La batalla por el dominio de la historia

Por Valentina Issa

@valen_issa

 

 

 

Un error común en todos los que se precian de estrategas (incluyéndome) es creer que otros -estrategas o no- no son capaces de detectar sus maniobras. Siempre creen que, como magos con una mano invisible, pueden manipular, cambiar y moldear dinámicas y percepciones de los demás sin que éstos se den cuenta de los hilos que se tocan tras bastidores, y de que están siendo “trabajados”. Ese error lo cometen el señor Maduro y sus colaboradores en la actualidad. Sí, una fortaleza del chavismo todo este tiempo ha sido su fuerte y permanente estrategia (con ayuda de la sagaz inteligencia cubana); y sí, hemos sido pendejos muchas veces, y bastante que nos han “bailado” sin darnos cuenta en 15 años. Pero ya tenemos la piel más curtidita y ya vamos siendo capaces de descubrir y develar patrones. Nosotros también jugamos, señor Maduro, y el efecto de las estrategias –sobre todo cuando son perversas- desaparece una vez que son develadas.

 

La principal estrategia de los señores que ocupan el gobierno frente a las protestas (en origen estudiantiles, y posteriormente ciudadanas) de las últimas semanas persigue tener el control de la historia (es decir, la narrativa de “lo que pasó”), y de las percepciones de cualquier espectador interno o externo que les permita construir la base para actuar arbitrariamente. Consiste en construir una historia que les favorezca, dando por ciertas versiones convenientes a sus fines, pero no necesariamente verdaderas.

 

Para implementarla tienen herramientas como 1) La devoción y fidelidad absoluta del Ministerio Público, órgano investigador por excelencia del Estado y única autoridad para establecer, por la vía de la criminalística, hechos, sus causas, y culpabilidades (de las cuales se supone deben convencer a un juez, quien las confirma o descarta); 2) El control de prácticamente toda la televisión y la radio; y 3) toda su arbitrariedad para impedir el acceso vía Twitter o Internet a imágenes (que como comenté en mi artículo anterior tienen un extraordinario poder comunicativo y hasta “narrativo”).

 

Es así como una historia que involucra violencia generada desde el gobierno vía la activación de grupos irregulares armados –por el gobierno- para atacar a sus anchas y con total impunidad protestas pacíficas; la represión abierta, a mansalva e indolente de la GNB y la PNB (con perdigones y otras armas supuestamente “no letales” utilizados con saña); las detenciones de cientos de estudiantes y su posterior tortura (como pa’ que no les queden ganas de volver a protestar); la colocación de infiltrados para perpetrar delitos en las protestas camuflados de estudiantes, y la incitación a la violencia desde Twitter y el discurso político, es convertida en una de “golpe de Estado” y victimización del poder, quien tiene todas las armas y fuerzas a su favor.

 

Es por eso que en las cadenas radio y TV salen imágenes de instalaciones gubernamentales con daños, y unas personas partidarias del gobierno en collarín, supuestamente heridas en eventos violentos, pero no la foto del estudiante que perdió el ojo con una bomba lacrimógena que lanzaron directamente a su rostro, o la de Geraldine Moreno, quien murió por perdigonazos disparados a su cabeza y cara –quién sabe a qué distancia-, o la del cadáver de Robert Redman en el piso rodeado de sangre.

 

Es por eso que se le llama delincuente –y se le afirma como tal sin que haya sido comprobado que cometió ningún delito- a Leopoldo López a los cuatro vientos y se les responsabiliza por todo mal, junto a los medios internacionales dispuestos a contar todas las historias para que los venezolanos podamos enterarnos por cable o por Internet de lo que pasa en nuestro propio país.

 

El storytelling de Maduro y sus colaboradores busca criminalizar y perseguir para amedrentar e infringir miedo, sí, pero en un segundo plano para hacer creer a los espectadores que tal o cual es responsable de lo que pasa creando la base para ejercer sus arbitrariedades…hasta que el objeto de su persecución los espera en su casa con una escopeta.

 

Pero no por gritar más y más duro se tiene la razón. Los periodistas de los medios impresos están investigando a fondo todas las atrocidades que se han dado en medio de la confusión y la lucha por dominar la historia, y ofreciendo sus hallazgos (a falta de los organismos públicos imparciales para hacerlo). Nuestros jóvenes también están contando sus propias historias a quien quiera oírlas, superando el miedo y hasta barreras judiciales (porque a los detenidos les dan libertad con la condición de no hablar sobre su caso y las torturas que padecieron).

 

Todos nos estamos convirtiendo en narradores replicando y compartiendo con el mundo y nuestros círculos “lo que pasa”, y es muy importante que no dejemos de echarnos el cuento, de escucharlo y de replicarlo, aunque sea de boca en boca. Sólo así quedará registrado y podremos en tiempo real, y en el futuro, rectificar y escribir la historia.

 

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