El imaginario artístico Venezolano: Dos rostros de la propuesta artística nacional

Por Aglaia Berlutti

@Aglaia_Berlutti

 

 

 

Los artistas viven y crean a partir de su particular visión del mundo: una frase que puede parecer obvia pero engloba el poder de la imaginación, las referencias personales y la simbología más intima dentro del trabajo de un autor. De manera que, muchas veces, al mirar el mundo creativo de un fotógrafo, admiramos una parte de si mismo, una idea muy concreta sobre su punto de vista y su forma de expresar el mundo en imágenes. Y es por ese motivo, que con frecuencia intento comprender nuestra percepción sobre el país artístico – como herencia, como referencia y como hecho cultural – analizando a esas voces que forman parte de su entorno. Porque sin duda, el arte en Venezuela es una reconstrucción de un lenguaje social que se mimetiza con nuestra identidad, que se construye como parte de esa asimilación de la historia compartida y de la interpretación del país como documento estético. 

 

Sin duda, Venezuela es una tierra fecunda en creatividad, como lo demuestra su sólida e intrigante comunidad artística. En un intento de analizar su interpretación sobre el arte – y las conclusiones que brinda su visión como elemento social  – escogí el trabajo de dos fotógrafos venezolanos que de alguna u otra manera, me han brindado una lección de inestimable valor durante mi crecimiento artístico. Dos voces que me han permitido analizarme y comprenderme como parte de un lenguaje:  Antonio Briceño y Sara Maneiro. Ambos conservan la frescura del que asume el arte fotográfico como una creación fidedigna y sobre todo, un elemento versátil de comunicación. Ambos, me demostraron el valor del lenguaje creativo construido a base de símbolos personales dentro de una obra coherente.

 

Antonio Briceño: Los mundos que recorro

 

Antonio Briceño define su fotografía como una búsqueda incesante de respuestas. Su trabajo, enmarcado en reconstrucciones  antropológicas, es un vastisimo crisol de texturas, colores y rostros. Su autor, incansable viajero, ha encontrado en la búsqueda de las devociones, los rituales y ritualismos de númerosas culturas una fuerte de creación inagotable. La fotografía de Briceño se distingue por su minucioso y coherente lenguaje visual, pero sobretodo por una exquisita sensibilidad para recrear en imágenes esa particularidad esencial de cada creencia y cultura que fotografía. Porque para Briceño, la identidad cultura posee un peso propio dentro del lenguaje visual que maneja: cada serie fotográfica – tomadas las gran mayorías en film diapositiva y copiadas en enormes formatos – muestra los rostros más privados de pequeños conglomerados sociales cuyo mayor valor cultural es la diversidad. Cada fotografía de Briceño posee una temática concreta, fruto de una extensa investigación que otorga un peso especifico al símbolo visual utilizado.Un buen ejemplo de ello podría ser su hermosa serie «Dioses de America» donde a través de diversas herramientas y recursos visuales – esta vez, utilizando el formato digital como libertad artistica para darle un nuevo giro a su trabajo – otorga rostro y humanidad a los Dioses del amazonas. Una colección de rostros, momentos, ideas, aglutinadas bajo imagenes profundamente evocadoras y además, llenas de una delicadeza hacia su origen remarcable.

 

El Trabajo de Briceño puede dividirse entre el documental propiamente dicho y una cuidada puesta en escena, alegórica y llena de un ideario visual propio. Tal vez debido a esa insistencia de Briceño de expresar la idea social y cultural a través de sus imágenes, todas sus muestras intentan expresar la belleza y particularidad de la cultura que representan: En su más reciente exposición «520 Renos», nos muestra la belleza misteriosa de Finlandia, donde el lenguaje oral se convierte en vehiculo de lo visual: Briceño intenta, en la sobreexposición de formas y palabras, recrear para el espectador la helada y árida belleza de los paisajes nevados, sus costumbres privadas y más allá, la exquisita sensibilidad de su lengua natal. Una manera de construir un ideario a partir del núcleo más profundo de una concepto concreto.

 

Briceño, como fotógrafo y artista, es básicamente un observador antropológico, que intenta brindarnos una mirada personal y analítica de las culturas que plasma en sus imagenes. A base de esta observación, Briceño ha encontrado quizá una de las infinitas respuestas que busca: En la esencia misma de todas las cosas, todas las culturas y todas las historias contadas: somos los mismos, cualquiera sea el color de nuestra piel, lugar de nacimiento y visión del mundo. Dioses sin nombre, una fe ciega en lo natural.

 

 

 

Para Disfrutar el trabajo de Antonio Briceño, por favor visita: http://www.antoniobriceno.com

 

Sara Maneiro: Mostrando el mundo a través de sus objetos.

 

Para esta fotógrafa Caraqueña educada en Nueva York, el mundo de las cosas tiene un sentido profundamente poderoso a la hora de contar una historia. Un objeto no es solo lo que muestra, sino lo que cuenta, lo que enmarca, el lugar al que pertenece. Tal vez por ello, el trabajo de Sara está lleno de detallados y extensos catálogos de rostros,  paisajes esenciales, herramientas en apariencia sin sentido, pero que al interactuar con el espectador, su propia historia y su capacidad referencial, crean mundos especificos, perfectamente equilibrados y vibrantes de significado. Asombra y emociona encontrar en el trabajo de Maneiro esa sensibilidad maravillosa del observador avezado capaz de distinguir ese objeto que puede construir elementos visuales profundamente significativos. Los rostros que se disuelven en luces y sombras, una alegoria angustia de las desapariciones en latinoamerica, los paisajes interiores silenciosos, vivídos y cercanos que hablan, con una meridiana y aterradora claridad, de la tragedia de Vargas del ’99, los dipticos espléndidos donde Caracas se transforma en luces y sombras, elevandose más allá de la mero rostro urbano y caótico, a piezas diminutas que cuentan la historia de una orbe trágica y variopinta. 

 

La técnica de Maneiro es variada y tan compleja como su lenguaje visual: sus monturas siempre son simples, casi austeras, en contraposición quizá con lo elaborado de su trabajo y capacidad para expresar ideas visuales complejas. Resulta un poco inquietante, admirar sus exposiciones, donde las paredes desnudas muestran las extrañas ensoñaciones de objetos que parecen flotar en medio de una realidad arrasada y silenciosa.Y sin embargo esa misma simplicidad crea la belleza de la obra de Maneiro: como sus extraordinarios revelados en métodos del siglo XIX o las piezas donde los colores crean contrastes inusitados, cada una de sus fotografías, demuestran la enorme personalidad creativa de su autora y sobre todo, la delicadeza – intrinseca, poderosa, irritada, radiante – de su lenguaje visual.

 

 

 

 

 

 

 

 

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