Charles Brewer- Carías, el hombre que nunca regresó de la selva

Por Daniela Carrascal

@Danycarrie

 

 

 

Cuando se piensa en la palabra exploración la mente evoca un tiempo lejano, de barcos de vela surcando en altamar buscando un mundo por descubrir. Pero sin remontar la palabra a la Era de los Descubrimientos en los siglos XV al XVI, se puede hablar de exploraciones recientes y además endógenas. Charles Brewer-Carías, nombrado internacionalmente como polymathexplorer, gracias a las más de 200 exploraciones que ha realizado, se ha dado la tarea de llevar este oficio a la actualidad y lo ha plasmado en una bibliografía de 14 libros y más de 40 textos publicados en revistas comoRío Verde (Caracas), American Journal of PhysicalAnthropology (Washington) y muchas otras.

 

“Desnudo en la Selva” es el nuevo libro del explorador y naturalista venezolano, donde presenta el supermercado de la Amazonía venezolana en 220 páginas. Con detalladas explicaciones y consejos de utilidad, el autor propone una variedad de alimentos existentes en los recursos naturales, palmas, tierra, semillas, árboles y otras plantas, fuentes de proteína, de esta región con los que un ser humano puede subsistir y sobrevivir.

 

Esta publicación, que hace las veces de guía ilustrada, fue publicada en diciembre de 2013 con el apoyo del empresario Federico Mayoral, con quien Charles hizo las últimas expediciones para tomar gran parte de las fotografías que se observan en la obra. Charles tardó un año en recopilar y resumir los conocimientos adquiridos durante los años que vivió con las comunidades indígenas Ye’kwana y actualmente se encuentra siendo traducido al inglés y al ruso. Está tan bien pensado que está hecho, en tamaño y forma, para que quepa en la guantera de un avión, como una herramienta de supervivencia para cualquier piloto.

 

En la entrevista se muestra sereno, amable y dispuesto a contarme sus experiencias, bebe café, bebida que hacía mucho tiempo no tomaba y de forma concisa me quita la primera pregunta de la boca y él mismo se la hace:

 

DC: ¿Qué es lo que usted hace?

CBC: Yo he tratado de dedicarme a todas las cosas, mi interés, en contra de lo que quería mi padre es estudiar todas las cosas. Estudié en la UCV odontología, letras, biología, ninguna de ellas las empleo. Trabajé 20 años como odontólogo con mi padre, pero encontré que mi necesidad de conocimiento iba mucho más allá de la odontología, la geografía, la botánica o la etnobotánica o de la antropología o de la espeleología. En todas estas áreas tengo 14 libros publicados de todas las cosas que viví en mi tiempo como explorador.

 

DC: ¿Cuándo empezó a explorar?

CBC: Es muy interesante su pregunta porque yo podría decir que desde que nací nunca dejé de explorar. Mi interés por mi entorno lo recuerdo desde el primer año de vida. Tengo recuerdos de estar pensando en las hormigas y nunca más dejé de explorar. Nunca más me volví adulto, quiero decir, de dar por enterado que conocía algunas cosas. Siempre para mí es una incógnita todo lo que está a mi alrededor, y trato permanentemente de encontrar y descubrir cosas nuevas en ese entorno y eso ha dado como resultado descubrir cosas nuevas.

 

Mi vida como explorador es difícil de explicar en términos del siglo XX o XXI porque mi idea de la exploración se ajusta más al siglo XIX, la idea del enciclopedista victoriano. El conocer todas las cosas y de vivir en la selva y tratar de documentar todo lo que había en el entorno en el que me he movido. Y de ello he dejado testimonio. No es una aventura la vida que yo llevo, es una dedicación al compartir y a descubrir, porque el descubrir va logrado solamente a la posibilidad de compartir, si uno no comparte lo que uno haya encontrado no es un descubrimiento sino algo muy egoísta y personal. Ahora dando una mirada hacia atrás, viendo mis libros publicados: Las Simas de Sarisariñama (1976), La Vegetación del Mundo Perdido (1986), cada uno de ellos muestra lo que nadie nunca antes había visto y que comparto con el resto del mundo, eso me da una gran satisfacción. Y eso es descubrir.

 

DC: ¿Cómo fue la experiencia de vivir en la selva?

CBC: En el año 60 y podría ser este el inicio de las exploraciones en la Guayana. Las exploraciones en Guayana comienza en el año 1960 cuando voy a vivir con un grupo de indígenas de la etnia Ye’kwana, viviendo con ellos, pues, tomó otra idea de la vida y otra forma de pensar, aprendí la lengua y aprendí a reconocer lo que había en ese entorno de la selva. Desde entonces continué con la idea de conocer más profundamente el entorno selvático.

 

Y de ese empeño en conocer, mi amigo Federico me pidió que compartiera con él y con el resto del mundo ese conocimiento que yo tenía y que él consideraba valioso y que yo consideraba normal. Y entonces decidí escribir este libro con su apoyo.

 

DC: Después de haber convivido tanto tiempo entre comunidades indígenas, ¿qué extrapoló de ellos a su vida diaria?

