Anna Ajmátova: alma apuñalada

Por Henyerson Angulo
@Heryens

 

 

 

Esta poeta nace en Rusia el 11 de Junio de 1889. Es una de las voces más representativas del acmeísmo, corriente literaria que surge en 1911 en oposición al simbolismo. Se casa con Nikolái Gumiliov en 1910, con quien, años más tarde, tiene un hijo, Lev. Se divorcia en 1918 y, tres años después, su ex-marido es apresado y fusilado por oponerse a la Revolución rusa. Su hijo tampoco se escapa del régimen tras ser arrestado dos veces, la segunda durante diez años.

 

Se dedicó a manifestar su desagrado a un régimen, que impedía su disidencia, a través de lo que mejor sabía hacer: poesía. Por supuesto, sus poemas fueron prohibidos durante la Revolución por traición a la patria; sin embargo, a pesar de mucho, nunca calló. Vivió en el exilio durante mucho tiempo para finalmente establecerse en Rusia y conseguir la muerte en su tierra natal.

 

Un infarto a los 76 años le quita la vida en un sanatorio a las afuera de Moscú en 1966.

 

El poemario Réquiem es su más importante obra, por ser este la reacción a un desconcierto que generó el régimen soviético en Ajmátova. Este poemario surge como desahogo tras ser su hijo, Lev, encarcelado por ser carne peligrosa para un gobierno que pretendía permanecer en el poder a toda costa.

 

En este poema de Réquiem, La Sentencia, se puede apreciar la voz de una madre con el alma golpeada tras el arrebato de su hijo.

 

LA SENTENCIA

Y cayó la palabra de piedra
Sobre mi pecho todavía vivo.
No importa. Estaba preparada.
De alguna manera me las apañaré.

Hoy tengo que hacer muchas cosas:
Hay que matar la memoria,
Hay que petrificar el alma,
Hay que aprender de nuevo a vivir.

Si no… El caluroso susurro del verano
Celebra su fiesta en mi ventana.
Hace tiempo que presentía
Este día luminoso y la casa vacía.

22 de Junio de 1939
Casa de Fontanka.

Ajmátova fue, durante un largo período, una mujer solitaria con el alma hecha trizas. Vivió en el exilio y quiso a su tierra, sin embargo nunca cedió ante un grupo que no fue sino miseria y dolor lo que le generó.

Apaciblemente fluye el Don apacible,
La luna amarilla entra en casa.

Entra con un gorro ladeado,
La luna amarilla ve una sombra.

Esta mujer está enferma,
Esta mujer está sola.

Su marido está en la tumba, su hijo, en la cárcel.      
Rogad por mí.

Anna Ajmátova tuvo una vida miserable; una miseria que alumbró una obra poética que hoy leemos con dolor y goce, por lo maravillosa que es. La poeta fue un ejemplo de resistencia al totalitarismo y a la opresión. Vivió desdichada pero, pese a todo mal, de pie. Nació y murió en Rusia, su Tierra Natal, y nos deja tristezas y esperanzas en un mismo poema.

 

LA TIERRA NATAL

No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.

 

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