El club de los papás huérfanos

Por Mariana Marchena

@pachena32

 

 

 

Nota: Estas líneas las escribí unos 8 meses atrás y hoy están más vigentes que nunca. Más de 15 personas, todas muy cercanas, ya no están aquí en Venezuela desde que escribí esto, se han ido en busca de otras oportunidades, por la inseguridad, por salud etc, etc. Razones hay muchas, pero el sentimiento es uno: tristeza, que se produce al partir de la tierra que te vio nacer, “dejarla atrás” para seguir adelante, con el GRAN sacrificio de fondo que no estarás al lado de las personas que amas. Solo espero que esto no sea más que un capítulo en la historia de Venezuela, que se lea justo antes de un capitulo que se titule algo así como “Y regresamos a nuestro hogar”.

 

Hoy en el taller de escritura “La historia de tu vida” en el Centro Cultural Los Galpones con la Profesora Elisa Arráiz Lucca, tuvimos una sesión en donde el asunto era que cada uno de los participantes contara al menos tres momentos memorables para poder así encontrar el tema de nuestra historia a desarrollar. El grupo es muy variado, 3 hombres y 15 mujeres de diferentes edades y profesiones, pero todos con un propósito en común: encontrar aquí las herramientas necesarias para poder escribir y contar nuestra historia.

 

Lo mejor es la camaradería que allí se respira… Todos contamos cosas muy personales, unas chistosas, otras anecdóticas y otras más serias. Por supuesto que muchos de esos “momentos memorables” tienen que ver con sucesos ocurridos en el país, aunque se intenta no tocar el asunto político, es inevitable que en algún punto se toque… Pero esto va más allá del asunto país, de la economía o de unas elecciones etc., hubo un sentimiento común, por ejemplo, el dolor que la mayoría de los padres presentes han sentido al tener que ver partir a sus hijos y ver crecer por Skype a sus nietos… En este momento un montón de comentarios o mejor dichos afectos surgieron de la manera más espontánea, frases como “somos abuelos sin fronteras” “el club de los abuelos huérfanos” “mi vida ha cambiado” “me siento sola o solo”, “hay un cambio de paradigma… nosotros crecimos con nuestros abuelos y padres, y lo más importante los cuidamos y velamos por ellos hasta el final…” “Tendremos una vejez solitaria” y un largo etc.

 

Hasta se habló de construir buenas casas de retiro… Solo de imaginarme a cualquiera de mis seres queridos en un lugar así, me invade la tristeza. Yo no tengo hijos todavía, pero claro que también he vivido esa sensación de tener familiares y amigos por todos lados, que, a pesar de un día duro, nos alegramos con llegar a casa y conectarnos para que algún hermano, tío, amigo o sobrino nos cuenten el día si el huso horario lo permite.

 

Hace 20 años o menos, muchos venezolanos se iban en busca de mejores oportunidades pero ahora podemos hablar de una especie de exilio. Nuestros padres y abuelos se han convertido en expertos de la tecnología, casi adictos al WP y en viajeros frecuentes. Especialistas hacedores de carpetas CADIVI y muy enterados de las mejores temporadas y rutas para poder reencontrarse con ese pedazo de vida que, tal vez, ahora habla otro idioma, se viste diferente y come diferente. El venezolano joven que se va, pasa mucho trabajo, pero al fin y al cabo va en busca de una vida, o de la media vida que le queda por vivir.

 

¿Pero y nuestros padres y abuelos? que no tienen opción, que al final lo que quieren es lo normal: ver crecer a sus hijos y nietos, acompañarlos en el camino de la vida y, lo mejor, que le acompañemos. La verdad es que nunca me había puesto a pensar la tragedia que esto significa para un padre, aunque los mantenga la alegría de que estamos en un lugar mejor, aunque sea sin ellos. Pensaba que eso del síndrome del nido vacío era un invento, que más bien disfrutaban cuando nos íbamos de casa… Ahora me viene a la mente esa gaita de los hermanos Morillos que dice: “Quizás porque ya las canas están cubriendo mi pelo. Y que la vida es muy corta para lo que yo te quiero. Me estoy haciendo preguntas, sin encontrar las respuestas. Mi garganta enmudecida, queriendo gritar con fuerza. ¿Quién te llenará de besos? ¿Quién te hará sentir amada? Y ¿Quién llevará las flores a mi última morada?”.

 

Obviamente antes de sentarme a escribir esto y revisar mis grupos de WP, llegué a abrazar a mi mamáy pedirle perdón por ese limbo, como le llamó Tomás Eloy Martínez, al exilio esa sensación de estar “con el cuerpo en un lugar, el alma en otro y la vida en ninguna parte”.

 

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