La culpa es de los cachorros

Por Laurin Isabel Bello Gutiérrez

@LaurinIsabel

 

 

 

La computadora enciende las luces del teclado, y la pantalla en lugar de pasar de negro a azul, pasó de negro a mitad azul y mitad de todos colores. Coño de la madre, lo que me faltaba, pienso. La apago, vuelve a negro, toco la pantalla para cerciorarme kinestésicamente de que no esta rota, y de que la combinación de miopía-astigmatismo y “aun no estoy enteramente despierta” no me ha dejado ver el golpe. No, esta intacta por fuera, la enciendo de nuevo: esta jodida por dentro. Crisis interna. Tragedia griega: me quedé sin computadora cuando más la necesito. Me obligo a pensar en otras tragedias personales y humanas, que de verdad pueden ser denominadas “tragedias”, para dejar de sentirme mal por “el aparato”, por “lo material”. Nada. Solté unas lágrimas de arrechera. Cambio de planes: salir de la casa. Respira. Tomate el café favorito. Escribe a mano. Chequeo de nuevo el celular para cerciorarme de que él aun sigue vivo, y que aun me queda una conexión con el mundo. Voy directo a Facebook, primera foto en el pantalla: las espaldas de dos estudiantes reventadas por perdigonazos. Coño de la madre, se armó el peo. La computadora esta muerta. Sigo bajando, el celular esta lento. Noticias oficiales de la situación en Táchira. Perdí la computadora, la cosa con más valor monetario que quizá ahora tengo, también de un gran valor sentimental: me la regaló mi papá, con ella me gradué, con ella fue publicada por primera vez. La espalda de estos panas. La dignidad de todos. Debería escribir de esto. Coño de la madre, la computadora. La tipa que me debe plata desde hace tres meses. La computadora. Los estudiantes. La realidad país. La dignidad nacional.

 

En el tren, llorando por todo y por nada, saboreo el resplandor del sol que por fin salió, y me froto las manos que me acaban de secar las lágrimas con sensación térmica de -30 grados centígrados, ya aprendí que los días más soleados son los días más fríos durante el invierno. Me repito las palabras de mi mamá: todo va a estar bien. Café favorito: café negro con leche de coco, miel y canela. Empiezo a escribir frenéticamente -a mano, claro-, mientras escucho las realidades de los que comparten espacio y tiempo conmigo: la planificación de una boda, la venta de una idea con una molesquín (alguien se quedó sin computadora también), el nacimiento de un proyecto en una lujosa Mac, la complicidad de unos que se aman en el sofá del café. Pienso en mi propia realidad: vivo en una ciudad increíblemente hermosa, con un clima increíblemente loco, vivo el sueño que tuve hace más de cinco años, soy orgullo propio y ajeno, aun me falta mucho, pero ya estoy siendo publicada por tres revistas en Venezuela. Venezuela se fue a la mierda. Reviso Facebook en el teléfono de nuevo: más fotos de “los estudiantes encienden Táchira”. Pienso en mi familia y la de los demás. Pienso en la realidad de este país, tan diferente del que porto. veo la entrevista de CNN a una representante del Gobierno de Táchira, y la incapacidad absurda que tiene para argumentar. El periodista cierra con: “En el país donde yo vivo la protesta no es criminalizada”. Pienso en que en el país de donde vengo, respirar se volvió un crimen sin importar de qué lado de la división venga el suspiro.

 

Perdí la computadora a los 25, y en proceso de iniciación como escritora, y dedicada a hacerle las redes sociales a otros, pienso en el concepto de tragedia, los muertos, lo que a veces es una tragedia aquí puede ser una trivialidad allá. Bueno ni tanto, porque lamento saber y tener que decir que la definición de tragedia se ha desfigurado tanto, que sigue doliendo más el viaje que se les arruinó a Florida, el teléfono que ya no se pueden comprar porque el cupo electrónico “no alcanza para nada”, que la espalda reventada de los estudiantes, que los Derechos Humanos de todos en Venezuela. Buscan cualquier argumento absurdo para lavarse las manos de la debacle nacional, ahora la culpa de mas de 14 años de ser un país con números en rojo, la tiene Leopoldo y su foto con los cachorros, sí, los cachorros son la culpa de todo. Primero, este señor esta asumiendo un liderazgo que ahorita mas nadie tiene, y nadie lo obligo. Segundo, eso no significa que no siga siendo padre de familia. Y tercero, los estudiantes han salido a la calle espontáneamente. ¿O es que ahora nos vamos a poner rojitos y obligarlos a todos a marchar, cuando a mi me de la gana de que marchen? El llamado de Leopoldo fue para el 12 de febrero, y el 12 de febrero salió hasta el gato, y él con sus cachorros, valga la ironía.

 

Los estudiantes tienen meses protestando, años protestando, bajo el liderazgo de sus propias convicciones y de sus propias ganas de que les devuelvan el país que les quitaron, de que no le quiten la autonomía a sus Casas de
Estudio, de que no les maten a un pana mas, y así.

 

Fui estudiante hace menos de tres años, y salí muchas veces a marchar, la mayoría siguiendo el liderazgo del Movimiento Estudiantil de mi Universidad, no de ningún político. Es mas, sigo convencida de que la reforma a la Constitución que Chávez quería hacer, no se dio porque los estudiantes fuimos los protagonistas de las campañas en contra, no ningún político. Y recuerdo, que lo peor que nos podía pasar como Movimiento, era que se nos relacionara con algún político, porque de eso Chávez sacaba jugo y medio para destruir la credibilidad que teníamos en una población que ya no creía en políticos. Y aunque hay políticos, muchos, que están de acuerdo con las protestas que lideran los estudiantes, ellos saben que no se pueden meter. Respaldar es una cosa, liderar es otra, los lideres estudiantiles tienes sus propios rostros, como las organizaciones no gubernamentales, gremios y afines.

 

Y aunque todos tenemos mas o menos un mismo fin, cada quien se ocupa desde el podio que le toca, y sino le tocó ningún podio, entonces mejor quédese tranquilo en casa y deje de echarle tierra a los demás. Y por cierto, “activistas de teclado” debemos ser todos, que lejos o cerca, no nos queda otra que ser medios, porque en Venezuela ni papel hay para comunicar. Si, hay que verificar todo lo que se comparte, pero sobre todo, hay que verificar todo lo que se escupe sobre un teclado.

 

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