Cuando los hijos se van, cuando los hijos se quedan

Por Nancy Colina

@nancycolina

 

 

Tantos venezolanos se han ido del pais. Unos salieron huyendo, previendo lo que iría a pasar, otros se fueron con la intensión de volver, a otros los obligaron a salir,  o tuvieron otra alternativa. ¿Por qué Venezuela ha visto partir a sus hijos, en cifras que no tienen precedentes? Hay muchas repuestas. Acoso por no compartir las medidas del régimen, imposibilidad de conseguir empleos dignos, temor por la pérdida de sus libertades, terror ante tanta violencia, búsqueda de mejores logros académicos, entre tantas razones casi todas válidas

 

Muchos venezolanos que se han ido y que en los últimos 14 años empezaron gradualmente a hacer nido en otros países, se hubiesen podido quedar aquí con mejores ofertas en todo sentido, porque no es fácil dejar a los familiares, a los amigos, incluso a trabajos considerados importantes. Tantos de ellos son gente que Venezuela necesita, si solo hubiese aprovechado la cantidad asombrosa de  ingresos que han entrado por el preciado y malgastado petróleo.

 

En este momento de nuestra historia, podríamos pensar que estos venezolanos se han ido a tiempo para no sufrir las inclemencias de lo que esta pasando, porque aquí el riesgo se vive parejo. Tenemos razones para decir que fueron visionarios para salir a tiempo, porque aquí, por desgracia, todos estamos en peligro, cualquiera de nosotros puede ser asesinado, golpeado o ultrajado. En eso no hay distinciones. En eso solo hay impunidad.

 

Pero no todos podemos irnos, no todos nos queremos ir.  La mayoría, casi todos,nos aferramos por amor a una patria que se nos va de las manos,la mayoría vemos con terror que nuestras libertades, lo más preciado que puede tener un ser viviente, se ven conculcadas por mentes irracionales que creen que el país les pertenece, que sin más ni más amenazan públicamente con quitarnos el derecho a manifestar nuestros pensamientos.

 

Todos pudimos presenciar con asombro, un discurso de Nicolás Maduro, donde mientras empieza hablando de paz, culmina enardecido amenazando con impedir las marchas, las concentraciones, la libertad de expresión, con orden tajante dirigida a los medios de comunicación privados, de guardar silencio absoluto para no decir lo que esta pasando. Un vejamen al deber ser. que casi nadie recuerda que haya pasado en el país, a menos que se lean los libros de historia de muchas décadas atrás. 

 

El desquiciado gobernante amparado en cadenas interminables dio instrucciones a sus aliados para perseguir a quienes no participan de su locura. Como cualquier Dictador de los países donde se han privado a los habitantes de todos sus libertades, mandó a encarcelar a quienes sin pruebas en la mano, declaró los causantes de protestas lideradas por un pueblo cansado de tanto atropello.

 

Pero los venezolanos somos valientes, por lo menos en su mayoría. Estamos acostumbrados a la libertad. No hicimos caso a un dictador desquiciado que se cree con derecho para impedirnos la libre circulación. Seguimos en la calle y tuvieron que disimular, por espacios limitados de tiempo, la opresión descarada que ejercen sin censura. En un solo día cerraron un canal internacional de noticias, amenazaron a otros y hasta intervinieron las redes sociales. Todo para incomunicarnos. 

 

Vivir en Venezuela no es fácil. Nos sentimos encadenados, humillados cuando luchamos por los alimentos básicos que no se consiguen. Hay historias propias de la literatura de ciencia ficción, donde las personas pelean en las colas para arrebatarse un pollo o rollo de papel higiénico o un  paquete de harina pan. La gente es vilmente asesinada, mientras los gobernantes hacen y deshacen al país

 

No es fácil no aferramos a este pequeño y abandonado país donde pasan tantas cosas humillantes que puede parecer mentira. No somos escuchados a pesar de tantas denuncias bien documentadas sobre las violaciones a todos los derechos que podemos exigir en un país que hasta hace poco vivía en democracia. 

 

Todas estas arbitrariedades han permitidos que salgan a la calle líderes valientes que no tienen miedo, estudiantes que no pueden quedarse sujetos a un loco mandato, amas de casa que luchan por conseguir alimentos, gente que no tiene trabajo, empresas que se han venido abajo. ante una escalada inflacionaria sin límites y una escasez de materia prima para seguir adelante

 

Los venezolanos tenemos muchos motivos para protestar. No estamos pensando en un golpe de Estado, porque somos pacíficos, más no pendejos. No se trata de sacar por la fuerza a un gobierno que a todas luces ha demostrado su incapacidad para gobernar dignamente al país. Un gobierno cómplice de malandros, de la quiebra de nuestra economía que se va al piso en medio de una escasez y de una inflación que ahoga hasta a los más optimistas. Se trata de reclamar nuestros derechos. De pedir alimentos, seguridad y libertad.

 
La libertad es un derecho que todo lo envuelve. Con libertad de funcionamiento las economías florecen, bajo opresión todo muere. Todos los seres vivos necesitamos movilizarnos de un lado a otro, necesitamos manifestar nuestros sentimientos y nuestras tendencias. Todos queremos resguardarnos del peligro y para nada nos gusta vivir asustados porque algo nos pase, todos queremos tener comida y un sitio seguro donde guarecernos. Son instintos básicos, que pensemos o no, siempre defendemos.

Venezuela es una madre amorosa. Lucha por la  felicidad de todos sus hijos, los que estamos en este piso, que no debe limitarnos. Un piso por el que luchamos, pero también por los que se han ido, a quienes les ha costado también mucho trabajo acostumbrarse a otras culturas a otras leyes, quienes también sufren cuando van a hacer sus compras y ven las estanterías full de comida, para escoger lo que se quiera o lo que se pueda. Muchos de ellos, en ese momento, pueden pensar, en la escasez que a todos nos asfixia.

 

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