Frida Kahlo, la mujer que no necesitaba sus pies para volar

Por Jesús Armando López

@JArmandoLopez

 

 

 

La obra “Frida Kahlo. Viva la vida” de Humberto Robles, que se presenta en el Transnocho Cultural de la ciudad de Caracas, es una excelente recopilación sucinta de los aspectos más resaltantes de la vida de la artista mexicana.

 

El gran aporte que comporta la obra, no radica en suscitar en el oyente la indignación, por parte del espectador, en conocer el pensamiento artístico, e incluso social, de tan admirable mujer, sino que explicita, de una manera clara y especifica, un modo de posicionarse ante el dolor.

 

Ella es un ejemplo fidedigno de que el ser humano no ha de decirse a sí mismo el tamaño que contiene los problemas inherentes a la vida, sino que se ha de decirle a los problemas el tamaño de sí mismo ante las vicisitudes. Ella sufrió todo tipo de ataques pero consiguió sobrevivir.

 

La vida de Frida, ciertamente, se encuentra subsumida en medio de los dolores y las penurias. Por una parte, sus constantes problemas de salud, los cuales le llevaron a la amputación de una pierna, su tortuoso matrimonio con el pintor mexicano Diego Rivera, al punto de tener que convivir con sus paulatinas pifias maritales. Sumado a ello, su soledad profunda y su melancolía agónica.

 

Ambos atenuantes se terminarán convirtiendo en el revulsivo necesario para expresar su visión de la vida, de la sociedad y del mundo. Frida fue una mujer que utilizo el dolor, no como un obstáculo, sino como un nutriente para poder reflexionar sobre la existencia misma.

 

Ahora bien, ¿es posible hablar de “Dos Frida”? Pregunta que no surge de la mera duda, sino que es producto de una fotografía de Rafael Borrachero, la cual se titula de esa forma. Quizás no exista tal dicotomía, puesto que ella siempre se presentó tal cual como es, sin barandillas ni tapujos. Su pintura es el reflejo de una manera concreta de posicionar ante la vida, de una fuerza específica de hacer frente al dolor.

 

Alguien que también vivió con singularidad el éxtasis que conlleva el analizar la realidad, desde algo que nos supere, fue el filósofo Ludwig Wittgenstein que dijo: “En el ser humano no existe solo la actitud racional que siempre indaga cómo son las cosas y para todo busca una respuesta. Existe también la capacidad de extasiarse: extasiarse no puede expresarse por una pregunta; por eso tampoco existe ninguna respuesta. Existe lo místico: lo místico no reside en cómo es el mundo, sino en el hecho de que exista”. Frida vivió a plenitud este éxtasis sobre la vida y el componente doloroso que de suyo posee. Había algo más transcendente que le impulsaba a expresar su dolor por medio del arte.

 

En tal sentido, Frida no considero que sea una mujer “enferma de melancolía”. Como toda enfermedad nos remite a la salud. Frida debe ser analizada a partir de su melancolía y no del estado anímico que ésta desarrolla en ella.

 

Claramente ella nos enseña que el poder sentir esas penurias la hicieron más sensible y más humana, nos enseña que amar lo invisible y hacer real aquello que todavía no es, pero puede ser, es decir, la felicidad y analizar lo auténticamente humano, puede ser posible. El dolor, en tal sentido, no debe ser visto como algo que nos frustre y nos limite nuestro caminar en la vida. Al contrario, debe ser un trampolín que nos impulse a desarrollarnos y a alcanzar lo que deseamos lograr, que aquello que parece una limitante sea nuestra fortaleza.

 

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