Me doy permiso de perderte

Por Heymar Díaz Matamoros

 

 

 

«Sus órganos dejarán de funcionar progresivamente. Retiraremos la alimentación y solo serán monitoreados sus signos vitales». Si alguna vez escuchaste algo parecido, tenemos en común la despedida, dolorosa y frustrante, de un ser querido. En mi caso fue el cáncer quien me lo arrebató.

 

«No le hablen. El estimulo auditivo impedirá que su cerebro acepte la desconexión».

No hablarle, no decirle cuánto lo quiero. Cuanto agradezco el amor, la comprensión, la paciencia y la fe en quien soy y quien puedo llegar a ser.

 

No hablarle, despedirme en silencio, solo con pensamientos. ¿Alguna vez se lo dije? ¿Alguna vez le expresé con palabras la importancia que su presencia en mi vida tenía?.

 

Una cama en la que sobra espacio, porque la enfermedad se ha encargado de reducir su cuerpo, palidecer su piel, marcar sus ojeras, acabar con su cabello y volverlo una pelusita gris. Sus labios blancos, sus ojos entreabiertos, su respiración irregular que por instantes anuncia lo inevitable.

 

Los recuerdos que sobrevienen: las cosas buenas, las lecciones aprendidas, las sonrisas, los abrazos. Piensas: ¿y si aún hay tiempo? ¿y si le pido que luche? ¿y si los médicos se equivocan y es un mal momento del que se recuperará? ¡Bendito empeño humano en retener lo que ya se ha ido!; «no, ya no es él, es apenas lo que queda de su cuerpo». ¡Bendita humanidad que todo lo vuelve un pensamiento y busca respuestas en donde solo hay silencios!

 

Un doctor, tan pálido como él, distante y ceremonial entra en la habitación. «¿Ya se despidieron? El señor difícilmente pasará la noche». Todo ha sido tan rápido y al mismo tiempo tan dolorosamente lento, que el tiempo es relativo al llanto, no a un reloj.

 

De ti me queda el valor, el coraje, la integridad y la voluntad. La lección que nos pediste compartir: «no esperar a saber que estás muriendo para comenzar a vivir». Cada instante cuenta.

 

Ve. Allí en donde te esperan para que sueltes ese cuerpo, que te ata, que te retiene. Me doy el permiso de perderte y así ganarte para siempre. Tu ejemplo, fortaleza, entrega y pasión por la vida serán siempre mi luz, mi guía.

 

Cáncer. Para algunos un signo. Para otros un síntoma. Para otros, la despedida. Para muchos una oportunidad de despertar, de saberse vivos.

 

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