Editorial #202: ¡Abajo cadenas! Pero para todos

 

Esta semana le dio una lección de realidad a Venezuela: la solución al conflicto no quedará en manos de la UNASUR o la OEA. Como organizaciones de soporte a gobiernos, tales organismos no pueden hacer sino eso, defender el poder de quienes consideran gobiernos legítimos: en este caso, el del dauphin seleccionado por Chávez para dirigir a la nación suramericana. La trayectoria que siga Venezuela –por no llamarla “El Camino” o “La Salida”– dependerá exclusivamente de los venezolanos. La región que vio a Venezuela apoyar a Violeta Chamorro y tantos otros defensores de la libertad ha decidido darle la espalda. Panamá es la excepción.

 

Dicho eso, el panorama para el gobierno venezolano promete dificultades sin precedente. Los organismos internacionales no gozan del mismo halo de inviolabilidad del pasado: sus infructuosas condenas a las transiciones democráticas en Honduras y Paraguay así lo demuestran. Los pueblos pueden, de hecho, autodeterminarse, y el venezolano parece estar determinado a hacerlo. Con un ímpetu no visto desde el derrocamiento de Pérez Jiménez, los venezolanos demandan explicaciones ante la tormenta socioeconómica que viven. Con las calles tomadas en protesta, mayormente pacífica, el gobierno no puede proyectar la imagen que quisiera: la de business as usual en la que es sólo un pequeño grupo de privilegiados el que se le opone.

 

Lo que parece estarse escapando de la vista de los nuevos libertadores es que las cadenas no son iguales para todos. Un estudiante de clase media que decide trancar una calle quemando basura en medio del día, o que amenaza a dos octagenarios de incendiar su casa si no la abandonan, deja de ser libertador para convertirse en opresor. Una señora que vive en Petare y pasa tres horas en transporte público para llegar al trabajo, en vez de las dos que le tomaba normalmente, difícilmente se va a sentir liberada. Ella, a diferencia del guarimbero, no puede abandonar su trabajo a voluntad, ya que de él depende su subsistencia. Sus cadenas son otras.

 

La ira del estudiante no es irracional. Acostumbrado a ver sus oportunidades desvanecerse, es fácil sentirse inmerso en el es ahora o nunca que caracteriza a los movimientos libertadores. Lanzar otra molotov, trancar otra calle, amenazar a otro transeúnte, son todas vistas como consecuencias naturales de la protesta urgente. Lo que no debemos olvidar es que Venezuela no será libre si sólo una porción lo es. La lucha es por destruir las cadenas desde Maracaibo hasta Tucupita, no sólo en Altamira.

 

 

 

Alexander Gamero Garrido

Asesor Editorial

@AlexGameroG

 

 

 

Imagen de ovario.wordpress.com

 

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