Editorial #204: «Dialogantes»

 

Siempre es más fácil aparentar ser políticamente correcto. Sin embargo, hacerlo puede ser irresponsable, mucho más si se es dirigente político.

 

El jueves pasado se dio el tan esperado “diálogo” entre el gobierno y un sector de la oposición. Fue, sin duda, un hecho inédito, pero no necesariamente por las razones que plantearon quienes asistieron a éste. Entre otras cosas, uno de los elementos que lo hizo único fue que, sentado al mismo nivel que los dirigentes de la MUD, se encontraba el líder de los Tupamaros, un colectivo que ha sido denunciado en reiteradas ocasiones por sus actividades ilegales.

 

La MUD asistió a negociar una protesta que nunca convocó, que nunca apoyó y que además no tiene la capacidad de detener. Eso lo sabe el gobierno y es una gran debilidad para su poder de negociación y para que puedan lograr los objetivos que se han planteado: la liberación de los presos políticos y de los estudiantes, la captura de los responsables de las muertes, torturas y atropellos en estos dos últimos meses, la restitución en sus cargos a quienes han sido injustamente despojados de ellos, el desarme de los colectivos armados y la finalización de la represión.

 

También es fundamental preguntarnos si quienes asistieron al diálogo lo hicieron porque creen que es una oportunidad real para que Venezuela salga de esta crisis que hoy ya nadie puede negar o si lo hicieron porque lo ven como una oportunidad política para recuperar un liderazgo que vienen perdiendo debido a su inacción.

 

Una vez más, todo depende de las premisas que consideremos válidas. Lo que debemos preguntarnos antes de sacar conclusiones y crear falsas expectativas sobre el resultado de ese primer encuentro es cuál es nuestro diagnóstico sobre quienes hoy gobiernan. Si la respuesta es que son actores demócratas que tienen ideas diferentes a las nuestras, es un acierto. Sin embargo, si se cree que el problema no es solamente ideológico, sino que también se difiere en los principios y valores básicos, republicanos y democráticos, entonces es un grave error.

 

Lo que vimos no fue un diálogo, ni un debate y menos una negociación. Fueron dos monólogos que sirvieron más como válvula de escape para un gobierno que ya no resiste la presión local e internacional que como un mecanismo útil para la oposición que la ayude a lograr sus demandas. Hemos llegado a un punto de desmoralización tal que algunos consideran un logro político el que uno de los representantes de oposición en esa mesa haya llamado por su nombre a Nicolás Maduro o que haya utilizado dos minutos más del tiempo que le correspondía, mientras nada cambia en relación a los presos, los perseguidos y los reprimidos.

 

Seguramente existen quienes ven con mayor optimismo el proceso de diálogo, pero nadie puede negar que quienes se sentaron en Miraflores lo hicieron gracias a la protesta que convocaron otros que, irónicamente, no estuvieron presentes. Los grandes ausentes fueron los estudiantes, Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma. Sería una acción inteligente de quienes creen que ponerse traje y corbata y negociar con el gobierno es un paso importante, que también se den cuenta de que la verdadera salida a esta crisis está en la calle, no en un salón de Miraflores.

 

Si algo quedó claro el jueves, una vez más, es que existen dos modelos de país que son irreconciliables. Lo que esperamos de los dirigentes opositores es que sean verdaderos líderes políticos que luchen porque se imponga el que defiende la libertad y no solo simples dialogantes en búsqueda de una oportunidad política.

 

 

 

Miguel Velarde

Editor en Jefe

@MiguelVelarde

mvelarde@guayoyoenletras.com

 

 

 

Caricatura de Roberto Weil (@WEIL_caricatura)

 

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