CBC:Tu pregunta es muy difícil de contestas pero te la puedo responder con un ejemplo. Yo le conté a mi hijo que había vivido con los indígenas y él me preguntó que cuando regresé y esa pregunta me costó responderla y la única manera en que yo me sentí satisfecho de responderla fue decirle que nunca regresé. Mi cabeza, mi estructura, mi pensamiento mi emoción está ligada a vivir en un entorno selvática. Es decir que no es salvaje sino que es altamente civilizado y culturizado de acuerdo al conocimiento que uno tenga de ese entorno. Al vivir aquí estoy viendo todos los árboles que me rodean, las plantas y todo tiene para mí un sentido más profundo.

 

DC: Luego de escribir sobre las bondades de los productos alimenticios de la selva para el alimento el ser humano ¿Qué piensa de que toda esa riqueza gastronómica pudiera formar parte del venezolano común?

CBC: Efectivamente, tenemos una extraordinaria riqueza de elementos que pueden ser comercializados y que pueden ser empleados en la dieta común y que pudiesen ser también, como le expliqué al príncipe Carlos de Inglaterra, cuando estuve con él en el Amazonas, que puede dar una solución al hambre y puede dar una solución económicamente rentable al venezolano. pero por alguna razón de riqueza petrolera no hemos tenido interés en explotar eso aquí como si han tenido en países como Colombia y Ecuador. Por ejemplo, el seje, me llamó muchísimo la atención encontrar en Nueva York cuando fui hace dos años una botella en venta en un sitio exclusivo un aceite brasilero de seje y de manaca. Aquí tendríamos infinidad de posibilidades de montar una industria de estos elementos.

 

¿Sería sustentable para el entorno selvático desarrollar una industria alimenticia?

CBC: Si, porque las producciones están allí y al tu cosechar eso no destruyes la planta, porque la planta lo que hace es dar los frutos y los frutos están en constante producción. Es una lástima que se pierda esa riqueza. Lo mismo que el aceite de seje que se produce actualmente en Colombia y es mucho mejor que el aceite de oliva, considerado desde 1854 por el gran botánico Sprut, y desde entonces se produce tal cosa. Nosotros montamos una proposición junto a los Ye’Kwana, para la producción del seje y no se nos hizo ningún caso, no tuvimos ningún apoyo ni respuesta.

 

Hay una enorme cantidad de productos que pudieran ser comercializados como el pijiguao, la manaca, el mañoco, la copura, el seje. Muchas se están cultivando intensamente en Costa Rica, Panamá y en Colombia, y aquí nada.

 

DC: ¿Qué ha sido lo más difícil de todas sus estadías en la selva?

CBC: Lo más difícil fue entender que yo era un ignorante, que, a pesar haber estudiado tres carreras, al compararme con el conocimiento que tenían estas personas, sus conocimientos eran mucho más profundos que el mío sobre cualquier cosa. Ellos me dijeron, tú eres para nosotros como un niño. Y tenían razón, tuve que aprender de todo.

 

Lo más difícil fue entender que yo era como una persona inferior y tuve que ir labrándome el prestigio por los conocimientos que ellos me enseñaban, pero al entender que yo era inferior pude aprender. Porque muchos van a visitar a los indígenas como si fuera un museo y continúan con su propia arrogancia sin entender que detrás de esa cultura de más de 4000 años hay una información que la tenemos nosotros de nuestra cultura, porque la nuestra es una cultura del consumo, que creen que conocen una cosa porque la compran y no por que la hacen.

 

DC: ¿Cómo fu el proceso de escribir el libro?

CBC: Escribir el libro fue una carrera contra el tiempo. Pero sentarse a escribir no es una cosa que tú puedes elegir sino que tienes que estar coordinado. Muchas veces la vivencia en la ciudad distrae de tantas cosas, te metes por ejemplo en internet y se te pasan las horas y no has hecho nada. Traducir y producir toda la experiencia en escrito implica una disciplina y un sentarse y no distraerse permanentemente, y eso lo obtengo yo a las 4:30 de la mañana, a las 5 horas de trabajo seguido ya comienza la distracción y ya no puedo escribir más.

 

DC ¿Cuál es el mayor aprendizaje que tiene de haber vivido en la selva?

CBC: Poder evaluar, verdaderamente, mi cultura y entender que no la tenemos. Y me siento muy afortunado de poder haber aprendido de una cultura que es genuina y es por eso que me identifico con esa cultura, con ese ser geniano que es poder saber de todas las cosas y poder fabricar lo que necesito para subsistir. Y es ahí donde aparece la idea del libro. Porque yo pude haber hecho un libro de todas las cosas espantosas que pueden pasar en la selva pero quise hacer un inventario de las cosas que te permiten subsistir como un aporte cultural de lo que tenemos. Eso me da una satisfacción porque poseo una cultura y me he dado cuenta que en mi entorno occidental no hay una cultura de esa magnitud, lo que hay es una adicción a comprar cosas que no necesitamos.

 

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