Editorial #197: «La fuerza de la razón»


Cuánto dolor se respira hoy en Venezuela. El rojo de la bandera es más amplio que los demás colores, porque ella se tiñe con la sangre de venezolanos inocentes cuyo único delito fue protestar por sus derechos básicos. El saldo de esa protesta pacífica que ya lleva casi dos semanas es de once muertos, decenas de heridos, centenares de detenidos e incluso denuncias de torturas y desapariciones.

 

Los despertares nunca son fáciles, especialmente después de un letargo de 15 años. Pero si el diagnóstico de lo que enfrentamos era correcto, sabíamos que recuperar la libertad y la democracia no sería sencillo. Sin embargo, el mejor tributo a esos héroes caídos en esta batalla es no rendirse hasta lograr los objetivos.

 

Lo que vivimos no es una guerra civil, es una guerra contra civiles. Por eso, muchos se preguntan -después de las brutales arremetidas de la Guardia Nacional y los Colectivos armados- cómo es posible que horas después los jóvenes estudiantes vuelvan a las calles. ¿Es que no tienen miedo? Por supuesto que lo tienen, todos lo tenemos. Pero ellos han comprendido que les han robado lo más preciado que pueden tener: su futuro. Sin éste, ¿cuánto más tienen que perder? Lo que los demás no terminamos de comprender es que por un futuro, los jóvenes están dispuestos a arriesgarlo todo. Y así lo están haciendo.

 

Hoy, cierta dirigencia opositora –esa que está acostumbrada a leer encuestas antes de emitir cualquier opinión- ya no debe decidir si llama o no a la calle, su única alternativa es definir si acompaña o no al pueblo en la calle. El líder es cada uno de esos venezolanos que, armado con su valor y sus valores, ha decidido no dejar de luchar por lo que quiere. Lo que ocurre hoy en el país es un movimiento que todavía no llegamos a comprender en su plenitud. Sin embargo, éste sí era posible predecir. ¿Cómo podíamos esperar que la tierra que parió a Bolívar no luche por su libertad?

 

La calle ya habló y el mundo escucha. Ese mundo indiferente y cínico, que ama a Venezuela solo cuando le conviene, se está viendo forzado a voltear su mirada hacia nuestra tierra. Olvidan, especialmente los vecinos de la región, cómo Venezuela les abrió los brazos hace pocas décadas, cuando en sus países se sufrían terribles dictaduras y muchos de ellos, hoy en altos cargos, escapaban buscando preservar sus vidas. Su indiferencia es ahora muy costosa para sus siempre oscuros intereses y se ven obligados a ponerse del lado de la verdad.

 

Es conocida la paradoja de la fuerza indetenible que choca contra un objeto inamovible. Si esto ocurre, el desenlace es imposible de vaticinar. Sin embargo, cuando la fuerza es la de la razón, no existe objeto que pueda detenerla. No hay nada más poderoso que la fuerza de la razón. No hay nada más poderoso que la razón en la calle.

 

Hoy existen millones de razones en las calles. La principal de ellas es Venezuela.

 

 

 

Miguel Velarde

Editor en Jefe

@MiguelVelarde

mvelarde@guayoyoenletras.com

 

(Visited 38 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras