¿Qué pasa en Venezuela? Crónica desde el exilio

Por Alexander Gamero Garrido

@AlexGameroG

 

 

 

La guerra es la paz,

la libertad es la esclavitud,

la ignorancia es la fuerza.

George Orwell.

 

“Ah, ¿eres de Venezuela? ¿qué está pasando ahí?”

 

Con esa inocente pregunta empieza toda conversación con cualquier persona que conozco. No hay una respuesta fácil, una cajita big mac que le pueda dar a todos. La grotesca censura del gobierno, la abundancia de información (y “desinformación”) en las redes sociales, la seducción que los regímenes de izquierda ejercen sobre muchos norteamericanos y europeos, la compleja división socioeconómica que el chavismo profundizó, son algunas de las complicaciones que se apresuran a estrellarse contra mi conversación.

 

Decidí escribir este artículo en primera persona porque no me siento calificado para responder esa pregunta. Circunstancias de la vida me llevaron a vivir temporalmente fuera del país, y desde aquí es todo muy confuso. La información oficial (de los medios partidistas del gobierno, tipo VTV, pero también de muchos privados) es poco menos que ejemplar del Ministerio de La Verdad de George Orwell. Como en Egipto, Ucrania y tantos otros sitios, la gente se entregó a Facebook y Twitter ante el silencio generalizado de los medios tradicionales. ¿Y es que cómo mantenerse aislado, cómo no tratar de enterarse del nuevo estudiante muerto o de la entrevista de Maduro en CNN, siendo al menos un poco humano?

 

Todos quienes estamos fuera tenemos sentimientos encontrados. Nos sentimos algo afortunados de vivir con más seguridad, pero con muchísimos familiares y amigos en Venezuela, las fotos, los cuentos y los videos de la brutal represión son aterradores. Crean un dolor físico que es difícil de explicar más allá de una intensa conexión emocional. Muchas noches de llanto leyendo el Twitter o escuchando los relatos de un torturado en Táchira. Y es que no sé como poner en palabras el retorcijón que sentí cuando escuché a Maduro diciendo que el “duerme como un bebé”, que no le preocupa la violencia en la calle. La misma violencia que su gobierno ha propiciado, ignorado, censurado, y sobre la cual ha mentido vilmente.

 

Pero volvamos a la pregunta original, la del chamo de Kentucky que sólo ha escuchado alguna vez vagamente sobre Venezuela. ¿Qué pasa en Venezuela? Empiezo a hablar, con tan sólo una remota idea de la ruta que voy a tomar. No puedo hablar de Maduro sin hablar de Chávez, el carismático golpista que llegó al poder con votos de las clases media y alta. Votantes que estaban hartos de la corrupción y la inseguridad. Chávez, el que con su generosa petrochequera y lenguaje antiyanqui conquistó seguidores en toda América Latina y buena parte del mundo.

 

Me doy cuenta que el chamo se ve confundido, ¿qué hago hablando tanto de Chávez para explicar la crisis actual, si hace un año ya que el tipo se murió? Precisamente, le digo que el comandante, con su estilo neo monárquico de L’État, c’est moi, dejó un vacío institucional gigante en su partido y sobre todo en su gobierno. Amado por muchos, odiado por una cantidad de gente similar, Chávez vació las arcas del Estado, atacó ferozmente la industria privada, y acercó a su mano de hierro a todos los poderes públicos. Organismo o persona que se opusiera a sus decisiones, incluyendo su propio electorado, recibía instantáneamente una descarga de odio eléctrico.

 

¿Cómo se mantuvo tanto tiempo en el poder? Me pregunta el chamo, aún esperando que responda su pregunta original. Otra perlita que no puedo responder en veinte segundos, así que simplifico: la petrochequera. Los efectos en la economía, como la reducida producción y mayor escasez, inflación y un menguado flujo de divisa dura fueron compensados con un esquema socialista de distribución de la renta petrolera, tanto en Venezuela como en el extranjero. Por supuesto, el clientelismo y la corrupción crecieron de forma rampante. Al momento de morir Chávez la economía venezolana estaba preparándose para un shock desgarrador, con escasez intensa de productos básicos, inflación de más de 50%, y un gobierno endeudado y con fuentes de ingreso seriamente limitadas.

 

Es ahí cuando por fin empiezo a responderle: a un año de la truculenta victoria de Maduro en las urnas, los estudiantes se lanzaron a las calles, comenzando el 12 de Febrero. Maduro, consciente de que su base de poder es distinta a la de Chávez, con una conexión con el electorado muy difusa, sin ascendencia relevante sobre las fuerzas armadas, y bajo la enorme influencia de los comunistas que gobiernan Cuba, respondió huyendo hacia adelante: con brutal represión y permitiendo a la pseudo-guerrilla que han llamado colectivos enfrentarse abiertamente con los manifestantes. El saldo: al menos tres muertos el primer día, después de que muchos opositores ya estaban en su casa y la convocatoria oficial había terminado. El otro saldo: muchísima más indignación en la oposición, y determinación a pertenecer en la calle.

 

Sin poder generar convocatoria suficiente para mostrar “ellos marchan en mi contra pero yo también tengo pueblo”, Maduro (y el probable comandante táctico Diosdado Cabello) se ha asegurado de reducir el flujo de información al mínimo. Incluso, ha experimentado con esquemas de censura en Internet, como Cuba o Irán. La estrategia es clara: generando y permitiendo que florezca el caos, el gobierno puede disfrazar la desgarradora represión con gases, tortura y asesinatos, como un ejercicio legítimo de control del orden público. Idealmente (para Maduro), la prensa internacional verá un presidente electo democráticamente que no permite a la oposición usar guerra de guerrillas para derrotarlo. En realidad, los enfrentamientos son mayormente iniciados por grupos armados del propio gobierno.

 

Wow, dice Matthew (el de Kentucky), ¿y qué crees que va a pasar?

 

Me quedo en silencio por un tiempo medio largo. Si me costó describir lo que está pasando ahora, ¿cómo puedo pretender una astrológica predicción del futuro del conflicto venezolano? Hay, en mi opinión, varios escenarios posibles. Empiezo a explicarle a lo que se enfrenta Maduro: ingreso fiscal reducido, gasto público insostenible, capacidad crediticia internacional inexistente, y hasta la amenaza de los Estados Unidos de congelar los bienes de la república (del gobierno) en el extranjero. Necesariamente tendrá que acercarse a sus adversarios internacionales (como parece estar haciendo), y tratar de que sus intensos ataques a la oposición mantengan a su fuerza política un tanto unida. Tendrá, también, que disminuir la presión inflacionaria con mecanismos a la SICAD, que menguarán el dinero en circulación pero también crearán una severa contracción económica. Maduro tendrá que correr, encaramarse, y hasta esconderse, pero probablemente el costo de la vida y la escasez empeorarán notablemente en lo que queda de año.

 

En el futuro cercano, entonces, difícilmente se detendrá el conflicto en la calle. Veremos más detenidos, más torturados, más censura, más muertos. Veremos también a una oposición que se entrega a la protesta porque ve (legítimamente) que es su única salida ante un gobierno omnipotente. El factor determinante será la respuesta de la base chavista. ¿Por cuánto tiempo más podrá Maduro convencerlos de la existencia de la guerra económica? ¿De que sus vidas se siguen deteriorando a pasos veloces por culpa de los empresarios? Con poco combustible para que ese disfraz de su propia incompetencia, del agotamiento de la economía socialista, y del sostenimiento del gobierno cubano con dinero venezolano, Maduro puede encontrarse pronto con que su gente ya no le cree.

 

Me pregunta Matthew, ya impaciente y esperando su respuesta Big Mac, ¿entonces, qué va a pasar en Venezuela?

 

Suspiro. Le digo que no sé, que nadie sabe, y que esto es una muestra de músculo de ambos bandos. Es como un juego de pulso donde con cada resbalón se muere alguien. Es imposible saber quien ganará el juego al final, tan sólo sabemos que por primera vez desde 2002 es posible que sea la oposición.

 

 

 

Imágenes de infobae.com y newspeakdictionary.com

 

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