Editorial #199: «Nunca más seremos los mismos»

 

Son muchas las historias que se vienen contando desde que los estudiantes iniciaron su lucha en las calles del país. Ni la ficción lograría superarlas en su desgarrador relato. La mayoría tiene características similares: violencia, represión, exceso, abuso y sangre. Todas tienen el mismo escenario: Venezuela.

 

La nación no volverá a ser la misma desde ese 12 de febrero en el que decenas de miles de estudiantes se concentraron de forma pacífica y marcharon hasta la Fiscalía General de la República exigiendo la liberación de sus compañeros detenidos días antes por protestar. Hoy, menos de un mes después, el saldo son 22 muertos, más de 1.300 detenciones, más de 30 denuncias de torturas, centenares de heridos y un país indignado.

 

Venezuela no es la misma ante los ojos del mundo. Quedó demostrado que no vivimos en la “democracia perfecta” que durante tantos años el gobierno se empeñó en dibujar. Muchos cayeron en el engaño de que el haber celebrado 19 elecciones en 14 años era el indicador más evidente de ello. Nunca se pusieron a pensar de que la democracia es mucho más que elecciones; que una cosa es votar y otra elegir. Pero, sobre todo, quedó demostrado que la libertad de expresión, los derechos básicos y la igualdad ante la justicia no son más que recuerdos de un pasado no muy lejano en el país. La careta no solo se cayó, sino que se rompió en mil pedazos irreparables.

 

El mundo tampoco es el mismo ante nuestros ojos. Aquellos que aún tenían la esperanza de que en un momento crítico –como el que hoy vivimos- los países y organismos internacionales iban a reaccionar para garantizar los derechos de los venezolanos se dieron cuenta de que su dignidad pudo ser comprada por unos cuantos barriles de petróleo. La última resolución de la OEA es el ejemplo más reciente, pero su silencio cómplice resuena hoy en todo el mundo y será imposible para ellos volver a actuar bajo la fachada de imparcialidad que durante los últimos años presentaron.

 

Sin embargo, aún mucho más importante que todo lo anterior, es que nosotros no seremos nunca más los mismos. Las últimas semanas sirvieron para darnos cuenta de que somos mucho más fuertes de lo que imaginábamos. Pudimos comprender que si bien existen problemas reales como la escasez, la inflación, la inseguridad y tantos otros que nos aquejan diariamente, nuestra lucha es por algo superior: por la libertad, la democracia y la dignidad. Sabemos, hoy más que nunca, que vivir sin ellas es morir un poco cada día.

 

Aún no sabemos como terminará esta épica batalla que comenzaron los estudiantes y a la que se han sumado tantos otros sectores de nuestra sociedad. Pero si tenemos el convencimiento de que de ahora en adelante, cuando nos miremos al espejo cada mañana, sentiremos una brisa fresca que nace de la convicción de saber todo lo que somos y de la certeza de que aún podemos ser mejores.

 

Nunca más seremos los mismos.

 

 

 

Miguel Velarde

Editor en Jefe

@MiguelVelarde

mvelarde@guayoyoenletras.com

 

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