. La primera será una raza superior, luego unas razas inferiores destinadas a la esclavitud y, por último, una raza contaminada e infecciosa, es decir, el pueblo judío. Su programa social se encuentra condensado y explicitado en el Mein Kampf.   

 

El Holocausto ocurre por encontrarse inmerso en un programa que contenía implícitamente un tipo de antropología, la cual se fundamenta en la división de la humanidad en superhombres (arios), subhombres (esclavos) y no-hombres (judíos). Tales postulados no representan una novedad para la época, ya Nietzsche había formulado tal teoría.

 

Para el pensador alemán, la humanidad en su conjunto es la que debía acceder a una condición suprahumana, es decir, el superhombre no sería sin una transformación total de la humanidad en suprahumanidad. Mientras la humanidad permaneciera sumergida en el nihilismo, es decir, en esa fase de transición en la que la humanidad entra tras la “muerte de Dios”, el superhombre continuaría siendo un mero anhelo, una aspiración o una meta. Un postulado que aún no podía alcanzarse.

 

El nazismo entendió esto de manera radicalmente opuesta, ya que el superhombre nietzscheano no comportaba división de la humanidad en un sentido estricto, sino que se trataba de una metáfora de la humanidad que logra reconciliarse con su finitud, una vez superado el nihilismo. En la triada hitleriana se advertía que faltaba algo: el hombre.

 

Hitler consideraba que lo que divisaba era una apariencia de una realidad no visible. Es decir, él percibía hombres y mujeres, pero en realidad lo que observaba eran superhombres, subhombres y no hombres. Por lo tanto, al entenderse como el salvador de Alemania, entiende que la purificación de la sociedad solamente ocurre cuando ésta es depurada de las personas que no pueden llegar a ser superhombres. La eliminación de esta raza se convierte en el imperativo categórico de su mandato.

 

Hitler rompe con la lógica de todo el pensamiento occidental, puesto que todos los pensadores desde los tiempos de Aristóteles, había afirmado la existencia de una especie, la humana. Hitler ve varias especies, ninguna de las cuales es humana, bien porque son más humanas o porque son menos que humanas.

 

Asimismo, Hitler se dio cuenta que el pueblo necesitaba explicaciones para tal maltrato y la causa de los sufrimientos por los que estaba pasando el pueblo alemán. La causa serían los judíos y el objetivo hacia el cual debían encausar toda su agresividad eran ellos. La purificación de la raza pasaba, necesariamente, por instaurar el terror. Rechazando que una raza diferente se mezclara con la suya.

 

Para alcanzar este objetivo se propuso dos vías: a través de la enseñanza y la propaganda. Haciendo hincapié en esta última, mostrando en humillación pública a los judíos, utilizando no solamente la burla, sino acrecentando paulatinamente la violencia. De esa forma, acostumbraba a que el pueblo observase a los judíos, no ya como esclavos, sino como no-hombres, los cuales, lógicamente, debían ser exterminados. Ellos eran la causa de que el pueblo alemán estuviese inmerso en desempleo y con una inflación tremenda. Los judíos, para Hitler, habían robado toda esperanza de superación.

 

En síntesis, el holocausto judío es consecuencia de una visión distorsionada del hombre que lleva a la abolición del concepto de Humanidad. La ideología se convirtió en el patrón de tasación, y dejaba atrás la idea del hombre capaz de desarrollarse e instauraba en medio de una humanidad e instaurando una división humana, en donde el otro y el Totalmente Otro, no tenían cabida.

 

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